29.

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—Lo que más me duele y me frustra es que le hice daño —comentó Axel a Diego—. No hay día que no recuerde el encuentro con ella en este hospital.

—Amigo, no te masacres más. No te vale de nada.

—No le dije nada, Diego, nada. Siempre he tenido mucho autocontrol. Necesitaba asimilarlo y entender el por qué. Y la comunicación, aunque sea dolorosa, es lo más importante. Si siempre le he dicho eso y mírame. Soy un gilipollas. Lo soy.

Él estuvo destrozado durante la semana que estuve pensando. Apenas comía ni dormía.

—Confieso que eso era precisamente lo que ella debería hacer: gritarte, insultarte, castigarte y, por supuesto, no hablarte nunca más —los ojos de Axel se agrandaran—. Tío, obviamente no. Eres un idiota, sí, pero Saray es una buena chica y te perdonará si es más razonable que tú, que imagino que lo es.

—No contesta al teléfono ni responde a ninguno de mis mensajes y mi madre dice que esta vez no va a interceder y que está de su parte. Lo cual me tranquiliza, si quieres que te diga, al menos sabiendo que la Sra. Merche está con ella y le ha brindado su apoyo. Necesito verla, Diego.

—Sí, ya sé que sí, pero no puedes. Ya has oído lo que ha dicho el médico. No puedes salir de esa cama.

—¡Joder! Ya he tenido bastante.

—Bastante vas a tener si no estás quietito y cumples las órdenes del médico.

Axel resopló.

—Pero tú puedes —dijo Axel con los ojos brillando.

—¿Yo puedo él qué? —preguntó Diego, irguiendo una ceja.

—Hablar con ella. Puedes ir a su casa y hablarle. Explicarle lo que te dije. Le puedes trasmitir que la quiero y que me arrepiento de todo lo que le dije.

—¡Uff! No lo sé... ¿eh? ¿Yo? Es que no tiene mucho sentido que vaya yo, amigo mío. Esas cosas las tienes que decirle tú y frente a frente. No mandar recado por mí. No se lo tomará en serio.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué espere a qué me den alta de aquí? Por esa fecha ya mi hijo estará en la universidad, coño.

Axel empezaba a exasperarse con la situación. Su cabeza no paraba de rodar soluciones para poder hablar con Saray.

—Aguanta y se te pasará —afirmó Diego.

—¿Quieres que la deje? No voy a hacerlo. Anda, apóyame, para variar.

—No te mando a la mierda porque estás loco —Diego hizo una mueca y cruzó los brazos en jarras—. Siempre te apoyo, Drac. Pero tienes que pensártelo bien.

—Ya lo he pensado. Necesito que hagas esto por mí, por favor.

—Vale. Tú ganas, como siempre.

Diego esbozó una sonrisa y Axel alargó la suya.

***

Diego caminaba por las calles de Madrid, su mente estaba centrada en su misión, debía entregarle un recado a Saray, la novia de su mejor amigo Axel. Pero su cabeza estaba llena de dudas, ¿qué pasaría si Saray no estaba en casa?, ¿y si se negaba a recibir el recado? Mientras caminaba, Diego no pudo evitar preguntarse cómo estaría Axel en el hospital, lo conocía desde hace mucho tiempo y siempre había sido su compañero fiel. No podía dejar de sentir tristeza al pensar en él.

Finalmente, llegó a la casa de Saray. Su corazón latía con fuerza mientras tocaba el timbre. Después de unos segundos, la puerta se abrió y apareció Mónica, la mejor amiga de Saray. Diego no la conocía bien, pero por la forma en que lo miraba, parecía estar sorpresa por su presencia.

Combate de Amor | Terminada y completaKde žijí příběhy. Začni objevovat