Epílogo

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Axel no dejaba al bebé ni un solo minuto. Incluso su padre, Juan, empezaba a tener que concertar una cita para recoger a su hija. Axel estaba exultante. La niña era preciosa y había nacido llena de salud. Y le encantaba dejarla dormir en sus brazos. Así que cada vez que iban a visitarles, no soltaba a la niña, que ahora tenía casi dos meses.

Los padres estaban encantados y ellos también tenían una excusa para visitarles siempre.

—Cariño, ¿vas a dejar que sus padres recuperen a su hija? —preguntó Saray divertida, acercándose a Axel en la habitación del bebé.

—Algún día —musitó él.

Saray negó con la cabeza. Le pasó la mano por la espalda, acariciándolo. Y se quedó un ratito observando como Axel mecía la niña en sus brazos.

—Vas a ser un gran padre. Eso me tranquiliza.

Axel la miró sin decir nada y luego puso a la niña en su cuna, que ya dormía plácidamente. Luego, volvió junto a Saray y le acarició los brazos con sus manos.

—¿Por qué debería eso tranquilizarte?

—No sé. No sé, quizá porque es importante para mí. Porque si me pasa algo...

Axel se quedó boquiabierto.

—¿Qué? —preguntó, confuso—. ¿Por qué iba a pasarte algo? No va a pasar nada.

—Tú no lo sabes. Ni tú ni nadie.

—No es que no lo sepa, es que no quiero que te pase nada, que es muy distinto. ¿Por qué tienes esas cosas en la cabeza?

—Axel, tuve cáncer. En la sangre. Por muy controlada que esté, no sé qué pasará con el parto, y estuve leyendo que a la gente que tiene cosas de salud como yo le pueden pasar muchas cosas.

—Eh, eh, no. No vayas por ahí. No va a pasar nada. ¿Has oído? No va a pasar nada.

Axel intentaba ser asertivo para dejarlo claro, pero al mismo tiempo hablaba consigo mismo, porque aquel comentario de ella le daba pánico. Saray asintió y se acercó a la ventana. Se quedó mirando hacia afuera. El sol comenzaba a caer y la brisa otoñal hacía bailar las hojas secas del suelo. Ambos estaban en silencio, sumidos en sus propios pensamientos, hasta que Saray rompió el hielo.

—Axel, tengo miedo —dijo con voz temblorosa, mirando el cristal—, miedo de que algo malo me pase.

Axel se acercó a ella y la abrazó por detrás, tomando su mano y acariciándola suavemente. Y con la otra mano le acarició el enorme vientre.

—Sé que lo has pasado mal, Saray, pero estás curada, lo superaste —dijo con ternura, apoyando su mentón en la lateral de su cabeza.

—Lo sé, pero es que... —Saray suspiró—, es que es mi bebé, Axel. Es lo más importante para mí, y no quiero que algo le pase.

Axel la abrazó con fuerza, sintiendo el calor de su cuerpo.

—Yo también tengo miedo —confesó—, miedo de perderte, de perdernos a ti y a nuestro hijo.

Saray se volteó hacia él, mirándolo a los ojos.

—Mira, tú también tienes miedo y no te pasará nada. Eres fuerte como un toro.

Axel tomó aire antes de responder.

—He perdido a personas importantes en mi vida antes, Saray —dijo con voz grave—, y no quiero volver a pasar por eso. Eres la persona más importante para mí, y me aterra pensar en perderte.

Combate de Amor | Terminada y completaWhere stories live. Discover now