Capítulo 3

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Ariadne sostenía una compresa fría de gel que el profesor de turno le había proporcionado sobre su mejilla mientras ignoraba las disculpas de los dos chicos que estaban a su lado y escuchaba las risas incontrolables de la otra integrante de su grupo quién descubrió se llamaba Amber.

Debido a que el profesor deseaba vigilar que Ariadne se encontrara bien la colocó en medio de los asientos, alejándose de su sitio favorito dónde podía encontrar alguna distracción aparte de risas burlonas, miradas juzgonas y dos estúpidos discutiendo. Quiso hablar para pedirles que se callen pero tan solo imaginar el tremendo dolor que le sería articular una palabra le fue suficiente para ir acostumbrándose a su discusión.

-No tienes que jalar el brazo a alguien para que no se acerque ¡Con avisarle basta! ¿Es que acaso eres incapaz de comunicarte?

-No sabía que se iba a tropezar. Honestamente, me sorprende los pocos reflejos que tiene, pero esto no habría pasado si no hubieras tomado esa foto.

Ariadne sintió ganas de responderle a Liam, pero se mordió la lengua.

-Ya te expliqué que soy parte del club de fotografía, esa es mi tarea, tomar fotos.- replicó Piero como si fuera una obviedad.

-No me trago ese cuento. No creas que me he olvidado de lo que pasó ayer.- murmuró Liam acercándose al pelinegro para que solo él lo escuchara. Él y Ariadne por supuesto, ella estaba en medio de la discusión.

-¿Qué pasó ayer? En lo que a mi respecta, recién te acabo de conocer.- dijo Piero con una voz que fingía inocencia. Era claro que su intención era irritar más a Liam.- Oye, Amber ¿cierto? Podrías dejar de reír tan cerca de mi oído?

-Es que no puedo.- se carcajeó la chica mientras se abrazaba el estómago, había pasado varios minutos aguantando la risa y luego soltando largas carcajadas, era obvio que debía de dolerle el estómago.

-Dos golpes en el rostro no deberían darte gracia.- le regaño Liam, aunque era obvio que la risa de la chica le era contagiosa, porque algo similar a una sonrisa se asomo por sus labios.

-Que irónico que lo digas tú.- soltó Piero.

-¿Podrían callarse? .- intervino Ariadne haciendo un gran esfuerzo por no quejarse después de pronunciar esas palabras. Por supuesto, lo único que obtuvo fue más risas por parte de Amber y a Liam tapándose la boca para que no se diera cuenta que quería soltar una carcajada. Piero solo la miraba con una mezcla de preocupación y pena ¿Tan mal se veía? Probablemente sí, porque el maquillaje de Celeste debió haber desaparecido después del accidente.

-¿Necesitas otra compresa? .- le ofreció Piero listo para ponerse de pie para ir a buscar otra.

Ella negó con la cabeza. No sabía si por orgullo o resentimiento pero no quería la pena ni ayuda de ese chico.

Cuando el profesor se había acercado a asistirla, reveló que Piero en realidad era dos años menor que el resto de su grupo, aún se encontraba cursando tercero de secundaria, cosa que jamás podría haber deducido por su cuenta, pues no lo aparentaba. Tenía rasgos faciales muy maduros para tan solo tener quince años, su altura estaba en la media considerando que le llevaba por media cabeza, sabiendo que ella no era precisamente una persona alta. No era un chico especialmente musculoso pero tampoco se veía enclenque, suponía que todo lo que respecta a él era un punto medio. Su cabello era de un negro tan oscuro que ni la luz que entraba por las ventanas del bus parecía lograr aclararlo en lo más mínimo al igual que sus ojos marrones, que a pesar de no ser del color más oscuro que había, sentía cierta oscuridad en ellos, o tal vez estaba siendo muy quisquillosa con su aspecto. Sea como fuera, tenía un atractivo particular que parecía ser imperceptible a menos que te fijaras en él, cosa que resultaba complicado pues parecía ser la clase de chico que tenía un círculo social bastante cerrado y el que la gente casi no notaba su presencia. Al menos ella no la había notado.

SireyWhere stories live. Discover now