29 | Un mensaje para ti

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29 | Un mensaje para ti

Scarlett

Noto sus dedos ascendiendo por mi brazo antes de abrir los ojos. Finjo seguir durmiendo mientras sus caricias se detienen en mi clavícula, y luego cierro los ojos con más fuerza, tratando de disimular una sonrisa. Un ligero gemido escapa de mis labios mientras intento despertarme.

Respiro profundamente, tratando de espabilarme y cuando abro los ojos lo encuentro observándome. Verlo recién levantado, con el cabello revuelto y esa pijama de médico, despierta un sentimiento cálido en mi pecho. La luz que entra por la ventana sugiere que aún es temprano, quizás ni siquiera las siete de la mañana.

Chris sonríe mientras aparta el cabello de mi rostro y me besa en la frente. Me estremezco ante su cercanía, consciente de cómo acelera mi corazón.

—Buenos días, dormilona —susurra con su voz ronca, rodeándome la cintura con el brazo —¿Cómo estás?

Su proximidad hace que mi corazón lata aún más rápido.

—Te dije que podríamos habernos ido ayer, pero preferiste dormir —respondo con una sonrisa.

—No teníamos forma de regresar a casa a las dos de la madrugada.

Me siento en la camilla, abrumada por la sensación de irrealidad de la situación. No puedo evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en la incomodidad que pasó durante la noche.

—Lo siento mucho, Chris —murmuro, desviando la mirada hacia mis manos entrelazadas en mi regazo—.  No deberíamos estar aquí. Me siento culpable de que estés pagando un hotel tan caro y terminemos durmiendo en una camilla de hospital.

—Bueno, tuve una almohada muy suave, así que no me quejo —responde con una leve risa

Justo en ese momento, la puerta se abre y entra un doctor, quien dirige una mirada de interrogación hacia Christopher.

El doctor debe haber notado lo mismo que yo: está vestido como si fuera un médico. ¿De dónde sacó eso? Antes de que pueda hacer más suposiciones, Christopher se adelanta y se presenta.

—Buenos días, doctor. Soy Christopher Ashford —dice con calma, como si vestir una pijama de médico fuera algo completamente normal para él.

—¿Ashford? —el doctor repite, evidentemente sorprendido por la coincidencia.

—Sí, mi hermana ha hecho unas cuantas donaciones. No sé si la conoce, Caroline Ashford.

—Oh, sí, claro —responde el doctor con una expresión que denota reconocimiento—. ¿Cómo puedo ayudarlos hoy, señor Ashford?

Me sorprendo por la facilidad con la que Christopher logró pasar desapercibido ante el doctor. Me pregunto cómo pudo salirse con la suya, pero me quedo callada, impresionada por la astucia de mi compañero.

—Doctor, mi mujer tuvo un accidente ayer y la trajimos aquí para observación, pero no estoy seguro de si ya podemos irnos —explica Christopher con seriedad, señalándome.

¿Cómo me acaba de llamar?

El doctor se acerca a mí y me revisa, haciendo algunas preguntas sobre cómo me siento. Después de unos minutos, asiente con satisfacción.

Mi mente volvió sobre la última palabra: "su mujer". Siento el calor en las mejillas.

De acuerdo, eso... Eso es... Nunca he sido la mujer de nadie. Y, a juzgar por el revoloteo que siento en el estómago, un poco me ha gustado. Ay, por Dios. Me ha gustado mucho. Aunque sea falso.

Corazones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora