29. Sin criticar

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Se sonrojó y escondió la mirada, negando con la cabeza, como si de verdad el sexo y su intimidad le avergonzaran.

—A veces siento que después del sexo te alejas, que cambias de actitud, como si algo te molestara. Tengo esa loca sensación de que lo haces por obligación.

Lexy se sonrojó más, pero no de vergüenza, sino de rabia. Y, sin embargo, odiaba hablar de sexo, pues se había criado en una familia muy decorosa, tuvo que hacerlo, porque no estaba dispuesta a dar otra impresión, mucho menos una que no era.

—No, Joseph, no lo hago por obligación y si cambio de actitud es porque así me han tratado siempre.

—¿Así cómo? —insistió él, ansioso.

—Así... —repitió ella y los ojos se le humedecieron. Joseph tuvo un fuerte dolor en el centro del pecho y se sintió peor al ver que, con su curiosidad, estaba hiriéndola—. Esteban no es muy dulce que digamos... después llegaste tú y tampoco eres así... cariñoso o dulce...

Lexy se calló para no arruinar el momento. A veces su lengua se pasaba de suelta y, no obstante, estaba atemorizada del modo curioso en que Joseph seguía viéndola, se atrevió a mirarlo. Tímida al principio, pero cuando captó que el hombre estaba esperándola, se armó de valor y se perdió en su oscura mirada.

—¿Cómo fue tu primera vez? —interrogó él sin temor y Lexy abrió enormes ojos ante la duda de su compañero.

—Fue co-con Esteban y después de que acabamos, se fue a su casa —reveló y Joseph entendió muchas cosas—. Estaba ebrio y yo dormida. Fue después de una fiesta en casa de mis padres.

—¿Lo disfrutaste? —preguntó él.

Lexy se echó a reír tras su pregunta y se derritió en el asiento mientras se acomodó los zapatos con prisa.

—Creo que jamás había tenido sexo —reveló con los ojos clavados en sus pies, mientras se ataba las agujetas de sus zapatillas deportivas.

—Lexy...

—No sientas lástima, por favor. Lo único que no necesito es lástima, menos de ti —pidió ella de mal humor y continuó—: Yo accedí a acostarme con Esteban porqué pensé que las cosas cambiarían, pensé que sería como en las malditas películas románticas que veía cuando niña. Todo es mi culpa por ser tan tonta.

—No, por favor, no te culpes por eso —reclamó Joseph y la obligó a mirarlo—. No es tu culpa, Lexy, es de Esteban. Es un idiota, no tiene idea de lo que se ha estado perdiendo —musitó y le besó la boca con ganas. Ella separó los labios y Joseph aprovechó el momento para meterle la lengua y recorrerle el paladar, fundando un sinfín de cosquilleos por toda la boca de la muchacha—. Entonces te quité la virginidad —alegró él moviendo las cejas y Lexy se carcajeó para luego negar con la cabeza—. Sí, acabas de decir que no habías tenido sexo...

—Sí he tenido sexo, pero nunca me sentí tan participativa como ahora...

—Me alegra —musitó él y la volvió a atrapar entre sus brazos para regarle un sinfín de besos por todo el rostro, besos que la hicieron reír de gozo—. Tendremos unos cuantos días para probar cuán participativa eres —ronroneó sobre sus labios y Lexy pensó que se iba a desmayar tras la insinuación del hombre—. Pero te voy a pedir un solo favor y quiero que intentes ser más segura de ti misma.

—¿Qué cosa? —consultó ella con horror.

De pronto empezaba a temer por las maniáticas ideas de Storni.

—Yo no te voy a criticar por el sexo, Lexy. No te voy a reprochar si estás caliente o no y tampoco voy a mirarte con repulsión si te quieres engullir mi pene —dijo con soltura y la muchacha frente a él se quedó paralizada y enmudecida; casi como una estatua—. Muy por el contrario, linda, quisiera que te liberaras y que hicieras todo eso que tienes en la cabeza —musitó, guiñándole un ojo. Lexy se sintió emocionada otra vez, muy excitada y motivada—. Yo no te voy a hacer daño, Lexy, te voy a cuidar y me voy a encargar de que te diviertas en este viaje, pero te quiero aquí, conmigo y completa. No quiero tu cuerpo aquí y tu mente en otra parte.

Lexy se rio con vergüenza y negó otra vez, ocultando su mirada y tocándose las manos como siempre solía hacer y se apoyó en el sofá del auto, todo para mirar a Joseph con puerilidad.

»Esa cara que pones, de niña buena y traviesa, me produce enormes deseos de follarte en cuatro patas hasta tener hipo —confesó y la cogió del cuello para plantarle un apasionado beso en la boca.

—Hazlo, por favor —jadeó Lexy en sus labios y gimió excitada cuando el hombre metió su mano por su entrepierna y la acarició completa.

—Mierda, así me gusta —alegró Joseph excitado de verla así, tan dispuesta que ya estaba listo otra vez para hundirse en su ahuecado interior hasta perder la cabeza.

Se bajó los pantalones que, con tanto cuidado se había acomodado y, con una simple mirada le ordenó a Lexy que hiciera lo mismo.

—Joseph, acabamos...

—Y comenzaremos otra vez —dijo él con la voz más ronca de lo normal y observó a Lexy sonreír dulce—. Móntate... —pidió con prontitud y la joven se deshizo de su pantalón entre risas que la mostraron tan liberal como feliz.

La jovencita dudó de cómo llegar a él y se tocó la barriga producto de los nervios que sentía.

»Ven, linda, de frente, quiero verte —susurró él más dócil y tomó sus manos para invitarla a montarse a horcajadas en sus piernas, como habían iniciado la primera vez.

Lexy se subió con facilidad, demasiada para la torpeza que la acompañaba, pero su verdadera esencia quedó expuesta cuando se movió ágil sobre él y terminó golpeándose la cabeza con el techo del auto.

Terminaron riéndose de lo tarda que resultaba y se besaron entre ruidosos gemidos cuando la penetración llegó por segunda vez en aquella madrugada.

Lexy se meció adelante y atrás un par de veces y tuvo que clamar ruidosamente para expresar lo bien que se sentía su cuerpo. Un calor intenso los recorrió por igual y, si bien, afuera caía una fina lluvia sobre ellos, no sintieron frío, solo ardor por poseerse.

Sus bocas nunca se separaron y sus lenguas se rozaron con descaro mientras Lexy siguió engulléndose el miembro del hombre y meciéndose sobre sus piernas, buscando un compás que la llevara a su propio deleite.

Con los pies se impulsó para ir más deprisa y entendió que tenía el control cuando el hombre se dejó caer rendido sobre el sofá del coche y la miró con los ojos brillantes, acompañando todo con gemidos roncos que brotaban de su garganta.

Se olvidó entonces de esas viejas costumbres que mantenía para el sexo y se descubrió a ella misma, a una Lexy más relajada y menos complicada. Se dejó llevar alrededor de Joseph y permitió que su cuerpo lo gozara tanto como lo deseaba.

Sacudió sus caderas con movimientos largos y recorrió toda la longitud de su miembro en infinitas ocasiones, generando que Joseph se arqueara de placer bajo su cuerpo.

—Sí, linda, sigue —rogó Joseph cuando Lexy cambió los sonoros saltitos por un roce más profundo e intenso.

»Más adentro —gimoteó hambriento de hundirse con más profundidad—. Sigue, linda, fóllame... fóllame, Lexy —demandó y la aludida se movió entonces con más fuerza.

Se aferró de sus hombros para coger impulso y contorneó las caderas con tanta sensualidad que el hombre bajo su cuerpo no pudo resistir más y se corrió con tal potencia que tuvo que bramar y contener los quejidos que acompañaron a su áspero eco.

La muchacha lo acompañó pocos segundos después y entonó cadenciosamente un sinfín de gemidos que fueron al mismo ritmo de sus movimientos: lentos, largos y sumamente sensuales. Alargaron el orgasmo mientras se besaron y Lexy siguió meciéndose sobre su miembro, sintiéndolo aún en su interior a pesar de toda la humedad que brotaba desde su centro.

A diferencia del encuentro anterior, Lexy no lo abandonó con tanta prisa y disfrutó de sus besos y de su cuerpo hasta que el sudor que ataviaba su piel se enfrío y una ola de frío y realidad llegaron para recordarle el lugar en el que se hallaban.

Siempre míaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu