Domingo

3.1K 236 11
                                    


Cansada, Violeta se dejó caer de rodillas mientras soltaba el aire en un jadeo. A pesar del frío que hacía fuera, ella se moría de calor, incluso sudaba. Se secó las gotas de sudor de la frente, corriéndose un poco el cabello del rostro para evitar que se le pegara, y finalmente terminó de acostarse, todo piernas y brazos desparramados a los lados. Tana se sentó a su lado con un poco más de cuidado y le ofreció una botella de agua, la cual rechazó nada más por pereza de volver a sentarse.

—Te estás oxidando, Vio —bromeó la menor, ganándose un bufido de su parte—. ¿En qué estás pensando?

—¿Huh?

—Hemos repetido todo mil veces porque no paras de equivocarte —comenzó a decir Tana, sonriéndole con sorna—, parece que estás distraída pensando en otra cosa.

— He calculado mal el espacio y te he chocado unas veces, no exageres. La rutina es nueva para mí y sabes que bailar no es lo mío...

— Tus amigas tienen razón, qué lenta eres —se mofó la menor, riéndose sin descaro, y se levantó del suelo para mirarla desde arriba—. Estoy provocándote para que hables, pero no entiendes indirectas, sólo te enfadas y te pones bruta...

—¿Para que hable de qué? ¿Qué indirectas? —preguntó ella, frunciendo el ceño por la confusión.

Tana no respondió de inmediato, sino que se alejó unos pasos de ella, riendo, y comenzó a estirar. Violeta suspiró, incorporándose hasta quedar sentada en el suelo, y miró a su hermana a la espera de una explicación que no llegaba. Lo único que se escuchaba además de la música aún saliendo del altavoz, era la llovizna suave golpeando contra la ventana y en la calle. Habían pasado las últimas tres horas en el estudio, practicando una rutina que Tana iba a presentar en un show de talentos de su instituto con su mejor amiga. Y para variar, Violeta tenía la mente volando a la noche anterior en su cuarto, lo cual le impidió concentrarse.

—¿Por qué estás evitando a Chiara? —inquirió de repente Tana, mirándola de reojo, haciéndola volver a la realidad—. Porque eso estás haciendo, ¿verdad?

—¿Por qué lo haría? —preguntó en lugar de responder, ahora totalmente ofendida—. ¡No la estoy evitando! ¿De dónde has sacado eso?

—Lo he deducido cuando has dicho que viniéramos las dos solas —murmuró antes de volver a concentrarse en su elongación—. Lo he confirmado viendo lo torpe y distraída que has estado todo el tiempo...

—¿Está mal que quiera pasar tiempo contigo y ayudarte con tu rutina antes de que vuelvas a casa? —volvió a preguntar Violeta, levantándose para comenzar a estirar también—. No estoy evitando a Kiki, ella está pasando la tarde con su primo... y cuando cojas el avión a Granada, iré a buscarla de nuevo.

—Entonces no estás actuando raro hoy —concluyó Tana, poco convencida—. No estabas siendo rara con ella en la comida, ni estabas distraída bailando, ni estás evitando a Chiara desde que te has levantado...

—¿Desde cuándo eres tan metida, Tanita? —preguntó entre dientes, forzando una sonrisa mientras rodeaba el hombro de su hermana con un brazo—. Lo que sea que quieras decir, hazlo sin enredarte tanto.

—¿Por qué me has usado de excusa para no pasar la tarde con Chiara? —soltó entonces la chica, sin anestesia—. Pensaba que ella te gustaba.

La sonrisa en el rostro de Violeta se disolvió en un parpadeo, reemplazada por una expresión a medio camino entre la sorpresa y un poco de vergüenza, acto seguido se alejó de Tana tan rápida como si su piel quemara. Por un momento dudó si responderle con honestidad, porque Tana evidentemente sabía más de lo que ella creía y parecía estar bien con eso, pero eso no hacía que hablarlo fuera más fácil, ni que fuera menos vergonzoso. Sin embargo, al ver la mirada curiosa en los amorosos ojos enormes de su hermanita, suspiró con pesadez y se giró a mirarla, armándose de valor.

Número equivocado! (KIVI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora