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Kaida Ishibashi se hubiera esperado mil y una situaciones distintas.

Desde luego, si le hubieran dicho que pasaría la noche junto a Katsuki Bakugo en su bonita cocina, tomando cerveza y degustando un delicioso Tantanmen casero, lo habría considerado una locura, se hubiera reído y luego lo hubiera golpeado.

Pero ahí estaba, en medio de esa escena casi surrealista. Si alguien los viera, seguro que podría parecer una postal, el brillo suave de las luces empotradas sobre la barra de la cocina añadía un toque íntimo a la escena, con los tonos cremas y blancos en armonía, las sillas altas, el ruido de la televisión de fondo y los jarrones brillantes con flores anaranjadas, era simplemente, bonito. Y aun con toda esa atmosfera cálida y acogedora, ella apenas podía relajarse. Sentía los hombros tensos y el sudor perlarle la nuca.

Era incomodo. Incomodo de a madres, podría haber dicho Sero.

- Entonces... ¿Me estas dando las gracias? – su voz salió teñida de duda mientras miraba a Bakugo con ojos brillantes.

- ¿Qué si así fuera? – Kaida se atragantó con un pedacito de carne. Volteó a verlo incrédula y con la cara completamente colorada. Como pudo, se bajó el atraganto con su último trago de cerveza.

- Realmente no te entiendo. Me declaraste directamente la guerra ¡Me lanzaste una explosión a la cara! – señaló las puntas quemadas de su cabello con una expresión molesta - ¿Y pretendes que me quede tan tranquila? – Bakugo abrió una nueva lata y la dejó frente al plato ajeno. Suspiró cansado.

- ¿Sí? Te envié un presente. No voy a lamerte los pies y no quiero deberte absolutamente nada. Yo solo obtuve una mención gratuita tuya en medios – la pelinegra parpadeó incrédula – Ashido dice que cobras bastante por eso.

- ¿De verdad compraste las flores? – Bakugo torció los ojos con enfado hasta dejarlos en blanco. Su ceño fruncido se veía molesto, pero el sutil tono rojo le hacía ver más bien tierno. Lo delataba.

- En verdad, eres fastidiosa ¿Puedes callarte y solo comer? – una tierna sonrisa se le salió a la chiquilla – además, ¿Qué mierda fue eso de Bakugo-chan?

- Gracias, – volteó a verlo, con la cara igual de roja y las pupilas dilatadas, sus colmillitos asomaban por sus labios, entonces , sí que tenía un inicio – Bakugo-chan, el violeta es mi color favorito – una risilla se le escapó y jaló un mechón de pelo tras su oreja - están preciosas.

No, ella estaba endemoniadamente preciosa.

...

Voy a volver tarde, quizá hasta mañana. Te encargo a los viejos.

...

La habitación estaba envuelta en una penumbra pesada, como si las sombras mismas estuvieran jugando al escondite entre los pliegues de las cortinas apenas entreabiertas. El aire tibio estaba cargado de un silencio denso, roto solo por el suave murmullo de la respiración irregular que escapaba de sus labios entreabiertos.

Había despertado y para su increíble mala suerte. No había casi nada en su cabeza, si acaso uno que otro recuerdo pintado con luz roja y humedecido con sudor. Mordió sus labios con frustración, sintiendo el peso de la confusión y el enojo aplastándola como una losa. No recordaba el primer beso, ni siquiera recordaba cómo había llegado a estar en esa situación.

Cerró los ojos un instante, intentando atrapar los fragmentos dispersos de recuerdos, pero todo lo que encontraba eran destellos fugaces, memorias de algún que otro suspiro, el sabor desagradable de la cerveza y la deshidratación.

Taste of Gale (Katsuki Bakugou)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα