Capítulo 36

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Damon

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Damon

Aún puedo sentir la delicada cadencia de sus labios al hablar, como si cada palabra fuera una melodía susurrada al viento, sus ojos, profundos y penetrantes, que exploraban mi ser con una intensidad que me dejaba sin aliento, como si pudieran leer hasta el más mínimo pensamiento que cruzara mi mente.

Recuerdo su manera de apretar los labios al estar molesto y fingir desinterés. Y cómo olvidar cuando pasaba frente a su salón, y él estaba con la barbilla apoyada en la mano mientras observaba el horizonte tras la ventana. Eso, y todo recuerdo sobre él.

Muchas veces me cuestioné si necesitaba el perdón de Ellie para poder perdonarme a mí mismo. Si debía encontrar en alguien más la capacidad de llenar el vacío que él dejó en mi corazón. Sin embargo, me sentía cansado, desgastado, como si nunca pudiera ser suficiente, como si una parte de mí se hubiera perdido hace años.

Ethan fue la razón por la que empecé a tocar el piano, y sin él, parecía que ya no tenía sentido seguir haciéndolo. Hasta que conocí a Ellie, pero sin darme cuenta, siempre fue él en mi mente. Intenté encontrar otras razones, pero mi corazón siempre volvía a él, sin importar cuánto intentara convencerme de lo contrario.

Por eso nunca quise involucrarme en la vida de Ellie. Ella no merecía ser parte de este mundo de recuerdos y dolor. Y sin embargo, la lastimé de todas las maneras posibles. Lastimarla no estaba en mis planes, pero estaba dispuesto a soportar cualquier consecuencia con tal de protegerla como no pude hacerlo con él, de asegurarme de que tuviera una vida mejor, incluso si yo no estaba en ella.

Cuando entré a su cuarto, el me miró de soslayo, volviendo los ojos a las hojas.

—Qué bueno que vinieras. —dijo con una sonrisa apenas perceptible—. Últimamente no logro componer nada, pero contigo cerca me siento inspirado. ¿Por qué no te sientas?

Tomé eso como una señal para acercarme. Sin decir una palabra, lo sujeté por las axilas y lo senté en la mesa con suavidad.

—¿Oh? ¿Ahora? —se rio, y ese sonido, ese pequeño destello de alegría, fue suficiente para hacerme sentir completo, al menos por un momento. Dejé caer mi cabeza en su hombro y deslicé mis manos por su espalda hasta llegar a su cintura, rodeándolo con mis brazos.

—Quiero que toques —pedí.

—¿Qué? —parecía confundido.

—Aquella canción que tocas cuando no puedo dormir.

—Bueno, entonces vamos a la cama —dijo, y vi el brillo en sus ojos en la penumbra de la habitación.

Mi cabeza descansaba sobre su regazo mientras él acariciaba mi cabello y tarareaba la melodía que solo él conocía. Su voz se fue desvaneciendo lentamente mientras mis párpados se cerraban, cayendo en un profundo sueño.

A través del Cristal [Cristal#2]Where stories live. Discover now