NOVENO CAPÍTULO

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Pasaron horas dentro de la cueva.

Las tripas de Leopold rugían tanto que se dejaban oír por toda la cueva. Gusanos se arrastraban a su alrededor.

"Tengo que comer..." Leopold miraba a las lombrices, a punto de coger una. Pero rápidamente negó con la cabeza. "No hay que tomar decisiones precipitadas. Seguro hay una salida. Si alguien ha salido vivo, no creo que haya mucho peligro, como una bestia... O sea, que tuvo que haber enfrentado lo peor."

El chico reía nervioso. La cueva, sumida en la penumbra, mantenía un silencio inquietante, y Leopold, aunque nervioso, trataba de mantener la calma y la esperanza en la posibilidad de encontrar una salida.

Habían transcurrido más de veinticuatro horas en ese oscuro laberinto subterráneo.

Mientras avanzaba, Leopold se tropezó con los restos esqueléticos de personas que habían enfrentado el mismo desafío. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, pero se apresuró a reprimir sus miedos. "No permitiré que eso me suceda a mí. Saldré de aquí y celebraré con Elythia una buena cena."

Se sentó en el suelo, perdido en sus pensamientos mientras observaba el techo de la cueva. "Elythia, ¿qué estarás haciendo ahora?" Negó con la cabeza para apartar esas preocupaciones y se concentró en el desafío que tenía ante él. "Debo mantener la calma y seguir adelante."

Exploró varias rutas en busca de la salida, pero cada paso parecía llevarlo más profundamente en el laberinto. La oscuridad y el silencio eran compañeros implacables, solo interrumpidos por un ruido tenebroso que lo hizo estremecer. Un grito gutural resonó en la cueva, cargado de sufrimiento y desesperación.

"Está aquí. Moriré." Leopold, abrumado por el miedo, se tumbó en el suelo, adoptando la postura de un animal acorralado y preparado para ser devorado. La incertidumbre y el terror lo envolvían mientras esperaba lo desconocido.


Un enjambre de lombrices, que se desplazaban a una velocidad sorprendente, parecía huir de algo. La intriga hizo que Leopold se levantara de nuevo, empuñando su espada con firmeza.

"¿Algo viene?" Un estruendo retumbó desde uno de los pasillos de la intersección que tenía delante.

Entonces, la bestia se reveló.

Todo parecía transcurrir en cámara lenta mientras Leopold observaba cómo una lombriz gigante, blanca y con dientes de tiburón, se detenía en seco al sentir su presencia.

"¡IAAAAA!" Leopold echó a correr, con lágrimas en los ojos y las manos en alto, gritando.

Los pasillos anchos se volvían peligrosos debido a la presencia de esa gigantesca lombriz que bloqueaba su camino. Leopold corría desesperado, buscando cualquier escape posible para evadir a la temible criatura.


Entró en un pasillo más estrecho y se encontró con una piedra grande, en la que estaba tallada una cara. Debajo de la piedra, había un esqueleto que parecía estar abrazándola.

"La gente se sentía muy sola..." Murmuró Leopold mientras observaba la roca. "Tengo que pensar en cómo salir de aquí rápido."

Horas después, los rugidos de su estómago volvieron.

"Estoy cansado de no comer... Sin comida, no podré salir de aquí." Empezó a rebuscar en la bolsa del cadáver. "No tiene nada..."

Pronto, una lombriz se acercó a él, y Leopold se animó a agarrarla. "Serás mi cena de hoy, pero solo una lombriz."

La comió con disgusto y arcadas. Poco después, se sintió lleno. "Ahora, ya no tengo hambre."

Los días pasaron, y él intentaba buscar la manera de manejar su virtud, mientras se alimentaba de lombrices, ya hastiado de ellas.

Dark VirtueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora