Capítulo 44.

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NOTA IMPORTANTE AL FINAL

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EXQUISITA RAPSODIA

Santiago

—Tenemos un problema demasiado gordo. Tan gordo como el oso que tienes en Oymyakon —espeta Jake al entrar a la sala donde miro el plano arquitectónico de la base paramilitar de Stavros Constantinou que me envió mi ingeniero constructor de confianza, es decir, Diego Cantú alías Morte.

—¿De qué vergas hablas?

—Lo que pasó con tu teniente descarada y el imbécil de Monstruo no fue un accidente, sino una emboscada.

—Eso lo sé —alzo mi ceja porque esa información se la di hace un par de horas cuando revisé las cámaras de la ciudad—. Alguien de la base tuvo que haberle dado el pitazo a Constantinou de que militares mexicanos iban hacía él.

—Y estás en lo correcto —dice Jake, sacando su celular para enseñarme un vídeo pausado donde sale el comandante Panteli con un teléfono militar pegado a su oreja. Todo empieza a girar en mi cabeza—. Quién dio la orden fue Andros gracias a un acuerdo que tuvo con Fawas Makhlouf.

Mi ceja sufre un tic.

—¿Qué vergas has dicho?

—El presidente sirio se alió con Panteli para ayudarlo a cumplir su venganza hacia Stavros Constantinou.

El rubio en quien más confío reproduce el vídeo que me enseña. En él aparece la conversación de lo que me ha resumido anteriormente sumado a datos nuevos que me embravecen. Durante exactamente quince minutos escucho como Andros Panteli conversa con el presidente de Siria e incluso ríe ante lo que este dice. El tic en mi ceja empeora.

—¿Estás diciéndome que deseas joder a tres ejércitos extranjeros solo porque ya te ayudaron a darle una lección a Ahmed Makalá quién desvirgó a la hija que ibas a matrimoniar con el hijo del presidente turco?

—Así es.

—¡Pues vaya! —ríe el comandante, recargándose sobre el escritorio—. ¿Se puede saber qué te hizo México, Rusia y Estados Unidos para que decidas matarles a tantos soldados?

—Los presidentes de Estados Unidos y México me gastaron una broma demasiado pesada cuando éramos adolescentes y juré vengarme el día que tuviese poder —explica Fawas, mi ceño frunciéndose.

—¿Y Rusia?

—El general supremo asesinó a mi esposa la cual estaba embarazada de mellizos.

—Vaya, qué fuerte.

—Fuerte será lo que ellos experimentarán cuando les llegue la noticia de que sus malditos soldados murieron —gruñe el presidente sirio, calentándome la sangre porque esto no puede ser verdad—. Desearán jamás haberse cruzado en mi camino ni haberme hecho derramar lágrimas. ¡Quiero que se pudran en dolor, tal como me ha pasado a mí por sus malditas culpas!

Un silencio se instala entre ambos antes de que Panteli pregunte algo que me está carcomiendo la cabeza desde que Jake me dijo tal asquerosidad de alianzas.

—¿Puedo continuar con el trato que deseo proponerle a Makalá o hacerlo termina con nuestra alianza?

—Mientras no me traiciones —dice el presidente sirio en tono mordaz—, y cumplas con lo que te ordené, por mí haz negocios con él si te interesa.

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora