Sasuke, un joven estudiante de Kinesiología, descubre que una de sus compañeras stalkea su Instagram a través de una cuenta secundaria; Sakura, una intrigante chica que padece una monótona ansiedad.
Sasuke decide imitar este gesto y crear un segundo...
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Hay pasados que no me pertenecen.
Aún si los protagonicé yo, aún si son parte de mí, de mis experiencias y de quienes me rodean; hay pasados que simplemente no me pertenecen. Y en realidad, me gustaría ser un poco más avaro para razonar verdaderamente así, pero supongo que cada quien encontrará sus propias trabas. Algo con qué estancarse a medio camino de todo y nada.
Pero aunque nadie esté libre de trabas, a veces resulta un poco más sencillo evitarlas o deshacerse de unas cuántas.
Así... como si se trataran de pulgas de mar.
Pulgas de mar recorriéndote las manos, pero siendo arrastradas por el viento hasta escabullirse en el océano.
—Aah, es raro —murmuré, y me miré las manos con intriga. Estaban cubiertas de tierra, como si no me las hubiera aseado desde hace horas o días, acompañadas de un extraño cosquilleo al que no le hallé respuesta tras un par de segundos. Pero con la mirada floja y sentado sobre la última roca del pequeño acantilado, muy cerca de nuestra casita de playa, admiré el mar bajo mis pies, situado a unos cuantos metros de distancia y acompañado de una marea baja, pero revoltosa.
Qué frío, fue lo único que pensé.
Tomé una breve respiración hasta sentir una opresión en el interior de mi garganta, y al llevarme las manos por encima de ésta para masajear la zona con extrañeza, unas voces se escucharon a mis espaldas.
—¡Te juro que si das un paso más, o si sobrepasas la primera roca...!
—¿Me acusarás con mamá? No puedes hacer eso, ¡yo soy el rey del mundo entero!
—¿Ah, de verdad?
—Sí, ¡el rey Tritón! —eran las voces de unos niños, una más juguetona que la otra.
—El rey Tritón es del océano, ¡no del "mundo entero"! ¡Así que ya, deja de correr!
—¡No!
—¡Si no lo haces, te acusaré con papá, Sasuke!
Al escuchar mi nombre, voltee automáticamente mi cabeza en dirección a aquellos gritos infantiles, pero una ola de desconcierto me envolvió en cuanto noté que, en realidad, no había nadie.
Sin embargo, aún podía oír sus voces.
—¡Sasuke, ya!
Me levanté de la orilla con incertidumbre para buscar con la mirada el rastro de aquellos niños, quienes continuaban gritando y jugueteando como si se encontraran justo delante de mí. Pero entre su imperceptible presencia y los cosquilleos en mi piel, los cuales comenzaban a extenderse por mis brazos hasta la altura de mi cuello, un súbito mareo me embistió.
