Parte sin título 7

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Los días pasaron y Diego no se volvió a meter conmigo, creo que después del golpe que Will le dio, le sirvió de escarmiento. En el recreo ya no era Carol, Cleo y mi persona, ahora éramos Will, Cleo y yo. Mi grupo de trillizas se rompió, gracias a que Carol se volvió mi rival. Como si yo tuviera la culpa de que el tonto de mi primo se hubiera enamorado de mí, y por eso no quisiera tener algo con ella. Me dolía que ya no formara parte de nuestro grupo, pero tampoco iba a rogarle que volviera, si había algo que tenía era orgullo, por ello mis sentimientos por Adiel eran ocultos.

Cuando el fin de semana llegó Adiel me escribió. Vaya que su puto mensaje me avivó el corazón, y ni siquiera era un mensaje de amor o algo parecido, era el mensaje dándome el ultimátum.

—¿Podemos vernos? Pero no en casa—, vio el mensaje y segundos después respondió.

—¿Entonces dónde?

Le envié la dirección y empecé a vestirme. Le dije a mamá que iría con Cleo a dar una vuelta, y mi madre llamó a confirmar y como ella era mi gran amiga, dijo que sí. Entonces minutos después tenía a Cleo llamándome cada cinco minutos para saber que era lo que iba hablar con Adiel.

—No es lo que te imaginas, Cleo. Ya luego te cuento—, dije y guardé el teléfono.

Cuando alcé la mirada encontré Adiel parado de espaldas a mí. Se encontraba contemplando los precios de los helados. Me paré tras de él y solté un suspiro, cuando lo saludé se giró y me impactó con su mirada. Tenía los ojos negros igual que la noche, su perfecto peinado le hacía lucir guapo como todos los días, vestía una camisa de marca ajustada a su cuerpo con una bermuda que le quedaba de lo más bien. Joder, sí que era hermoso, describir su belleza y su perfecto cuerpo me tomaría mucho tiempo. Suspiré frustrada, porque todo ese bombón que se encontraba delante de mí era prohibido, porque era otra su dueña, aunque no niego que hay veces me daban ganas de lanzarme a sus brazos y quedarme abrazada a él, por siempre. Así tuviera dueña, pero sé que papá y mamá se moriría del dolor al ver a su bebé, ósea yo siendo la amante de un hombre.

Adiel suspiró tan profundo, que claramente noté como sus pulmones se inflaron y desinflaron.

Me quedé mirándole embelesada, imaginando cómo se acercaba a mí y me tomaba por la cintura, cubría mi boca con la suya y entre susurro me decía cuánto me amaba. Uff ¡Que imaginación la mía!

—¿Para qué quería verme?

Preguntó de una manera tajante y frívola.

—Porqué más va a ser, por el mensaje que me envió—, dije al cruzarme de brazos.

Le vi mirar alrededor y seguido me miró.

—Ese era el acuerdo.

—No profesor, ese fue su acuerdo no el mío.

Adiel se pasó la mano por la cabeza y vociferó.

—Sirvámonos unos helados, y así continuamos hablando de este tema.

Apretando mis labios asentí. Nos acomodamos en una de las pequeñas mesitas. Joder, que mi corazón estaba vuelto loco y las burras ilusiones se dispararon en mi cabeza como fuegos artificiales en año nuevo. Adiel estaba frente a mí, con una pequeña carta observando los deliciosos helados, yo por mi parte me encontraba mirando fijamente sus dedos y ese puto anillo que me recordaba que pertenecía a otra mujer.

De pronto subí la mirada y me encontré con la suya, la pequeña carta de presentación de helados estaba de sus ojos hacia abajo. Demonios, que tenía una hermosa mirada, esos ojos negros eran tan oscuros que me perforaban el corazón. Bajé la mirada y solté un suspiro. Segundos después se acercó la joven que nos tomaría el pedido.

Profesor AdielWhere stories live. Discover now