Sus voces... duplicándose, gritando las mismas palabras, a la misma entonación y de manera discontinuada. Cada vez más cerca y más cerca, pronunciando mi nombre sobre mis oídos entre distorsionados bramidos.

De inmediato percibí la manera en que la desesperación comenzó a envolverme, y al cubrirme con mis manos, jadee mientras pedía que por favor se detuviesen.

Que por favor dejaran de gritar.

Lo pedí una, dos, tres veces, pero ni siquiera podía oírme a mí mismo. Y entonces los imité, esperando tener el poder por sobre los chillidos de los niños.

Era inútil, pero no podía parar. Jamás, en toda mi vida, se me había esfumado tan rápido la calma como ahora.

Jamás había perdido mi propia estabilidad.

Todo a mi alcance se estaba distorsionando de alguna forma, pero cuando me sentí resbalar de la orilla de la roca por la exasperación y caí de espaldas hacia el mar; antes de que un latido alarmante me golpeara en el pecho, me sentí desvanecer sobre un suelo blando, pero gélido... y un profundo silencio se depositó a mi alrededor.

Un foco de luz se instaló por arriba de mi cabeza, y se enfiló sobre mis ojos como si se tratara de una linterna. Por aquél único segundo el aire se me escapó de los pulmones, y ante un intento de respiración, dos manos se situaron sobre mi pecho, y presionaron con vigor.

—¡Oye! —tras ese ruido abrí los ojos de forma instantánea, y aquél foco de luz que creía haber estado entorpeciendo mi vista, se había convertido en el sol— ¡Mierda, Sasuke! ¿Cuánto tiempo llevas durmiendo aquí, eh?

Atontado, parpadee un par de veces manteniendo la vista al cielo. A duras penas tomé consciencia de que mi rostro se hallaba boca arriba y mi cabeza yacía recargada sobre el césped de la cancha de la universidad, al igual que todo mi cuerpo.

Miré mi pecho, recordando la incómoda sensación que sentí sobre éste hace tan solo un instante, pero cuando me di cuenta de que se trataba del bate de beisbol de Naruto, situado sobre mí y generando aquél peso, la calma se me devolvió instantáneamente.

Luego miré al rubio que yacía observándome en pie, con la cara arrugada en indignación.

—¿Hace cuánto llegaste? —pregunté.

—¿Hace cuánto llegué? Más bien, ¿hace cuánto llegaste tú?

Me mantuve en silencio unos pocos segundos más, con esas imágenes de hace un rato pasándose rápidamente por mi cabeza, como una cinta cinematográfica tan veloz que me impedía recopilar siquiera una pizca de información de manera ordenada.

Simplemente ahí estaban, ilógicas y al aire. Pero restándole importancia, cerré los ojos otra vez.

—No tengo idea.

—Aaah, estás todo imbécil por el insomnio.

—Acabo de tener un sueño rarísimo.

—Sí, sí, hasta la frente te suda, ¡mira! —se inclinó y deslizó su mano por mi cara, pero rápidamente se limpió con mi suéter para reclamar— ¡Wácala!

Volví a mirarlo, esta vez con cierta burla e indiferencia.

—Dormiré un rato más.

—¡No, no! ¿Es que no sabes que ya son las una de la tarde? Hay que jugar, almorzar...

—¿Jugar? —reí sin gracia— ¿A qué, eh? —mientras yo continuaba recostado en el césped, Naruto señaló el bate situado en mi pecho con una mirada entusiasta. Mis ojos se pasearon desde el bate hasta el rubio varias veces e incluso aproveché de compararlos, y pude confirmar que tenían exactamente algo en común: ambos eran cabezones y flacos, sin doble sentido, en absoluto— No tengo ganas.

Armony  ⌊ SasuSaku ⌉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora