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Los últimos rayos de luz del día pintaban de colores las hojas de los árboles. La atmósfera se impregnaba con la calma del final del día, y el aire se llenaba del canto de los pájaros que regresaban a sus nidos. La casa donde el taxi la había dejado era bonita, blanca y con pocas ventanas, bastante moderna. Tenía sentido que no fuera un edificio de oficinas, Mirko no se manejaba bajo ninguna agencia y la mejor manera de hospedar a un pasante debía ser en su base, en su propia casa en ese caso.

- Linda, ¿verdad? – dio un pequeño salto en su lugar. Volteó despacio su vista hacía la voz, topándose con orejas blancas, felpudas y unos afilados ojos rojos. La piel morena brillaba como el oro con los rayos del sol del final del día. Mirko eran mucho más hermosa e imponente en persona. Incluso el viento parecía encantado con ella y su delicado olor a coco.

- Mirko-san – la joven dio un paso hacia atrás y realizó una reverencia – buenas tardes, muchas gracias por ofrecerme esta oportunidad – peliblanca se llevó una mano a la cadera, observando divertida a la muchachita frente a ella.

- Pero que niña tan formal. No seas tan rígida – colocó un brazo sobre sus hombros – vamos, vamos, traje la cena debió ser un viaje largo - las mejillas se le llenaron de color. No podía creerlo, era como un sueño.

...

Estaba realmente fatigada, el viaje en tren había sido cansado, largo e incómodo. Por culpa de un idiota, había fingido dormir para no tener que convivir, aunque, sí que había caído rendida despues de un par de horas. Estiró los brazos, respirando hondo y dejándose revitalizar por la cena, le hacía mucho sentido ver tantas verduras en los platillos. Estaba lista para darse una ducha e irse a dormir. Mirko era una gran anfitriona, poseía una plática fácil de llevar y un humor ruidoso, tenía todo el porte de una hermana mayor. Y eso le encantaba.

- Muy bien, hora de ponerse el traje – exclamó la heroína con una amplia sonrisa – quiero verlo antes de que salgamos a la patrulla nocturna – los ojos amatistas la miraron cansada, sin embargo, no objetó. Sabía que no iban a ser precisamente unas vacaciones; estaba muerta de cansancio, pero igualmente emocionada.

En menos de diez minutos, ya estaban en el gimnasio de la casa. La peliblanca la observaba atentamente con una mano en el mentón, paseando sus ojos de arriba abajo por toda la extensión de la muchacha. Estaba callada, su rostro estaba serio y de vez en cuando la veía mover los labios sin emitir sonido.

- Buena contextura, sin embargo, sigues algo delgada, no tienes mucha grasa, pero deberías conseguir más músculo. Piernas largas, espalda fuerte – tanteó el abdomen de la muchacha – habrá que modificarte la dieta y tu rutina de ejercicio. Tienes buen tamaño. ¿Qué hay de tu flexibilidad?

- Es decente, supongo – la conejita asintió – podría decir que, de agilidad voy bien.

- Háblame a fondo de tu don. Quiero saber exactamente con que voy a trabajar.

- Mi don se llama: Gas Molecular. Puedo manejar los gases a voluntad. Emanarlos o usarlos del ambiente, los controlo con manos, pies y boca. Puedo modificar su densidad, temperatura, agrupación y movimiento, por ejemplo, para producir aerogel, desplazarme o dar golpes de aire. Es útil para la defensa y la ofensiva; pero no puedo hacer más de dos o tres cosas a la vez. Sin embargo, necesito saber de su quimica para poder usarlo. Como efecto adverso hace que me deshidrate y despues de unas horas, mi temperatura comienza a bajar, no es lo normal, con una siesta y electrolitos suele ser suficiente.

- Así que eres una nenita lista – Mirko seguía estudiando detenidamente a la muchacha. Se veía fuerte. No como el tipo de personas que corre a diario por salud, ese era un cuerpo de trabajo bajo el sol – y además fuerte. ¿Cómo vas de velocidad? – la chica miró incomoda hacía otro lado.

Taste of Gale (Katsuki Bakugou)Where stories live. Discover now