Capítulo 120 ¿Hombre mezquino o marido protector?

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Por unos minutos, Jake había estado llorando afuera, pero a Debbie le resultaba difícil dejar al  niño en un clima tan extremo. Haciendo caso omiso de la advertencia de su marido, abrió la puerta de la villa y caminó hacia el pequeño, cuya nariz estaba roja por el frío, después de suspirar profundamente, se agachó para susurrar al oído del niño: —Jake, te llevaré dentro, pero tienes que prometerme que dejarás de llorar, ¿de acuerdo?

Para sorpresa de Debbie, el diablillo la empujó con fuerza sin decir nada, lo que provocó que ella se cayera inesperadamente en el suelo helado.

—¡Eres un ingrato, mocoso malcriado! —rugió Debbie, hirviendo de rabia mientras Carlos se adelantaba para ayudarla a levantarse. La mirada sombría en el rostro del hombre cuando la ayudó a pararse fue suficiente para detener el llanto del niño.

Cuando todos pensaron que así se quedaría la cosa, Carlos soltó a su mujer, agarró al niño y lo azotó tan fuerte que le dolió la palma de la mano.

Jake estalló nuevamente en llanto, y esta vez era tan fuerte que ellos temían que fuese a tener un ataque.

Muerta de miedo, Megan corrió e intervino tirando a Carlos a un lado, de pie entre él y el niño, ella imploró: —Tío Carlos, la madre de Jake está atascada en el tráfico, pero debería estar aquí en una hora, ¿puedo llevármelo de aquí, por favor?

—¡No, no puedes! —Carlos gruñó con indiferencia. —Si estás preocupada por el niño, ¡puedes quedarte aquí y esperar con él!

Carlos nunca había estado tan enojado con Megan. Pero hoy, él se había molestado con ella una y otra vez, que la chica se preguntaba qué había pasado con ese hombre que la mimaba tanto. Haciendo memoria, Megan recordó que el otro día Carlos también la había avergonzado al dejarla plantada en la fiesta, había sido el hazmerreír de mucha gente por eso. Con sólo pensarlo, la ira consumió sus ojos, sin embargo, no había mucho que pudiera hacer, considerando que Carlos tenía autoridad sobre ella, con profunda decepción, abrió su boca y la cerró involuntariamente, como si fuera a decir algo pero no le salían las palabras.

A estas alturas, el niño había llorado tanto que estaba jadeando por respirar, con una mirada feroz, Carlos lo miró y le ordenó. —¡Cállate y pídele disculpas a mi esposa!

El niño aterrorizado corrió a esconderse detrás de Megan, ante su grito indiferente y amenazador.

Irritado por la necedad del pequeño mocoso una vez más, Carlos lo sacó y gruñó: —Lo diré una vez más, ¡pídele disculpas a mi esposa!

Resignado, el pequeño se volvió hacia Debbie y tartamudeó entre sollozos.

—Lo siento, buuu... buuu... Mami, ¡quiero a mi mami!

Después de que se disculpó, Carlos lo puso en los brazos de Megan y le advirtió. —¡No quiero volver a verlo nunca más!

Asustada, ella abrazó a Jake con fuerza y asintió con la cara pálida, si Megan hubiera sabido que el chico haría enfurecer a Carlos, nunca lo habría traído.

Tabitha, que había estado observando en silencio, se acercó a ver a su nuera.

—Debbie, déjame echar un vistazo, ¿te lastimaste? —preguntó ella con auténtica preocupación.

—Gracias mamá, el suelo está cubierto de nieve, así que estoy bien, no te preocupes — respondió Debbie sacudiendo la cabeza.

Al enterarse de que su nuera se encontraba bien, Tabitha se sintió aliviada.

Cuando estaban a punto de regresar a la villa, un BMW se detuvo junto al Mercedes de Megan, una mujer baja y rechoncha con una chaqueta verde salió del coche apresuradamente, llevaba puestas muchas joyas, que parecía presumir con orgullo.

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