Capítulo 6: Apatía

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Salón de arte, Fortaleza de Gresly, Nalinn.

Hasan Koram.

El astro mayor había emergido por el horizonte, coloreando el cielo con tonos cálidos y suaves que se filtraban por las altas ventanas del Salón de arte. Sus rayos acariciaban las obras maestras que adornaban las paredes de piedra refinada, haciendo que los trazos y colores destacaran y resplandecieran con suma belleza.

Pese a que estaba acostumbrado a levantarse temprano, debido a que no había logrado tener un buen descanso, tanta claridad le resultaba molesta. Aun así, continuó contemplando cada espacio del recinto, intentando apaciguar su malestar.

La realeza nalinna era sin duda la que más disfrutaba del arte. Poseían pinturas y esculturas elaboradas con distintas técnicas y canticos escritos en libros antiquísimos que se verían obligados a estudiar, ya que, si bien el arte no era una disciplina tomada en cuenta en los Senkitas, dónde la fuerza, agilidad y destreza eran lo primordial, los Tiskani insistieron en que era necesario mostrarles una parte tan esencial de su cultura.

Él y sus hermanos habían llegado más temprano que los demás, por lo que tuvieron que esperar a que el salón se llenara con todos los miembros de la realeza y nobleza que tomarían las lecciones. Solo podían mantener una expresión impasible frente a la instructora que revisaba sin expresión un libro frente a su escritorio.

La dama Renza o dama del arte como algunos le llamaban, una mujer de apariencia joven y delicada. Podía considerarse muy hermosa según los estándares norteños. Según había escuchado, era afamada por su talento y fungía como mentora personal de los príncipes Tiskani.

Hasan suprimió un bostezo y continuó mirando a su alrededor. Pasados unos minutos se levantó sin dar explicaciones y se dirigió hacia Farnese que recién llegaba junto a sus hermanos.

Le hizo una seña para que tomaran asiento en la parte trasera y el sureño obedeció de inmediato. Hasan ignoró las miradas de sus hermanos y de su capitán y se sentó junto a él. Los asientos eran cómodos, tanto que sintió el deseo de recostarse cómodamente en ellos al igual que su compañero que daba la impresión de no prestar importancia a los modales.

—Siéntate adecuadamente —le dijo.

Farnese abandonó su cómoda posición a regañadientes y se incorporó para estar más cerca de él.

La dama Renza se encontraba diciendo algo pero no fue capaz de prestar atención.

Notó que Farnese había clavado la vista en un cuadro abstracto y que lo observaba pensativo mientras suspiraba con pesadez.

—¿En qué piensas? —No pudo evitar preguntarle.

—¿Crees que hicimos lo correcto al no decir la verdad sobre lo que realmente ocurrió anoche?

Hasan frunció el ceño, su mirada perdida en el lienzo.

—Si la noticia de que un hombre intentó asesinarnos se difundiera, sembraría el pánico entre todos nosotros y nuestras familias —le dijo en voz baja.

—¿Has descubierto algo más sobre ese hombre que nos atacó?

Hasan no respondió de inmediato. Recordó el principal motivo por el cual había tenido muy pocas horas de sueño. Después de que los guardias nalinnos irrumpieran en la torre de homenaje, se pasó gran parte de la noche investigando la procedencia de Erzyon.

—Nada relevante —murmuró—. No hay registros de él en la capital ni en ninguna ciudad cercana. Parece como si hubiera aparecido de la nada, lo que solo aumenta el misterio. Pienso que su señor tenía todo planeado en caso de que fallara con su misión al hacer que llevara cosas distintivas de algunas naciones.

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