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El sol brillaba en el cielo y las calles estaban llenas de vida. En medio del bullicio de Madrid, Saray cogió su coche y caminaba hacia su cita con Axel. Eran las siete de la mañana, por lo que debería llegar sobre las ocho a su casa. Axel no estaba del todo convencido, pensando que podía recuperarse si se volcaba totalmente en ello. Y en eso iba a deber tener mucha paciencia con él. No obstante, estaba animada y dispuesta a empezar.

Al llegar, ya Adelia la esperaba, como siempre.

—¿Cómo estás, Saray? Me alegro mucho de que lo hayas reconsiderado —le saludó Adelia con una sonrisa amable, abriéndole la puerta.

Lo que no sabía, y Saray no iba a decirle, era que no estaba allí porque lo hubiera reconsiderado, sino porque Axel se lo había pedido.

—¿Muy bien y tú? —Saray trató de esquivar el tema—. ¿Está Axel por ahí?

—En la piscina, desde las cinco.

—¿De la mañana? —Saray se quedó en shock cuando lo escuchó.

—Todos los días se levanta a la misma hora para nadar, sí.

—Okey, voy para allá, entonces. Gracias. Hablamos más tarde.

—Sí, que te vaya bien, mi niña.

Adelia era una mujer realmente achuchable, pensó Saray. Lentamente se dirigió para la zona de la piscina. Y encontró, tal como en la primera vez, Axel haciendo largos, dejando su magnánimo cuerpo apoderarse del agua. No pudo evitar colocarse un poco alejada de la piscina, pero dentro del recinto, y observarlo mientras nadaba.

«Era tan extraño estar de nuevo allí», pensó ella.

—¡Buenos dííías, Saray! —Axel proyectaba la voz desde el borde de la piscina— ¿Cómo está hoy la fisioterapeuta más insistente que conozco? ¿Desea la señorita el desayuno continental o tal vez algo más completo? ¿Huevos, beicon? —canturreó, divertido.

Y nuevamente aquella imagen de él goteando agua por el pelo y por su rostro de modelo de revista, dejó Saray con el típico nudo en el estómago.

—Buenos días, gracias. He desayunado antes —Empezaba a sonar repetitivo.

—¿Me estabas mirando a hurtadillas? Porque llevas ahí un rato y no dijiste nada —Desde luego el suyo no era normal. Saray se quedó sin palabras ante su acusación. «¡Qué fuerte!», pensó.

—¿Yooo? ¡Qué va! Nooo —Negó con la cabeza, avergonzada.

A Axel le pareció gracioso que ella se hubiera puesto completamente roja. Se había sonrojado hasta la raíz del pelo. En aquella época, a Axel le habían gustado mucho los flirteos fugaces con chicas guapas dispuestas a un rápido «aquí te pillo, aquí te mato» con un hombre guapo que tampoco quería nada más que eso de ellas. Lo que había pasado con Alicia había sido suficiente para que no quisiera ninguna relación seria o duradera con nadie. Pero tampoco estaba dispuesto a ligar con ninguna chica. Sólo le divertía hacer que se sintiera incómoda aquella chica con sus indirectas y pullitas, parecía tan inocente que le resultaba atractiva. De repente, un ruido extraño sacó a Axel de su viaje por la memoria. Ella acababa de posar su saco de deporte en una tumbona. Y lo hizo de forma exagerada. Se veía un poco enfadada. Y él no pudo reprimir sus ganas de atizarla más.

—Espero que hayas venido preparada para entrar en la piscina.

—¿Perdona? —Saray lo miró con desconfianza. ¿Cómo que preparada para la piscina?

—Perdonada. Que se has traído el bañador, pregunté.

—¿Para qué?

—¿Cómo que para qué? ¿Para qué si no? Para la piscina. Aunque no me importa cómo quieras entrar, como si quieres desnudarte.

Combate de Amor | Terminada y completaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora