Domingo

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Tal vez Chiara debería haber comenzado por preguntarse cómo demonios había llegado al fondo del mar si minutos antes se encontraba tocando la guitarra en un evento escolar, pero en ese momento le pareció de lo más lógico que al volver a su camerino se encontrara con aquella puerta hacia el océano. A mitad de su recorrido entre un montón de peces de muchos colores sintió que su rostro se humedecía y frunció el ceño, molesta; ¿por qué de repente tenía toda la cara mojada? ¿Quién se atrevía a mojar el agua? Quiso levantarse para protestar y reclamarle a quien fuera, y entonces fue que abrió los ojos y se encontró con Leia recostada encima de ella, lamiendo su rostro y moviendo la cola.

—Tiene sentido —susurró para sí misma, cerrando los ojos de nuevo al comprender que estaba soñando.

Somnolienta, llevó una mano al lomo de Leia para comenzar a acariciarla. La otra mano la estiró hacia el costado, pero al encontrarse con el otro lado de la cama frío y vacío, volvió a abrir los ojos, alarmada. Violeta no estaba ahí, y a juzgar por la ausencia del calentito de su lugar, no le costó adivinar que se habría levantado hacía rato. Con la misma mano libre rebuscó su teléfono entre las sábanas para ver la hora, 09:53, y eso no hizo más que confundirla más. El día anterior Violeta se había despertado casi media hora más tarde que ella, pero ahora parecía que era todo lo contrario.

Tras darle una palmadita a Leia, se la quitó con suavidad de encima para poder salir de la cama e ir a buscar a Violeta. Después de comprobar que no estaba en el baño ni en su habitación, escuchó voces provenientes de la cocina y hacia allí se dirigió. Planeaba hacer una gran entrada triunfal al notar que se trataba nada más y nada menos que de sus dos personas favoritas en todo el mundo, su abuela y Violeta, pero justo cuando llegaba escuchó algo que la hizo detener sus pasos de repente, sin atreverse a interrumpir la conversación. En lugar de entrar a la cocina, entonces, prefirió esconderse detrás de la puerta y escuchar un poco más.

—Abuela, ¿es cierto que Chiara hablaba mucho de mí? —había preguntado Violeta.

—Si con eso te refieres a todo el tiempo, entonces sí —respondió la abuela, y Violeta soltó una risita—. Siento que ya te conocía por tanto que me habló de ti.

—También me habla mucho de usted, así que creo que entiendo.

—Espero que te hable bien —agregó la abuela con una risa suave.

—Oh, definitivamente —le aseguró Violeta, y Chiara podía imaginar su expresión dulce—. Me moría de ganas de conocerla, y de probar su comida también.

Ambas se rieron con aquel comentario.

—Yo también quería conocer a la muchachita que tanto le gustaba a mi nieta —confesó la mujer, y Chiara se sonrojó desde su escondite—. Esa que la quería lo suficiente como para preguntar mi nombre y mandarme saludos por la radio.

—Es verdad, que hice eso... —balbuceó Violeta, Chiara suponía que estaba sonrojada también—. Me dijo que usted iba a escuchar el programa y que me esforzara para impresionarla, no le iba a fallar.

—Ah, te dijo eso entonces... eres una buena chica, haciendo esa clase de cosas por mi Chiara.

—Es lo mínimo que puedo hacer —dijo Violeta, o eso creyó Chiara, pues su voz había bajado considerablemente el volumen—. Su nieta es muy importante para mí...

—Es la niña más bonita y buena del planeta, ¿verdad? —presumió la mujer, riendo.

—Es la mejor persona que he conocido —respondió Violeta, completamente seria.

—Eres un encanto, Violeta —festejó la abuela—. Ya entiendo por qué Chiara te quiere tanto.

A Chiara le provocó un especial tipo de cosquillas en el estómago escuchar la risita tímida de Violeta. No le costaba nada imaginarse sus orejas pequeñas todas rojas, y su sonrisa ancha levantándole los pómulos. Comprendía lo que estaba sintiendo, ella misma se sentía igual de "dkajsskdajkd" en ese momento, mordiéndose el labio para no reírse o soltar algún ruido inhumano. Ahora que había escuchado todo eso, no estaba segura de poder entrar a la cocina sin saltarle encima a Violeta para abrazarla y darle todo el amor que se merecía... y no hizo falta que lo pensara demasiado, de todos modos, pues de repente llegó Leia y le saltó encima, haciendo que trastrabillara hacia atrás y chocara contra la puerta del susto.

Número equivocado! (KIVI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora