Capítulo 12

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La fiesta continua, muchas risas y bailes, mis pies empiezan a doler por los tacones altos.

Alek conversa con un tipo, excepto que este me mira a mí, con una sonrisa bastante perversa.

¿Será que están hablando de mí?

Yo solo me mantengo lejos, rodeada de mujeres, la mayoría esposas de narcotraficantes o de socios de Alek.

—¿Qué tal es la relación con Alek? —pregunta una de las chicas. —¿Cómo es el sexo? —Yo me sonrojo automáticamente.

No puedo imaginarme teniendo... eso con Alek.

—Eh, ¿es bueno? supongo. —digo, tratando de mantener la mentira.

La verdad no me interesa responder las preguntas de estas chicas sobre mi vida sexual, y no tendría por qué interesarles.

Aunque de cierta forma me causa intriga.

Saber cómo sería él en eso... me causa mucha curiosidad.

—Con permiso, señoritas. —escucho su voz, seria y cargada de frialdad. —Isis, es hora de irnos. —dice, mostrándome su mano para que la tome y así poder pararme.

Tomo su mano, levantándome de aquel sillón de cuero.

Me despido de todas esas chicas antes de irme de ahí.

—Adiós, Isis. —dice una de ellas, con un tono bastante escalofriante si me lo preguntan, acompañado de una sonrisa sínica.

Okey, eso ha sido raro.

Pero bueno, que puedo esperar de esto, es un mundo distinto al que yo solía conocer, soy una extraña en un mundo de mafiosos y narcotraficantes, o quizá ambos.

—¿Estás bien? —pregunta Alex. —¿Te han hecho algo? Te noto seria. —clava la mirada en mí, mientras entrelaza nuestros dedos.

—No te preocupes, está todo bien. —respondo con una sonrisa falsa.

realmente esa chica no me da buena espina, aunque probablemente no la vuelva a ver en un tiempo, así que, qué más da.

—Por hoy nos iremos a un hotel, están haciendo arreglos en casa y no quiero que el ruido te moleste demasiado. —explica.

—No hay problema, Alek. —sonrió.

Subimos al auto, él abre mi puerta para después darse la vuelta y subir por su lado, mientras que el chofer espera pacientemente.

¿Es nuevo? Nunca lo había visto antes.

En el camino no paro de mirar la ventana, veo edificios, bares, centro comerciales, e incluso algún par de heladerías que evidentemente a esta hora están cerradas.

—¿Te gusta? —pregunta.

—¿Qué cosa? —me giro a verlo con duda.

—Los helados. ¿Te gustan? —vuelve a preguntar. —Cuando era pequeño me encantaba el helado de chocolate, ¿sabes? —sonríe levemente al mirarme.

—¿A quien en su sano juicio no le gusta el helado? —digo. —Aunque tengo que decir que el de chocolate no es mi favorito, mas bien prefiero el de piña.

—¿Estás bromeando? Si que estas demente, ricitos de oro. —Ríe, y ambos terminamos en un ataque de risa en medio del auto.

Cuando por fin llegamos al hotel él me ayuda a bajar de la camioneta.

—Espérame aquí, haré la reservación. —y después de eso entra al hotel.

Es grande, gigante, y apuesto a que es de 5 estrellas, Alek no se conformaría con menos de eso.

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