Parte sin título 13

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—¡Crys! —, musitó. Estaba sin camisa, dejándome ver su abdomen cuadriculado, sus pechos firmes y sus brazos fuertes.

Me fue imposible retirar la mirada de su cuerpo desnudo.

Cuando levanté la mirada, cuando la conecté con la suya, sentí que alguien me empujaba desde atrás hacia él. Pero no era nadie, era mi misma conciencia que hacía fuerza para que me lanzara a sus brazos.

Adiel cerró los ojos y suspiró profundo cuando me vio acercar. Pude ver como su piel se erizó al momento que mis yemas de los dedos tocaron su pecho. Aquello detonó que la suavidad de su piel desapareciera dejando un contraste notable.

¿Lo estaba tocando? ¡Mierda! Me había tomado el atrevimiento de tocar su cuerpo, el cual me jalaba como un imán y me era difícil de alejarme.

Cuando levanté la mirada, y la volví a conectar con sus ojos, él, me tomó de improviso por la cintura y me apegó a su cuerpo. Respiré agitada cuando su frente se afirmó a la mía, cuando mi pecho chocó con el suyo.

—¡Perdóname por lo que voy a hacer! Pero es algo que he querido hacer desde hace meses.

—¿¡Qué cosa!? —, pregunté casi en un susurro mientras mis dedos toqueteaban su pecho.

Los labios de Adiel rozaron los míos, y mi centro palpitó y se humedeció cuando la lengua de Adiel se introdujo en mi boca, formando así un beso apasionado y cargado de pasión.

Me apretó con tanta fuerza de la cintura, su boca atrapó la mía dándome un beso vehemente que me dejó sin aliento y con una calentura de 45° que quemaba mi piel. Mi corazón iba de prisa, latía desenfrenado, eran golpes abruptos y fuertes latidos los que daba.

Una vez que soltó mis labios nos quedamos con los ojos cerrados y respirando agitadamente —Esto está mal—, dijo mientras rozaba su nariz en mi rostro y aspiraba con gran profundidad de mi piel.

—Yo... yo lo quiero— abrí los ojos y conecté la mirada con la suya, el negro de sus ojos alteró mi ritmo cardíaco.

Adiel volvió a cerrar los ojos, bajó el rostro y se fue alejando.

—Tú autobús pasa en cinco minutos por la siguiente cuadra—, dijo mientras se alejaba y se adentraba a la habitación.

Me quedé inmóvil, sin poder reaccionar ante lo que había sucedido y escuchado, sobre todo, lo que salió de mi boca. Le había dicho que lo quería, le había confesado lo que sentía y a él no le importó.

Me dio un candente beso, y ahora hacía de cuenta que no pasaba nada.

¿Qué esperabas Crys? ¿Qué te dijera que también te quería? Sonreí amargamente.

Una lágrima se desprendió de mis ojos, su actitud me había destrozado por dentro. Al momento que lo escuché salir de la habitación di la vuelta y limpié mi rostro. Quería llorar, derrumbarme delante de él, gritarle todo lo que provocaba en mí, y exigirle una explicación. Pero ya había sido claro, ya me había dicho que, me iría a dejar en la siguiente esquina para que agarrara mi autobús escolar.

—¡Crys! —, dijo detrás de mí.

Negada a escuchar lo que iba a decir me retiré. Si me quedaba estaba segura de que mi corazón se rompería en mil pedazos.

Bajé corriendo las gradas y pasé de la misma forma por la recepción. Al salir a la calle limpié la humedad que dejó aquella rebelde lágrima que se escapó.

Antes que él llegara me coloqué el casco y esperé de espalda a la salida. Cuando escuché el motor sonar me di la vuelta y me subí.

—Creo que ya no lo alcanzamos. Te iré a dejar—, dijo antes de salir. El resto del camino no habló, nos mantuvimos en silencio hasta llegar a casa.

Mi Error FavoritoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant