Capítulo 107 La llegada de la suegra

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En su oficina del Grupo ZL, Carlos escuchaba a una de sus secretarias, Zelda, que le hacía un informe, cuando sonó su teléfono. En el identificador de llamadas aparecía el nombre de su madre.

—Señor Huo, eso es todo, lo dejo aquí. —Cuando Zelda se dio cuenta de que era una llamada personal, puso el informe sobre el escritorio y se excusó.

Una vez que salió y cerró la puerta detrás de ella, Carlos tomó la llamada. — Hola mamá — saludó.

—Hijo, ¿es un mal momento? —preguntó Tabitha Luo con voz suave.

—No, para nada. ¿Qué pasa?

—Tu padre y yo vimos las noticias esta mañana. Tú... —Tabitha no terminó su oración.

Carlos sabía lo que ella trataba de preguntar, así que admitió. —Sí, mamá, es verdad.

—Entonces tráela a casa, por favor, tu padre y yo queremos conocerla, o, mejor aún, puedo ir a veros estos días que estoy libre. —Algo importante le había ocurrido a Tabitha Luo y necesitaba con urgencia conocer a su nuera.

—Está bien, haré que Emmett reserve un boleto de avión para ti. —Carlos, por su parte, quería esperar hasta que llegara su madre para decirle que Debbie y él ya se habían casado.

—Bien, entonces te dejaré volver al trabajo. Cuídate, ¿de acuerdo?

—Por supuesto, lo haré, mamá. Chau.

Carlos colgó el teléfono y miró por la ventana, sumido en sus pensamientos.

No mucho después de que él y Debbie se habían registrado para casarse, su abuelo había caído en coma.

Por eso sus padres todavía no sabían nada sobre su matrimonio.

En la Escuela de Economía y Gestión.

Afuera del baño, Karen de repente abrazó a Debbie y le preguntó en un susurro: —Jefa, dime, anoche, ¿tú y el señor Huo... eh? —Y en lugar de terminar su oración, le guiñó el ojo con picardía.

Al oír mencionar la noche anterior Debbie se soltó de la mano de Karen y puso los ojos en blanco, su cara se puso roja. —Sabes todo, ¿verdad?

—Tengo algunas pistas, cariño —dijo Karen en un tono travieso. —Bueno, puedo ver cuando una mujer ha tenido sexo, caminas de manera diferente.

Además, con las noticias de esta mañana, puedo sumar: dos más dos... — susurró.

Debbie estaba tan avergonzada que pellizcó el brazo de Karen, la agarró del cuello y la amenazó. —¡Cállate! Guárdatelo, cariño.

Karen se echó a reír histéricamente, luego notó las marcas en el cuello de Debbie. —¡Oh Dios mío! ¡Qué noche tan loca pasaron ustedes dos! Mira esas marcas, puedo imaginar la pasión. Tch, tch —Karen hizo divertidos chasquidos con su lengua.

Roja de vergüenza, Debbie se subió la cremallera de su chaqueta rápidamente y se tapó. — ¡Cállate ya! —gruñó. Luego bajó la voz y dijo casi en un susurro. —¿Recuerdas los 100.000 dólares que le sacaste a tu papá y gastaste en un amante? Bueno, yo también te puedo delatar, ¿cierto?

De inmediato, Karen le dio una palmada en el hombro y protestó. —¡Eres una ingrata! ¿Acabo de invitarte un buen almuerzo y ahora quieres chantajearme? ¡Se terminó nuestra amistad! ——¡Al diablo con eso! —replicó Debbie. —¿Pensaste que ibas a comprarme con una comida? Bueno, entonces llévame a Starbucks este sábado. Los nuevos Caramel Flan Latte, Salted Caramel y Golden Nut Cake, dos de cada uno —bromeó.

—No hay problema, pero ¿desde cuándo te volviste fanática del Salted Caramel?

Debbie apoyó las manos en la barbilla y dijo lentamente: —No lo soy, pero como tú pagas, lo comeré de todas formas.

Karen la alejó de un empujón. —¿Qué clase de amiga eres? Vete a freír espárragos.

Debbie respondió con una sonrisa burlona: —Bien, entonces Kristina y yo iremos de excursión el sábado sin ti.

—Kristina está todos los días con Dixon, ¿cómo va a tener tiempo para ti? Pobre Jefa, ya que tu esposo está terriblemente ocupado, tendrás que aguantarme el sábado. ¿No lo ves? —bromeó Karen, fingiendo un aire de indiferencia. —Ahora, dime algo agradable, o irás de excursión sola —siguió amenazando.

—Genial, ¿quieres apostar? —Debbie guiñó el ojo.

—¿Qué apostamos? —preguntó Karen.

—Voy a llamar al señor Guapo. Si acepta ir de excursión conmigo el sábado, me comprarás el almuerzo durante un mes. Si no lo hace, te invito yo. ¿Trato?

Karen aplaudió entusiasmada. —Trato hecho —exclamó. Pero, pensándolo bien, dijo: — Espera, el señor Huo y tú están sumamente enamorados el uno por el otro ahora. Supongo que están oficialmente en su etapa de miel. ¿Por qué haría esta apuesta contigo? No soy estúpida, no, no.

Pero Debbie no la libraría de la apuesta. Marcó el número de Carlos, sacudió el teléfono delante de Karen y dijo: —Dijiste que sí, además, ya marqué el número de Carlos, es un poco tarde para arrepentirse.

—¡Diablos! —maldijo Karen.

Debbie se llevó el teléfono a la oreja, pronto se conectó la llamada. —Cariño —llegó el saludo desde el otro lado.

El inesperado saludo cursi casi hizo que Debbie se atragantara con su propia saliva. —Uf...bueno, señor Guapo, ¿estás ocupado?

—En realidad no, ¿por qué? ¿Me extrañas? —le preguntó Carlos.

Karen se acercó al teléfono para escuchar la conversación. —Mm, ¿estás ocupado este sábado? Estaba pensando en que vayamos de excursión tú y yo juntos.

—¿El sábado? No podemos, este sábado viene tu suegra.

'¿Eh? ¿Suegra?'.

Debbie entró en pánico, y por un largo momento no pudo pensar con claridad. —Mi suegra... No. ¿Por qué viene tu madre de repente? —preguntó nerviosa.

—Quiere conocerte, ¿no es normal eso?

Como se dio cuenta de que había exagerado, Debbie se aclaró la garganta y respondió: — Bueno, supongo que sí.

—Su avión aterrizará el sábado al mediodía, vamos a recibirla juntos entonces.

—E... Está bien —respondió Debbie, aturdida. En todo lo que podía pensar eran las palabras.

'suegra' y 'llegada'.

'¿Cómo será? ¿Le gustaré? ¿Y si ella no...?', su mente viajó millas de distancia.

—¿Qué quieres almorzar? ¿Por qué no vienes a mi oficina así podemos almorzar juntos? — continuó Carlos.

—¿Qué? ¿Almorzar? Oh, almuerzo.... —La palabra 'almuerzo' devolvió a Debbie a la realidad. Miró a Karen que estaba hablando con su amiga en WeChat, y se quejó: —Es todo culpa tuya, ahora tendré que comprarle el almuerzo a Karen durante un mes, ya no podré almorzar contigo.

Al oír esto, Karen supo que había ganado. Provocadora, levantó dos dedos e hizo un gesto de victoria.

—¿Eh? —Carlos estaba confundido. '¿Por qué es mi culpa?'.

Debbie dijo con indiferencia: —Hice una apuesta con Karen y perdí..."

—¿Una apuesta por ir de excursión? —Carlos había adivinado bien.

—Sí —respondió Debbie.

A él le resultó divertido. —Ven a mi oficina más tarde para almorzar, yo resolveré lo de Karen, ¿está bien?

—No. Perdí la apuesta, así que compraré el almuerzo de Karen por un mes, hicimos un trato —declaró Debbie.

—Deb, estaba bromeando, no importa si me compras el almuerzo, no te lo tomes demasiado en serio —dijo Karen.

Eran buenas amigas, incluso si Debbie rompía su promesa, a Karen no le importaría.

—Pon a Karen al teléfono, quiero hablar con ella. —Carlos sabía cuánto significaba la amistad para Debbie, y su palabra era un compromiso, así que decidió ayudarla.

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