despertar

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Me levanté, limpiándome las lágrimas, y comencé a dar vueltas buscando un lienzo en blanco. De repente, mi mirada se posó en uno que me resultaba familiar. Recordé haberlo visto entre los bocetos de Lucas. Saqué la libreta y lo comparé; eran exactamente iguales. ¿Cómo era posible que no me hubiera dado cuenta? David, que estaba detrás de mí, miró ambos dibujos.

"Son iguales", dijo emocionado.

Asentí orgullosa, pero el hecho de que alguien hubiera muerto por mi culpa, por mi, me hacía temblar. Descolgué el lienzo y comencé a examinar la pintura. En ella se representaba a Dionisio, el dios del vino en la mitología griega, tumbado en una viña llorando. Lo examiné con cuidado, tratando de no dañarlo, y le di la vuelta. Detrás del lienzo, encontré un sobre con dos cierres. Era algo extraño. Lo despegué con cuidado y luego volví a colgar el lienzo de Dionisio.

Abrí el sobre, temblorosa y con miedo. encontré una caja de cerillas acompañada de una nota. Dejé que David la leyera. La nota decía:

"Este mundo es tan caliente, solo se alimenta de vino y de los placeres y exquisiteces que provocan nuestro pesar. ¿Y cómo se resuelven estos problemas, Alex? ¿Cómo se resuelven? Tal como decía tu padre. ¿Cierto? Si no sabes qué hacer con el mundo, prende fuego, pues es mejor morir viendo las llamas que morir por culpa del hombre."

Una sonrisa se dibujó en mi rostro mientras las lágrimas brotaban. Tomé la caja de cerillas y coloqué el cuadro en el suelo. Olí la pintura; el aroma a alcohol impregnaba todo el lienzo. Encendí una cerilla mientras la biblioteca entera me observaba. Quemé el cuadro y este se fue borrando, desapareciendo su dibujo y revelando su secreto.

"¿Qué es lo que se plasma tanto en los libros como en la pintura?" le pregunté a David. Él miró el cuadro y respondió: "Las historias".

Asentí. "Así que..." comenzó él.

"No, esto no es por Lucas, es por mí. Mi padre murió en un incendio y sus últimas palabras fueron 'ver para creer'", confesé.

"Curioso", dijo David.

"Ver para creer", repetí, observando la pintura que lo expresaba. Con un interrogante en su rostro, David me miró.

"¿Crees que...?" preguntó.

Asentí. Las respuestas comenzaban a darle sentido a nuestra historia, que apenas estaba comenzando...

La situación era cada vez más intensa. Mi teléfono vibró nuevamente y, sin miedo, abrí el mensaje. Esta vez, no había texto, solo una imagen de Lucas sonriendo.

"Lo tengo", escribí. "¿Esto tiene que ver con mi padre y su muerte, ¿verdad?"

El usuario contestó en un instante: "¿Tú crees, princesa? Cuéntame más, conejilla. ¿Qué ves en esto que lo relacione con tu padre?"

Miré la imagen y las palabras corrían en la pantalla. "Es ver para creer. No lo entenderías."

El usuario no respondió y solo se escuchaba mi respiración. Estaba inquieta, esperando haber acabado con este juego mortal que en cualquier momento podría matar a mi amigo.

En el instante en que el usuario respondió, se escuchó un pitido por toda la biblioteca.

"Huye, conejilla, o te chamuscarás", dijo.

Todos salieron corriendo en pánico. David y yo corrimos lo más rápido que pudimos, y detrás de mí, el fuego estalló, causando el destrozo de todo su interior.

La adrenalina corría por mis venas. "Te tengo", dije. David, sin entender nada, me obligó a mirarle.

"Puedes decirme qué está pasando", preguntó.

Admirador Where stories live. Discover now