Parte sin título 19

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POV DE ADIEL.

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que lo vi? ¿Cinco años? ¿Sesenta meses? ¿Doscientos sesenta semanas? ¿Mil ochocientos veinticinco días? ¿cuarenta y tres mil ochocientas horas? Era tanto tiempo sin poder escuchar su voz.

Llegué a prisión, me adentré a la sala de visitas, el abogado esperaba por mí, me saludó y solicitó que me siente —¿Accedió?

—No quiere verte—, sentí un hoyo formarse en mi corazón, que después de tanto tiempo el abuelo siguiera rechazando mis visitas me destrozaba —Pero saldrá, piensa que solo estoy yo esperando por él.

Las puertas se abrieron, me quedé con la mirada posada en el centro de la pequeña mesa, cuando escuché sus pasó giré el rostro —¿Dijiste que vendrías solo? —, rugió al verme.

—Abuelo—, me levanté para abrazarlo, pero se negó a recibir mi abrazo. Fulminando con la mirada al abogado masculló —Te lo dije cada día, fue lo único que te pedí—, el abogado no dijo nada, bajó la mirada, y mi abuelo dirigió la suya a mí —No debes estar aquí Adiel. Sal y no vuelvas, recuerda que estás muerto para mí—, se dio la vuelta y se fue.

—¡No te vayas por favor! —, supliqué con los ojos picando —Si quieres me entrego, pero no me ignores—, se detuvo y a pasos lentos regresó —Abuelo perdóname. Solo quería defenderte, solo—... se paró en frente y agarrando con sus rocosas manos mi rostro masculló.

—No vuelvas a decir que harás tal cosa, ¿entendido? Fui yo el culpable, solo yo, así que olvídate de que yo existo al igual que yo olvidé que tengo un nieto.

—No me pidas que haga eso, ¡por favor! —, me aferré a él, estaba delgado, estaba acabado, no era nada del gran hombre que me llenaba de abrazos, aquel que me enseñó muchas cosas.

—Estoy muerto Adiel.

—¡No lo estás! ¡Abuelo déjame pagar mi condena! ¡Fui yo, no tú!

—Cállate—, apretó sus dientes —Yo no tengo a nadie a fuera, mi esposa se murió el mismo día de aquella desgracia. En cambio, tú, tú tienes una larga vida, aprovéchala, pero olvida que existo.

—Saldrás mañana en libertad—, dijo el abogado y eso me emocionó —Está todo arreglado para tu salida.

Mi abuelo le miró como si no lo creyera —¿¡Escuchaste!? ¡Saldrás mañana en libertad! —, comenté animado, era una excelente noticia, mi abuelo saldría libre.

—¡No te atrevas a venir! —, dijo —Estaré libre, pero seguirás estando muerto para mí.

Dicho eso se fue, y con aquellas palabras perforó mi corazón, el nudo en la garganta fue notable, tuve que inhalar profundo para contener las lágrimas. Me quedé viendo al abuelo partir, sus pasos eran lentos, si me proponía a detenerlo y no dejarlo ir hasta que me perdonara, lo podía alcanzar, pero el abogado me detuvo —Es mejor que te vayas. Esperemos que estando fuera de prisión pueda perdonarse y perdonarte también—, apretó mi hombro —Adiel, tienes que darte cuenta de que no es fácil para tu abuelo, perdió a su hijo y esposa el mismo día, él hubiera preferido morir antes que ellos.

Y era por eso por lo que no me perdonaba, era eso lo que jamás me iba a perdonar, que yo hubiera intervenido apartando a mi padre de forma violenta y provocando su caída por las escaleras, donde no volvió a levantarse. Y yo tampoco me lo podía perdonar, yo tampoco podía perdonarme haberle arrebatado la vida a mi propio padre, y que mi abuelo pagara una condena por mí, porque él así lo decidió.

«Dos días después de aquel fatídico hecho mi abuelo decidió enviarme al cuartel, encerrarme en ese lugar para tapar lo que hice, pues solo contaba con veintiún años, no quería que mi vida se destruyera yendo a la cárcel. Dijo que lo arreglaría, que solucionaría las cosas y cuando salí, cuando salí él se había entregado a la policía, culpándose de la muerte de mi padre cuando fui yo que lo empujé, cuando fueron mis manos las que lo lanzaron».

Mi Error FavoritoWhere stories live. Discover now