Capítulo 9 (I)

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La primera noche en el departamento fue difícil dormir. Las pesadillas me asediaron. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuve una habitación propia y, aunque le agradecí a R por la oportunidad y todas las comodidades que puso a mi disposición, no dejé de sentirme intranquilo e incluso incómodo.

Solía sentirme más tranquilo durante el día, quizás porque me entretenía entre pláticas y videojuegos con R. Las cosas no variaron la segunda noche y mucho menos la tercera. Era quizás la una de la madrugada cuando desbloqueé la puerta y salí hacia la cocina con cautela por algo de tomar. No deseaba despertar a R, después de todo, era un policía, tal vez estaba exhausto.

Sin embargo, me asusté y casi se me cayó el vaso de agua al sentir un apretón sobre mi hombro. Giré por inercia en un salto y vi a R levantar ambos brazos como señal de rendición. Suspiré aliviado, aunque mi respiración siguió desenfrenada un rato más.

—Perdón por asustarte —me dijo en medio de risas bajas—. Escuché ruidos en la cocina y vine a revisar.

—Lo-lo si-siento, no po-podía dormir.

R rio en bajo por mi nerviosismo y me guio hacia la barra con mi vaso de agua, mientras él regresó a la cocina para prepararme una leche caliente especial que me ayudaría a dormir.

—R, no tienes que hacerlo —le dije en bajo, un poco nervioso—. De verdad, el agua será suficiente. Gracias.

—Para mí no es molestia, pequeño. Además, te hará bien, has pasado tres noches de mierda. —Sus palabras me hicieron reír y tomé otro sorbo de agua, él continuó—: Dormirás como tronco y despertarás con bríos para un nuevo día, ya lo verás.

Sin importar cuánto me negué, R siguió adelante, batiendo la leche en la cacerola conforme se calentaba. Sonreí y decidí caminar hacia el ventanal. Pese a la hora, aquella ciudad parecía no dormir; la cantidad de luces, colores, reflectores y marquesinas resultaba impresionante. Me hizo pensar en algunas escenas de películas de Las vegas que llegué a ver con Felipe.

Suspiré, fastidiado, y acabé mi vaso de agua. Todo me hacía pensar en él. Era ese el mayor de los motivos para mi insomnio: recordar su cariño, sus juegos, lo bien que siempre me hizo sentir y luego cómo me dio la espalda.

—Toma, Ángel.

La voz de R me devolvió a la realidad y sonreí en respuesta al recibir la taza de leche caliente.

—Gracias, de verdad, no tenías que hacerlo.

—Tú, tranquilo, Ángel. Necesitas descansar.

Chocamos nuestras tazas como una especie de brindis lácteo, propuesto por él, que me hizo reír. Me dediqué a ingerir todo el contenido con cuidado de no quemarme, mientras contemplaba las luces. Le escuché hablar sobre los planes para los próximos días. Quería aprovechar su semana libre en formalizar todo el asunto de mi identidad, también buscar una escuela y quedé sorprendido cuando dijo que tendría mi propio chófer.

—¿No es demasiado, R? —repliqué en medio de un bostezo, al parecer, él tuvo razón, esa leche era mágica porque empecé a sentirme bastante somnoliento. Lo vi sonreír antes de sostenerme porque perdí el equilibrio.

—No conoces la ciudad y podrías perderte, además, tampoco estaré siempre aquí —respondió tranquilo—. Te llevaré a tu alcoba, Ángel.

Quise negarme y forcejear con él cuando empezó a cargarme, pero no pude. Permanecer despierto resultó muy difícil, ni siquiera algo tan simple como controlar mi mano logré hacerlo.

—No... de-deja... —Un nuevo bostezo me interrumpió y ya no fui muy consciente de nada.

Aquella noche soñé con Felipe, ¿cómo si no? Mi mente divagó entre recuerdos que iniciaron por la finalización del trabajo para la señora Rusell. Aquel día descubrimos que ella pertenecía al departamento de recursos humanos en la constructora Murano y dado que quedó fascinada con lo que hicimos, aunado a las excelentes referencias que Feli traía, le ayudó a postular para un empleo.

Entre sombras y sueñosTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon