7

16 4 17
                                    

Era verdad que conocer al chico de los ojos carmín no había sido como lo esperaba, ni mucho menos como las canciones de Taylor Swift dijeron que sería. 

Había sido tan grosero y desagradable como solo él sabía serlo; tan altivo, narcisista y desgraciado, que le crispaba los nervios cada que hablaban y solo le daban ganas de plantarle un puño en la cara. Discutieron, se gritaron y francamente, su relación se había mantenido igual de tensa desde el día uno. Para Kaida; al menos hasta ese momento, Bakugo Katsuki solo era un muchacho inmaduro y excesivamente seguro de sí mismo, que parecía tener algun problema personal con ella como para molestarla todo el tiempo.

Y aún con todo eso, él la ponía nerviosa. Quizá eran sus ojos.

Verlo ahí, con esas ataduras en las manos y los ojos de todo Japón esperando para verlo, le revolvía el estómago. No dejaba de ser solo un muchacho de su edad y aquello era humillante, sobre todo para alguien como él. Poco le importaba si aquellas explosiones le habían arrebatado la medalla dorada, sabía lo que debía estar sintiendo. Ella misma ya había estado de ese lado, sabía como se sentía ser tratada como un animal peligroso. Casi como un criminal.

Las opciones de Kaida para poder ayudar a aquel rubio desquiciado no eran muchas, pero si estaban a su alcance, iba a tomarlas; el solo hecho de verlo retorcerse en su lugar, lastimar su piel y respirar con dificultad, le apretó el corazón y le dejó un horrible sabor a bilis en la boca. Aprovechó el ruido de la gente, la euforia del lugar, la emoción que comenzaba a sentirse conforme el podio salía al exterior.

Una mano al frente y una sonrisa, lista para los medios, para el mundo. Una atrás, concentrando más oxígeno e hidrógeno del que alguna vez hubiera capturado. Los ojos rojos por la sangre y el enojo le tenían asegurado que ese metal estaba a un suspiro de fundirse, el bozal brillante y el cuero sujetándolo a una pared de concreto solo le hacían saber que aquello era una decisión medianamente coherente.

Cuando la luz llegó a sus ojos y el olor a pólvora de los fuegos artificiales la rodeó, supo que era su momento de actuar. El oxígeno fue el primero en salir a presión justo a las enormes pesas rodeando sus manos, haciéndolas crujir por el calor de las explosiones; los grandes cachos caían pesados ante los pies del rubio. El hidrógeno rodeó en abundancia los cinturones de cuero con rapidez, fue necesario solo un suspiro de fosfina para hacerlos arder en llamas y desintegrarse frente a los ojos incrédulos de los profesores. No quemó el bozal simplemente porque no quería escuchar sus gritos.

Kaida era la única sonriendo y saludando al público; justo como su madre le había enseñado. Sus blancos colmillos brillaban como las perlas ante la luz del sol y su cabello negro relucía como la misma obsidiana.

A pesar de esa postal tan maravillosa que la chica le regalaba el mundo, el estómago del rubio estaba revuelto; la ira de Bakugo se había esfumado junto con ese delicado olor a ajo. Sus pupilas contraídas veían a la chica con una mezcla de odio y terror. Ella manejaba los gases ¿Cómo mierda había logrado eso? Porque tenía que ser ella, no había otra puta explicación.

Las amatistas en los ojos de la chica conectaron con los de él y pudo sentir la seriedad entre aquellos tonos violetas. Sabía que era fuerte, hasta el punto de ser desconcertante.

 Sabía que era fuerte, hasta el punto de ser desconcertante

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Taste of Gale (Katsuki Bakugou)Where stories live. Discover now