Capítulo 2

10.9K 722 92
                                    

PADRE SOLTERO

Santiago

El gélido viento de Novosibirsk sopla con fuerza como un rabioso lobo y se filtra por la ventana que tengo ligeramente abierta en mi habitación designada aquí en la base militar de la FESM.

Intento no temblar puesto que es un clima al cual estoy acostumbrado, pero mi cuerpo me juega una mala pasada logrando que incluso mis dientes castañeen cuando la brisa me acaricia la húmeda piel de la espalda ya que terminé de ducharme hace nada y continúo desnudo.

Se supone que ya debería estar en el avión rumbo a México, pero el protocolo posterior a un operativo como el que tuvimos en Ucrania me detuvo más del tiempo necesario. Hicieron exámenes físicos y psicológicos, pero fue el primero el que me jodió reteniéndome en una camilla del hospital durante días pues fue tanta la adrenalina que sentí en el campo de batalla que no registré cada puñetera bala que ingresó a mi cuerpo.

Veinte, esa fue la cantidad de plomo que me rozó el cuerpo entero y la mitad de ellas se quedaron incrustadas entre los músculos. Tuvieron que intervenirme quirúrgicamente para extraerlas, me doparon de medicamento y apenas desperté hace un par de horas en donde no dudé en arrancarme las agujas que tenía en los brazos y manos junto a unos electrodos en el pecho. Los enfermeros y guardias de seguridad intentaron detenerme, pero soy un bastardo obstinado que cuando se propone algo, lo cumple.

Con evidente dolor atravesándome cada músculo, empiezo a vestirme con ropa cómoda porque el vuelo será largo.

Suelto un resoplido al terminar y entonces arrojo las prendas que me llevaré para ir pasando el rato mientras me acoplo.

Tomando el celular último modelo que mandé a que me compraran hace treinta minutos, reviso algunas noticias, en su mayoría del mundo bélico y criminal, pero hay una que me llama la atención así que la leo en voz alta.

—El presidente sirio, Fawas Makhlouf, hizo un llamado urgente al presidente mexicano Román Morgado solicitando su ayuda para combatir el crimen organizado que está aterrorizando Siria pues los batallones americanos que el presidente Lucien Fairbanks mandó no son suficientes. —Mis cejas se alzan en asombro ante lo que leo—. A solo horas de la petición, un regimiento militar de mil quinientos hombres al mando del coronel Esteban Morgado, primogénito del presidente mexicano, desplegó generando impacto a nivel global pues es la primera vez que ocurre una reacción inmediata ante una solicitud de petición.

Sigo leyendo la noticia asombrándome de lo bien que están hablando de la base militar que pronto estará bajo mi mando y esbozo una sonrisa al leer tantos buenos comentarios donde enaltecen el país que un día me pertenecerá.

Apago la pantalla cuando termino la noticia y arrojo el móvil al interior de la maleta, pero de pronto irrumpen mi habitación soltando una verborrea tan apresurada que solo logro captar fragmentos de la oración. Frunzo el entrecejo y tenso la mandíbula.

—¿Qué vergas has dicho? —espeto mirando con incredulidad a Maximiliano Romanov, el general supremo de la base militar donde radico desde hace ocho años.

—Irás a Medio Oriente antes de que te vayas para México, Santiago —vuelve a repetir, mi ojo temblando en un tic.

—¿Y cómo por qué vergas haría yo esa pendejada? —alzo mi ceja—. ¡Ya tengo el vuelo comprado y, por sí no lo miras, también tengo la maleta lista!

—Porque soy tu jefe y me haces caso —riñe, haciéndome achicar los ojos. Maximiliano bufa y tiene la osadía de sentarse en mi jodido sofá—. Necesito tu ayuda, joder. ¿Quieres que te ruegue? Vale, lo haré. Por favor ve a Medio Oriente, Santiago. Cosas turbias están pasando en aquel rumbo y nuestros colegas militares nos necesitan incluso cuando no han pedido ayuda.

Tornado (Libro 1)Where stories live. Discover now