14.

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El barrio de La Latina es una de las partes más antiguas de Madrid. Situado al sur de la notable Plaza Mayor, cuenta con muchas encantadoras callejuelas y bellas iglesias. Mónica y Saray vivían en un elegante edificio de este barrio. Mónica estaba atendiendo a su última paciente de la mañana y esperaba ansiosamente la llegada de su amiga terapeuta. Saray rara vez pasaba tanto tiempo sin dar noticias y a Mónica no le gustaba la idea de que no hubiera dado señales de vida. Estaba a punto de llamar a la casa de ese hombre, en contra de toda ética profesional, pero finalmente decidió esperar un poco más. Iba a bajar para tomar un café en el bar de siempre, cuando al abrir la puerta se encontró con Saray. Por fin, pensó ella, ya preocupada.

Saray, además de la necesidad que sentía de hablar con la amiga que siempre la escuchaba y la orientaba, sintió la alegría de estar de nuevo en su espacio, en su casa.

Esta amistad databa de hace algunos años, cuando Saray aún cursaba la universidad, y se convirtió en una hermandad. Se conocieron en una reunión de fin de año en la casa de un amigo en común y nació una simpatía entre las dos jóvenes, que fue consolidando con el paso de los años y las confidencias intercambiadas. Además, descubrieron ese día que iban a las mismas clases juntas y nunca se habían dado cuenta de la existencia la una de la otra. Era cierto que no pensaban de la misma manera, pero tenían mucho en común. Eran francas, directas y sostenían esa amistad con gestos constantes.

—Justo a tiempo, me voy —comentó Mónica—. Iba a jurar que ya te habías trasladado a casa de ese tío guapo.

—Que graciosa. ¿Ya te vas? ­—sonriendo, Saray se inclinó hacia a ella y le dio un beso en la mejilla.

—Sí, pero no tengo prisa, tomemos un café abajo, ¿vale?

—Me vendría bien un café, tengo un cabezón, ni te cuento —dijo Saray posándose una mano sobre la sien.

—Mmm. Te han dado la noche, déjame adivinar —La afirmación de Mónica iba adornada con varias insinuaciones.

Saray sonrió.

—Hay mucho que decir sobre eso, Moni. Pero te lo cuento con una taza de café bien fuerte en la mano, ¿de acuerdo?

—Está claro que vas a necesitar de más que una taza de café, porque tengo en creer que la noche se hizo larga. ¡Menuda palmaria llevas tú! Abro una puerta a la imaginación y ya te veo bien atada...

—Ahora mismo, si me ataras a la cama tan poco estaría mal.

—Por lo visto, alguien ya lo ha hecho, ¿no? —Mónica la miró con regocijo.

—Vaya por Dios, vámonos, por favor —expresó Saray un poco avergonzada.

Al llegar a la cafetería, las dos amigas se sentaron en una mesa cerca de la ventana y pidieron dos cafés con leche y una porción de tarta de manzana para compartir. Mientras saboreaban la tarta, Saray le confesó a Mónica todo lo que había ocurrido la noche anterior y que se había enamorado de su paciente de fisioterapia. Básicamente sabían todo sobre la vida de la otra y no tendría sentido ocultarle nada. Mónica se quedó atónita ante unos acontecimientos que no esperaba en absoluto. Aunque, a pesar de todo, se alegró por su amiga. Lo único es que la situación no parecía estar bien definida y temía que Saray volviera a decepcionarse.

—Lo sé, suena insano tal y como es —dijo Saray con una tímida sonrisa—. Pero no puedo evitar sentir lo que siento. Es un hombre maravilloso, divertido y muy atractivo. Y es bueno conmigo. Bueno, hay días. A veces es muy imponente. Creo que me he enamorado de él.

Mónica escuchó con atención mientras su amiga hablaba. Aunque se alegraba de que su amiga hubiera encontrado a alguien especial, también estaba preocupada. Sabía que Saray había sufrido desengaños amorosos en el pasado y que la habían engañado varias veces. Y todo por el mismo idiota, pensó.

Combate de Amor | Terminada y completaDär berättelser lever. Upptäck nu