Capítulo 12

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BELLEZAS COMO TÚ

Vicenta

De todos los rusos que vinieron al país para ayudarnos con el operativo, tenía que venir justamente el coronel Bestia tras de mí.

Debo admitir que me asusté cuando vi que me seguían, creí que aquí terminaría mi vida en medio de escombros, pero cuando se quitó el balaclava junto a los lentes pude respirar con normalidad, aunque también me enojé.

Ser la primera en tantear el panorama no es fácil, hay veces donde me tiemblan las piernas al imaginarme muerta, herida o secuestrada por algún terrorista. He pasado por tanto en mi vida que lo último que deseo es sentir más dolor. Sin embargo, elegí ser francotiradora y ahora me toca bancarme los temores e implorar a la señora Luna que me proteja en el camino porque de mí dependen muchos colegas.

La verdad hemos tenido suerte. Antes de venir a Siria leí varios testimonios de familiares de mujeres soldados que jamás volvieron a regresar a sus casas porque son tomadas para el crimen de tráfico de personas. Las prostituyen, drogan, torturan, violan, usan como mulas y las obligan gestar bebés o incluso las usan como armas explosivas.

También miré noticias de tropas enteras desapareciendo o siendo masacradas en los primeros días, de cuarteles siendo explotados por los Rebeldes en donde cientos y cientos de militares pierden la vida. Fue espantoso, me llenó de temor y desesperación, pero también me inyectó valor para ser la que hace un cambio pues deseo demostrarme que si le pones empeño a este juego de supervivencia puedes salir invicto.

Es por eso que, una vez en mi posición, me comunico con Esteban para avisarle los últimos acontecimientos que es la parada final de la combi frente a un establecimiento igual de horripilante que aquel motel.

No parece que haya nadie dentro, pero algo me dice que si aquí se detuvieron es porque seguramente hay un subterráneo donde están algunas víctimas.

Desde mi lugar tengo acceso a un grande vidrio de un edificio contrario por el cual se refleja lo que sucede debajo mío.

Acomodo la ametralladora y a través del lente vislumbro cómo van sacando persona por persona para meterlas al interior.

—Vigila con atención y no pierdas detalle de nada, Sirena —me dice el coronel Morgado, llamándome por mi nombre clave lo cual indica que tiene compañía, su voz retumbando en mi tímpano—. Hacker sigue en su posición.

—¿Ha anunciado irregularidades?

—Negativo, teniente. Ninguna camioneta ha vuelto a llegar y nadie parece salir del motel.

—Es probable que ese motel haya sido la penúltima parada —acoto, tragándome la rabia cuando miro que a patadas bajan a una mujer herida la cuál grita, llora y suplica que la dejen en paz.

—Así es. Ya mismo tengo a Caramelo y Dulce inspeccionándolo. —En pocas palabras, Sandhi y mi cuñada Cindy—. Cualquier información te la haré saber. Ahora dime, ¿algún ruso te siguió? Faltan soldados aquí en el cuartel.

Suelto un bufido.

—El coronel Bestia está aquí.

Y apenas digo eso percibo como el techado tiembla cuando el pesado hombre pega un brinco sobre él. Rápidamente se pone pecho tierra y se desliza a mi lado con su arma.

—Recuerda lo que hablamos. Nada de nombres reales ni datos personales —me riñe y corta la comunicación.

Vuelvo a soltar otro bufido, ignoro al hombre que está codo a codo conmigo y no pierdo el objetivo de mi enfoque porque esto es un juego de habilidad que durante años te adiestran para dominar porque ser francotirador es sinónimo de aprender día a día, de saber concentrarte cuando las cosas se ponen difíciles, de saber cómo adaptarte física y mentalmente a situaciones que por lo general no experimentas en un día normal pues aquí se viene a sobrevivir y buscar salir invicto.

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora