mantequilla

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(El telón se abre para revelar a Ana y Francesco en el escenario, iluminados por una luz tenue que resalta las sombras de sus rostros. Mientras Francesco luce impecable con el cabello peinado, Ana parece desaliñada, con el pelo revuelto y varios moratones visibles en su rostro.)


Ana: (acercándose a él con timidez) Hola... ¿Podemos hablar?


(Finalmente, se revela el rostro de Ana, enrojecido y marcado por los golpes, mientras se acerca a Francesco, quien la mira con arrogancia.)


Francesco: (gritando) ¿Qué quieres?


Ana: Quiero hablar con mi marido.


Francesco: (arrogante) Y yo quiero que limpies, y no lo haces.


Ana: (llorando) Francesco, ya he limpiado, ya he cocinado. Quiero hablar contigo. (Francesco se gira para mirarla) Estoy harta de esto. No me merezco que me odies. No fue mi culpa...


Francesco: (gritando) ¡Sí lo fue! Porque eres pésima para todo. No sirves para nada. Mírate, estás horrible, y lo peor es que Alex tiene que aguantarte como madre.


Ana: (llorando) Alex es mi hija, yo la parí a ella. Y contigo no pude tener un hijo...igual... el problema eres tú¿no crees?


(Francesco le da un manotazo, y Ana cae de rodillas, llorando.)


Ana: ¿Qué ha pasado con el viajero apasionado? Ahora no eres más que un viejo gruñón que encima no tiene ni comparte amor.


(Francesco se levanta furioso y se va, dando un portazo tras de sí, dejando a Ana sola, de rodillas, en el escenario.)


(La escena cambia y Ana está en la cocina, sola, con un delantal envuelto en tristeza. Ha estado cocinando durante horas y, distraída, se quema con la sartén.)


Ana: Maldita mar, estoy harta. (Coge la sartén y la tira al suelo. La comida que estaba preparando queda toda desparramada por el suelo y mancha la pared). Mierda. (Dice en voz baja, mientras las lágrimas le corren por las mejillas.)


(Francesco llega y ve el desastre. Furioso, le dice a Alex que salga de la cocina y se pone a limpiar. Después de limpiarlo, tira toda la comida a la basura.)


Francisco: Ana. (Gritando) Ven a cocinar, ya no has hecho más que ensuciar.


Ana: Pero... (Busca con la mirada los platos de comida y solo ve bolsas de basura. Las lágrimas le caen por las mejillas. Baja la cabeza y asiente.)


Francesco: Así es... (Intentando ocultar su tristeza) Para eso sirves. Voy a por la niña.Ana: Francesco, espera... (Le da un beso amargo en los labios que parece reconfortarla, pero él trata de no parecer afectado) Te... quiero. Lo siento mucho.


(Francesco se gira y se va.)


Ana: (susurrando) No puedo seguir así... (Se queda sola en la cocina, con el peso de la tristeza y el dolor sobre sus hombros.)


(El telón se levanta, revelando a Francesco caminando por las calles de Venecia, su rostro marcado por la tristeza mientras intenta contener las lágrimas que amenazan con escapar. Frente a una casa con el número 7, sus pasos se detienen de golpe. Observa la puerta, donde el número está al revés, y con un suspiro saca unas llaves de su bolsillo para abrir la puerta.)


Francesco: (susurrando para sí mismo) ¿Qué estoy haciendo aquí?


(Sube las escaleras con determinación hasta llegar a una habitación azul. En las paredes, carteles de pintura y un armario de madera se destacan en la penumbra. Francesco se cambia de ropa por un chándal fresco y se dirige hacia un saco de boxeo en un rincón de la habitación.)


Francesco: (llorando) Ana, te amo, pero ¿por qué tiene que ser tan difícil? ¿No ves que todo esto me supera? ya sé que fue culpa mía, ya lo se.


(Sus puños golpean el saco con furia, liberando la tormenta de emociones que lo consume.)(De repente, unos golpes en la puerta interrumpen su catarsis.)


Voz femenina (desde la puerta): Soy yo, Candela.


Francesco: (con brusquedad) ¿Qué quieres ahora?


Candela: Tengo una carta para ti. Es de tu amigo Rossi...


(Francesco se apresura a la puerta y la abre brusquedad, toma la carta, mira a la mujer con deprecio, escupe en sus zaparos y cierra de golpe tras de sí, sin prestarle atención a Candela.)


Francesco: (leyendo en voz alta) "Querido Francesco, tras su propuesta hemos considerado que usted puede adquirir el material que nos pidió, pero debe entregarnos aquello que nos prometió. Le refresco la memoria. Dispone de tres días para darme las pinturas del difunto señor Conte, su padre. Un saludo, su compañero y amigo, Rossi".


Candela (desde fuera): El material estará ubicado en la calle Querini a las siete y media de la tarde... nos vemos allí señor Conte, más le vale tener lo que le piden.


(Con un golpe en la puerta, se retira.)


(Francesco, confundido y abrumado, se levanta y se dirige hacia otra habitación donde encuentra una caja que contiene un lienzo quemado.)


Francesco: Aquí estás. Tenemos que arreglar esto.


(Sale y entra del escenario varias veces, trayendo consigo pinceles, pinturas y lienzos. La tarde avanza por la ventana, marcando el tiempo que queda. Finalmente, se cambia de ropa una vez más, esta vez con un atuendo más casual y gafas de sol, y sale con una maleta repleta de lienzos.)


Francesco: (con determinación) No hay tiempo que perder.


(El escenario está bañado en una tenue luz, mientras Francesco, con su maleta en mano, revisa repetidamente su reloj con expresión ansiosa. Cada vez que lo hace, su semblante muestra una mezcla de impaciencia y preocupación.)


Francesco: (murmurando para sí mismo) Debo apurarme. Esta obligación no puede esperar.


(En un momento de frustración, Francesco, mientras mira su reloj con impaciencia, deja escapar una exclamación en italiano.)


Francesco: Accidenti!(Su voz, cargada de tensión y urgencia, resuena en el espacio mientras continúa su carrera contra el tiempo.)

Admirador Where stories live. Discover now