Sasuke, un joven estudiante de Kinesiología, descubre que una de sus compañeras stalkea su Instagram a través de una cuenta secundaria; Sakura, una intrigante chica que padece una monótona ansiedad.
Sasuke decide imitar este gesto y crear un segundo...
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—Gracias... —escuché decir a Sakura en mi dirección.
La observé de reojo por un momento, sin estar al tanto si yo mismo estaba siendo discreto o no.
En un principio, cuando le entregué su formulario, noté cómo sus ojos habían comenzado a brillar más de lo usual.
O es el reflejo por la luz, o lo que parecen ser sus ansias por llorar.
Y ahora, era extraño ver cómo las lágrimas de Sakura descendían por sus mejillas desde hacía ya un buen rato, manteniéndose en silencio durante esto y dejando escapar de vez en cuando un resoplido. Pero yo, por otro lado y sin nada que añadir, atiné únicamente a asentir para darle la espalda y concentrarme en la clase, en el pizarrón.
Pero me era antinatural fingir prestar atención a Anatomía.
¿Debería hacer algo?, me pregunté, indagando sin razón.
Podría ofrecerle un pañuelo.
No tengo pañuelos.
O un poco de agua.
No tengo agua. Además, ella misma trae su propia botella.
¿Entonces, qué hago?
Pues nada.
No haré nada, porque no se me ocurre nada que hacer tampoco.
Suspiré, recargándome bien contra mi pupitre. Tuvieron que traspasar varios minutos para poder suponer que Sakura ya se había tranquilizado, pues no volví a escuchar sus resoplidos y de tanto en tanto se oían sus uñas galopando sobre su mesa, como ya había ocurrido en varias ocasiones de manera habitual.
—Recuerden que la próxima semana realizarán su primera evaluación del semestre, así que no quiero retrasos por parte de ninguno de ustedes.
Dijo la profesora justo para el final de la clase, mientras la gran mayoría de mis compañeros se levantaban para marcharse. Pero Sakura permaneció un poco más de tiempo sentada.
—Adiós —le dije.
—¡A-... adiós! —respondió ella con una sonrisa— Que-... que tengas buena tarde.
Me acomodé el bolso sobre mi hombro y asentí.
—Tú igual.
Pero como si nada, ella continuó escribiendo apuntes sobre su cuaderno. Así que sin perder más el tiempo, me marché y tomé mi bus de vuelta a casa, pensando un poco y de manera inevitable en la actitud de Sakura.
Desde lo de su desmayo, en un principio no sabía si era lástima lo que había sentido, incomodidad o intriga respecto a ella, a su estado en ese único momento. Seguramente no hacía falta pensarlo demasiado y se trataba de una mezcla de estas tres. Pero hoy, que ya la había visto llorar abiertamente, era claramente incertidumbre lo que tenía en la cabeza. Como una incertidumbre blanca, sin preguntas ni contestaciones.
