34.- Cayapo, el cazador

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¡Qué historias se tejían sobre Cayapo en nuestro pueblo deTerrabona! Buenas y malas lenguas se ocupaban de Cayapo.Unos decían que Cayapo era un shamán que se transformabaen bufeo colorado y así, sembrado de musgos verdes y consus ojos de fuego, se sumergía al fondo de las aguas. Allívivía por tiempos que se calculaban por las estaciones de laluna. Decían, esas mismas lenguas, que Cayapo en la fase decuarto menguante se ponía furioso y salía a la superficie delrío y daba coletazos a la canoa de algún solitario navegantehasta hundirlo. Nunca más encontraban al náufrago, porque elbufeo Cayapo se encargaba de arrastrarlo a las profundidadesdel Amazonas. 

Pero las buenas lenguas del pueblo contaban otrashistorias de Cayapo: que en su ya ignorada juventud habíasido el mejor cazador de Terrabona. ¡Y eso —decía el viejoOroma— ya es decir bastante, porque de Terrabona salían losmejores mitayeros de esta parte del Amazonas! 

El mismo Cayapo con su forma de vida alimentaba lashistorias que se contaban de él. Era un hombre solitario quenadie había visto en el pueblo hacía mucho tiempo. Todo loque se sabía sobre él era de oídas, lo que la gente murmurabaen las cantinas y en el puerto. «Creo que ni siquiera está yavivo», se arriesgaban algunos a murmurar. Pero el viejo Oromanos dio a mí y a mi hermano la versión real sobre Cayapo. 

—Cayapo está ya muy viejo y no sale nunca al pueblo.Vive en un tambo en el lago Boa. Se pasa el tiempo tomando jugos de plantas y raíces y en el día pesca en el lago. Ya tienenoventa años y ha prometido vivir hasta que aparezca en elcielo una gran cometa de fuego, que su abuelo vio hace muchaslunas en el cielo de la Amazonía—, dijo con cierto misterio elviejo Oroma, el más viejo de los viejos de Terrabona. En eseinstante, solo hablando con los ojos, tomamos la decisión conmi hermano de ir en busca de Cayapo, el cazador. 

El lago Boa está a tres horas de camino de Terrabonaatravesando el famoso renacal de las anacondas cantoras,conocido así porque en las intrincadas raíces de esos árboleshabitan unas anacondas que cantan cuando va a llover. Quieneshan escuchado ese concierto afirman que es una música deotro mundo, algo indescriptible, una sinfonía que aturde yencanta al mismo tiempo, como si en un cántaro cocama algúnshamán hubiera juntado todos los sonidos de la Amazonía: elgorjeo de los pájaros, el llanto de los yacurunas, el canto delayaymaman, el viento sobre el agua, la brisa jugando con lashojas, el rugido del otorongo, la palabra del hombre. Cruzamosel renacal en plena mañana, cuando el sol caía como una lluviade fuego sobre el monte que recién parecía despertar. Lasaguas del renacal estaban quietas y mirando los gramalotesque nadaban sobre la superficie oscura en forma de pequeñosislotes, observando las incontables raíces de esos árboles queparecen arañas de mil patas adivinábamos la mirada lluviosade las anacondas. 

—No hagan ruido cuando pase el renacal. El ruido lasexcita y pueden salir a la superficie por millares—, nos habíaadvertido el viejo Oroma, que es uno de los pocos que haatravesado el renacal de las anacondas cantoras en busca depesca en el lago Boa.

—Ahora ya sé por qué Cayapo vive en el Boa, porquepara llegar al lago hay que pasar el renacal y muy poca gente seatreve a hacer esta travesía—, comentó mi hermano Antonino. 

El bosque de gigantes con la cabellera en el agua se fuehaciendo menos denso. Navegando en silencio entre árbolesde apariencia más joven dimos con el canal de desagüe dellago Boa, de aguas barrosas, y que al mezclarse con el aguanegra —quemada por el sol— del renacal, semejaba la sangrede algunas especies de árboles desconocidos que los indiostasajean para embadurnarse con ese líquido en las ceremoniassobre la muerte. 

Había un silencio opresivo sobre el bosque, quizá porel calor o porque en esta parte de la selva los pájaros huíanespantados al escuchar el canto de las anacondas. Todo cambió,sin embargo, luego de surcar el corto canal cuando súbitamentedesembocamos en la majestuosa solemnidad del lago Boa,poblado de shiringas en sus orillas donde comían espléndidosguacamayos de pecho rojo y alas azules. Parecía la visión delparaíso en el primer día de la creación. 

𝕃𝕆𝕊 𝕄𝔼𝕁𝕆ℝ𝔼𝕊 ℂ𝕌𝔼ℕ𝕋𝕆𝕊 ℙ𝔼ℝ𝕌𝔸ℕ𝕆𝕊Onde histórias criam vida. Descubra agora