Sábado parte 3

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Bien, Violeta supo desde el principio que ver una película de terror era una mala idea. No era una tonta de remate, se conocía bastante bien y sabía a ciencia cierta que se pondría en ridículo frente a Chiara al chillar como una loca cada vez que pasara algo remotamente tenebroso. Y también sabía que luego tendría pesadillas, lo que la llevaría a moverse más de la cuenta en sueños, como si no se moviera ya lo suficiente normalmente. Sabía todo eso, sí. Aún así, siendo la simple y débil mortal que era, no se pudo resistir al puchero de Chiara y terminó por aceptar someterse a esa tortura sólo porque ella se lo había pedido... y en ese momento, cuando ya estaban a pocas calles de su casa, comenzaba a arrepentirse.

Chiara, sobraba decirlo, venía sumergida en su mundo de fantasía y felicidad total, hablando de lo mucho que se había divertido. Violeta la escuchaba sin compartir tanto su entusiasmo, no porque no acabara de pasar también una excelente tarde, que sí lo había hecho, sino porque le preocupaba un poco quedar en vergüenza frente a Chiara por ser demasiado asustadiza. Si bien solía bromear bastante con la chica sobre ser miedosa, dejar que la viera de esa manera era una historia muy distinta... pero sospechaba que ya era tarde para arrepentirse, y ciertamente no quería arruinar la diversión para la menor.  

—Estoy segura de que ahora me van a preguntar por ti todos los días —anticipó Chiara, ya buscando la llave para entrar—. Y si vienes de visita de nuevo, van a querer que hagamos algo con ellos sí o sí.
 
—No tendría problema con llevarlos al parque de nuevo —aseguró Violeta, enternecida con la idea—. O a cualquier parte, claro. Al museo, al cine, a un acuario... donde sea que quieran ir.
                   
—¡Al museo! —exclamó Chiara con emoción, poniendo una expresión soñadora—. Amaría ir al museo, llevarlos contigo.
                     
—Para la próxima, entonces —prometió, y finalmente llegaron a casa.
 
Con la enorme sonrisa que puso Chiara, Violeta terminó de estar segura de que no podía ni quería arruinarle la diversión nunca en la vida. Aquella mocosa podría pedirle que se tirara hacia el centro de un volcán que Violeta lo haría sin dudarlo, todo con tal de complacerla y ver aquella radiante sonrisa, tan bonita y especial, tan única. Rayos, pensó entonces. En serio me tiene comiendo de la palma de su mano. Y aquel pensamiento tan poderoso fue lo que inundó su mente mientras Chiara abría la puerta y se agachaba para quitarle la correa a Leia. 
                   
—Ve a tomar un poco de agua, Leia —le sugirió al animal, acariciándola detrás de la oreja—. En un rato te toca cenar.
                     
—Conque eres tan osada como para darle órdenes a la reina Leia, ¿eh? —bromeó Violeta, ganándose un chasquido de lengua por parte de la menor—. Increíble. 
                   
Después de reírse del chiste tonto, ambas se dirigieron al salón, cayendo simultáneamente sobre el sofá. A pesar de que el mismo tenía lugar más que suficiente para las dos, Chiara parecía no conocer el concepto de "espacio personal", pues gravitó hacia Violeta como si fueran dos imanes, pegándose por completo a ella y acomodándose encima. Por supuesto que para Violeta eso estaba muy lejos de ser un problema, de modo que no tardó en levantar un brazo para rodear por el hombro a la menor, y así fue que terminaron abrazadas y listas para ver un poco la televisión en lo que se hacía la hora de cenar. No pasó mucho tiempo para que Leia se uniera a ellas, saltándoles encima y recostándose en el regazo de ambas. 
                  
Después de un breve maratón de episodios de una serie que echaban por la tele a esa hora, y a tiempo para cuando el padre de Chiara llegaba con dos pizzas, el estómago de la menor crujió anunciando que necesitaba una pausa para comer algo. Para la sorpresa de Violeta, el padre de Chiara había traído unas latas de cerveza y, aunque beber alcohol no estaba en sus planes, no pudo negarse cuando el hombre le ofreció una.

—No me gusta la cerveza —se quejó Chiara—. Huele fatal.
 
—Tú hueles fatal —dijo su padre mientras reía, revolviéndole el cabello  y ganándose un reclamo. 

Número equivocado! (KIVI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora