Capítulo 28

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Llevaba apenas unas semanas en el credo y sentía que ya no podía más, como si mis extremidades fueran a caerse; los entrenamientos eran excesivos y me dejaban prácticamente muerto al final del día

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Llevaba apenas unas semanas en el credo y sentía que ya no podía más, como si mis extremidades fueran a caerse; los entrenamientos eran excesivos y me dejaban prácticamente muerto al final del día. Al principio de cada jornada nos formábamos en el amplio salón y, en cada reunión, un hombre nos hablaba a través de un megáfono, sin revelar nunca su rostro, solo su silueta tras el telón.

—¿Quién está a cargo? —pregunté a Rogers, quien se había convertido en un mentor para mí desde la vez que me acorraló en aquel callejón.

—No lo sabemos, el jefe no se deja ver.

—¿Y por qué confían en él?

—No lo hacemos, pero necesitamos algo en qué creer. Muchos de los que están aquí buscan venganza; sus familias o amigos fueron asesinados por alguno de los miembros de la hermandad. Además, pagan bien —sonrió.

—¿Es como ser un héroe o algo así?

—No somos héroes, Angel. Quiero que entiendas una cosa antes que nada —se posicionó frente a mí y me miró fijamente—. Al estar aquí, muchos te verán como el malo, incluso personas a las que aprecias. Por eso, no debes contar nada. De ahora en adelante, tu identidad debe ser secreta.

Sabía que me estaba quitando una máscara para ponerme otra, pero nada de eso me importaba cuando se trataba de mi madre y Jaden. Quería brindarles una vida mejor y que Jaden creciera con una madre.

[...]

Después de pasar un tiempo allí, se llevó a cabo un atentado contra la hermandad que se convirtió en una masacre. Era un plan que habían estado planeando durante mucho tiempo. La hermandad era un lugar rodeado de muros, casi como una prisión, o tal vez peor.

Llegamos en los búnkeres, con Rogers a mi lado. Fénix, uno de mis compañeros, sonrió.

—Solo míralo, sentado en su asquerosa mansión, viendo cómo nos matamos entre todos. Apuesto a que no moverá ni un dedo para salvar a su gente.

Se refería al padre de Arek.

Miré a lo lejos la gran torre, el imperio de los Basett; el lugar que alguna vez había sido mi hogar.

—No son su gente —espeté. Tenía las manos cruzadas y los codos apoyados en las rodillas—. Ellos se matarían entre sí si fuera necesario —repetí lo que Rogers me había dicho antes para convencerme de que era así.

—Ja, ¿y se dicen llamar hermandad? ¿A quién se le ocurrió ese estúpido nombre?

—Todos a sus posiciones. Nos acercamos al objetivo —dijo el encargado del escuadrón.

Aparcamos afuera del muro y bajamos de los autos para alejarnos. Nos tapamos los oídos y, seguido, salió disparada del búnker una llama lo suficientemente letal como para derribar parte del muro.

A través del Cristal [Cristal#2]Where stories live. Discover now