Capítulo 14: Entre Flechas y Desafíos

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Hanissa Koram.

Después de que los guardias se llevaran a Farnese y Hasan, Hanissa se encontró paralizada por un momento, sintiéndose impotente. No había logrado tener el control de lo sucedido, y eso la llenaba de frustración y preocupación.

Con un suspiro resignado, regresó lentamente a la arena de tiro con arco, su mente todavía llena de pensamientos turbulentos sobre lo ocurrido. A medida que caminaba, una sensación de desazón se apoderaba de ella, haciéndola preguntarse qué podría pasarles bajo las órdenes de su padre.

Además, se sentía desconcertada por la serie de emociones que desencadenaba el solo hecho de ver y hablar con Farnese Surem. Su presencia parecía perturbarla de una manera que nunca había experimentado; su cuerpo se tornaba inquieto y sus sentidos se agudizaban de forma inexplicable en su cercanía. Era como si una fuerza invisible la atrajera hacia él, confundiéndola y dejándola vulnerable ante esa conexión que no podía describir con palabras.

Una vez de vuelta en el campo de práctica, Hanissa llamó a su dama de compañía con un gesto de su mano.

—Reúne las flores que quedaron en el suelo y llévalas a mi habitación. Asegúrate de ponerlas en un jarrón con agua —ordenó.

La dama de compañía asintió en silencio.

Se volvió para ver a sus aprendices y se dio cuenta de que Lia Ikal era bastante habilidosa, muy por encima de las demás, en especial de las princesas Surem quienes ni siquiera pudieron acercar sus flechas a las dianas más cercanas. Estaban avergonzadas, y ese sentimiento aumentó al escuchar las risas de las princesas de Aukan y Nalinn, a las cuales les dirigió una mirada severa.

Después de dos rondas, volvió a dirigirse a las jóvenes a su cargo.

—Parece que hay mucho en lo que trabajar —dijo con voz tranquila—, pero como les he mencionado antes, esto solo ha sido una corta evaluación de sus habilidades, mañana después de la clase de meditación, les enseñaré técnicas que podrán ayudarles. Utilicen sus propios arcos, ya que puede que se adapten mejor.

—Sobre eso, alteza... —mencionó Fargo.

—¿Ahora qué ocurre? —preguntó molesta—. ¿Me causarás otro malestar hoy, sureña?

—Nosotras no contamos con un arco propio ahora —dijo señalando a Faritzae y a sí misma.

—¿En Danae no les alcanza para comprar un arco? —intervino Lia, provocando que las demás se rieran.

El rostro de Fargo se ruborizó aún más.

—No se trata de eso, es solo que no sabemos qué pasó con ellos. Quizá se perdieron en el camino o... —Estaba a punto de romper en llanto.

—De hecho, ya se habló con su armero, alteza, él tendrá nuevos arcos para nosotras en algunos días —dijo Faritzae a la vez que se acercaba a su hermana para sostenerla del brazo.

Las princesas Ikal y Tiskani sonrieron furtivamente, lo que pareció demasiado obvio para Hanissa. Le fue imposible no molestarse con ellas, ese tipo de actitudes incorrectas y despreciables eran una de las tantas cosas que más detestaba en la vida.

—Hablaré con ustedes después —Se dirigió a las princesas Surem, quienes asintieron todavía con signos de vergüenza.

Minutos después cuando se encontraba resolviendo algunas de las dudas de las jóvenes del este y oeste, se percató de una situación que la hizo enfadar. Observó con cautela, fingiendo no darse cuenta, mirando hacia la armería donde Faritzae Surem estaba con su dama devolviendo los arcos.

Lia e Isdenn no habían perdido la oportunidad de molestar a Fargo mientras su hermana no estaba para defenderla. Incapaz de seguir mirándolas, se encaminó hacia ellas y le arrebató a la princesa Ikal el arco con el que la había estado golpeando.

Flores y estrellasWhere stories live. Discover now