10.

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A la mañana siguiente, tras una intensa jornada de trabajo y cansancio, Saray retornó a casa de Axel. Llegó puntualmente a las ocho de la mañana.

Adelia, como habitual la vino a recorrer a la puerta y, de pronto, la arrastró hacia la cocina.

—Esta vez no te escapas. Ven... —Adelia tiró de Saray para que no se le escapara. Ésta se echó a reír.

Pasaba de las ocho y cuarto cuando Axel volvió a mirar el reloj, momento en el que salió de la piscina. Se secó y se puso unos pantalones cortos y una camiseta. Saray ya debería haber llegado, nunca se retrasaba y él empezaba a preocuparse. Salió decidido a preguntar a Adelia si le había dicho algo, porque de las innumerables veces que miró sus mensajes, no tenía ninguno de ella. Pero cuando se acercaba a la cocina, oyó las risas de dos mujeres y se asomó.

La mañana comenzaba con normalidad en aquella casa, el sol entraba por las ventanas y los pájaros cantaban en el jardín. Adelia, la ama de llaves, preparaba el desayuno mientras escuchaba la música que sonaba en la radio. De repente, escucharon unos pasos que se acercaban hacia la cocina.

Saray levantó la vista y vio a Axel, que entraba en la cocina con aspecto facial hosco y poco amistoso. Adelia estaba hablando y riendo con ella como si fueran grandes amigas, como si la conociera de toda la vida. Adelia sintió una gran alegría por dentro, pues hacía tiempo que no estaba tan contenta.

Al ver a Saray charlando con la ama de llaves, su expresión cambió de repente, sus ojos se estrecharon y sus labios se tensaron. Él se acercó a ellas y preguntó con una voz fría:

—¿Qué haces aquí? Llevo quince minutos esperándote.

—Oh, nada en particular —dijo Saray con una sonrisa, sin darle mayor importancia al tono agrio de su voz—. Sólo estaba charlando con Adelia sobre la comida que va a hacer hoy.

—Ah, claro —respondió Axel con sarcasmo—. Y ¿tú eres una experta en cocina ahora?

Saray se ofendió por el comentario y su sonrisa desapareció. Ella se puso a la defensiva y respondió con arrogancia:

—No necesito ser una experta para saber qué es bueno y qué no lo es. Además, no creo que tenga que darte explicaciones a ti sobre lo que hago o dejo de hacer.

Axel frunció el ceño y se cruzó de brazos. Él no toleraba la arrogancia de nadie y menos aún que tuviera una amistad tan estrecha con la ama de llaves. Adelia, por su parte, se sintió incómoda con la tensión que había entre los dos y decidió intervenir:

—Chicos, por favor. No hay nada de malo en charlar un rato con alguien, ya sea sobre cocina o cualquier otra cosa.

Axel se relajó un poco ante las palabras de Adelia, pero Saray seguía molesta. Ella no estaba dispuesta a permitir que Axel le faltara al respeto de esa manera y le dijo:

—Tú eres el dueño de la casa, pero no el mío, así que no te tomes la libertad de hacer lo que te plazca. Y, por cierto, no soy tu empleada ni subalterna, así que merezco un poco más de respeto.

Alex se sintió acorralado por las palabras de Saray y decidió contestarle:

—Tienes cinco minutos para llegar al gimnasio, si no, ni te molestes en volver. No me gusta que llegues tarde.

Luego, se retiró de la cocina con un gesto de enfado. Saray, por su parte, respiró aliviada al verlo irse. Ella sabía que él era impulsivo y a veces se dejaba llevar por su arrogancia, pero no podía permitir que se saliera con la suya.

Adelia, por su parte, suspiró y pensó para sí misma que no había nada más difícil que mantener la paz en una casa llena de personalidades fuertes. Y Saray hubiera deseado un lenguaje más cuidado. Aquella brutalidad para hablar la desconcertaba.

Combate de Amor | Terminada y completaKde žijí příběhy. Začni objevovat