Capítulo 6.2

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-Louise te envía el mejor de sus deseos, te llamara en cuanto tenga tiempo, surgió un inconveniente con el ministerio de Relaciones exteriores que debía atender urgentemente.- dijo Edgar en tono apagado.

-¿Quién conducirá?

-Liam, por supuesto.

-Dada la situación sería más conveniente que se quede con Elías.- sugirió Ariadne dándose cuenta de a qué se debía el mal humor del aprendiz.- Además, hay más personal capacitado tanto aquí como en Lyene.

-La decisión está tomada Ariadne, él te acompañara.- confirmó su hermano haciéndole una seña con la mano para que entrara al auto.

Frank la llevó de la mano a la segunda puerta de la limusina y la ayudó a acomodarse, en cuanto entró se percató que detrás de ella iban como había predicho sus compañeros de la Academia y una señorita de contextura regordeta y mejillas rosadas quien le sonrió a penas la vio, asumió sería el personal de limpieza. De inmediato supo que le caería bien.

Liam cerró la puerta tras ella y recibió las últimas indicaciones de su hermano.

Edgar se acercó a su ventana y le pidió que se inclinara para darle un beso en la frente.

-Llámame si sucede algo pero mientras tanto, procura descansar.- le recomendó con una sonrisa triste.- No te preocupes mucho, todo está bajo mi control.

-Cuídate mucho.- le devolvió el beso Ariadne a su hermano mientras una sensación de desamparo la comenzaba a inundar.

Mientras tanto, Frank había ocupado el lugar de copiloto y Liam ya se encontraba frente al volante. Hubiera preferido dejarle la tarea de conducir a un adulto más experimentado pero, no estaba en condiciones de reclamar nada.

-Iremos primero a dejarlos en sus casas.- anunció Liam dirigiéndose a Amber y Piero.

Ariadne aprovechó que tenía todo el asiento para ella sola y se recostó. No quiso ver a su hermano parado en la entrada con una mirada vacía y se negaba a ver con ojos de angustia a su hogar, tal vez era para sentirse menos culpable pero, un sentimiento de remordimiento la comenzó a inundar.

-¿Está cómoda?.- preguntó Liam mientras la veía por el espejo retrovisor

-Bastante. Descansaré un poco.- anunció a todos los que se encontraban en el auto.

-Tenga cuidado con sus piernas.- le recordó Frank quien no volvió a lanzarle ninguna mirada extraña, tal vez porque ya tenía que lidiar con la de Liam que no paraba de hacer notar con sus gestos lo desconfiado que estaba del enfermero.

Ariadne cerró los ojos y casi al instante que el motor del auto arrancó se quedó dormida entre los murmullos de Amber y Piero.

Las pesadillas no podían descansar, es por eso que entre el adormecedor sonido del auto y de las pequeñas aves que vivían alrededor del jardín exterior del palacio, comenzó a resonar la misma melodía de siempre, tan trágica, desgarradora y melodramática.

Veía el mismo cuerpo degollado tendido en el suelo mientras escuchaba el sollozo de algunas mujeres y el gruñido de algunos hombres.

Ella era un fantasma dentro de su propia pesadilla, una espectadora del tan cruel sueño que se repetía una y otra vez cada noche. Había veces que no recordaba el sueño cuando se levantaba, sin embargo, sabía que lo había presenciado pues siempre se levantaba con el asco y el desprecio al ser que protagonizaba tal perturbadora escena en su mente.

Aquella vez, sintió algo diferente dentro de la pesadilla, tal vez era por los sollozos que comenzaban a sonar como voces murmurando palabras. Miró a su alrededor intentando buscar a los responsables pero solo veía el suelo de mármol manchado por la sangre.

Intentó apresurar su búsqueda pues sabía que dentro de poco aparecería "ÉL".

Cabellos tan oscuros como sus ojos, la cadena de piedras preciosas que lo rodeaba, la espalda llena de cicatrices y la voz más repugnante que había escuchado jamás.

No sabía su nombre y estaba bien. Seres tan despreciables como él no lo merecían.

Como era de esperarse, apareció. Desenvainó su espada solo para tirarla al suelo y reírse cruelmente del cadáver que yacía a sus pies, nunca podía escuchar que era lo que le decía al cuerpo inerte en el suelo pero siempre terminaba su oración con un "gracias".

"ÉL" alzó la mirada hacia un punto fijo, Ariadne se giró y vio un altar con doce figuras, de dónde vienen los lamentos.

-No sería muy noble de mi parte apuñalarte con la misma arma que tu hermano. Cada gota de sangre tiene su lugar.

En aquella ocasión pudo ver a quién se dirigía. Una criatura alta de color blanco como el marmol cubierto de una armadura de oro colosal. No tenía ojos pero podía sentir que sufría con cada palabra que escupía "ÉL". No había lágrimas pero, su mano empuñaba un arco de diamantes con tanta furia que parecía lo iba a romper en cualquier momento.

Una especie de telas revoloteaban en su espalda y comenzaron a moldear la forma de alas, similares a las de un ángel.

Su presencia transmitía seguridad, Ariadne dejó de sentir tanto miedo.

-¿Cuántas veces repetirás esta escena? ¿Cuándo estarás satisfecho?.- preguntó aquel ser con la voz desgarrada.

-Dispara tu flecha Sagitta. Atraviesa mi pecho hasta la eternidad, pues nunca habrá descanso, por los siglos de los siglos.

Sagitta disparó.

-Que así sea.

El cuerpo de "ÉL" cayó con aquella sonrisa tan desagradable que siempre tenía y un humo negro inundo la sala.

Aquí venía la parte del sueño que sí se conocía y que más detestaba. El humo comenzó a rodearla como si tuviera vida propia, se adentraba en sus fosas nasales, por su boca y por cualquier orificio de su cuerpo que podía encontrar, le nublaba la vista, la estremecía y atormentaba dolorosamente.

Sus sentidos eran inundados por una cacofonía de sonidos estridentes, como el chirrido de metales retorciéndose y el eco distante de gritos angustiados. A medida que el humo se espesaba a su alrededor, una sensación de desesperación y opresión crecía en su pecho, como si estuviera siendo arrastrada hacia un abismo sin fin. Trató de gritar, pero solo logró emitir un susurro ahogado mientras luchaba por mantenerse consciente en medio de la oscuridad que la envolvía.

Una voz de afuera la devolvió a la realidad estrepitosamente. Sin embargo, no sabía si estar agradecida o tener aún más miedo.

SireyWhere stories live. Discover now