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—¿Cómo se te ha ocurrido hacerme esto? —Axel estaba furioso.

—Tranquilo, no es para tanto. Es una excelente profesional —contestó su madre sabiendo ya bien a lo que él se refería. Estuvo contando los minutos hasta recibir su llamada, que no tardó, tal como esperaba.

Axel estaba muy enfadado con su madre, desde que aquella chica había aparecido en su casa de la nada, la mañana anterior. Había dormido mal, pensando en lo sucedido. Y solo con despertarse a la primera hora de la mañana, tras las pocas horas que pudo conciliar el sueño, se dio cuenta de que su madre lo había hecho con la intención de sacarlo de quicio. Aquella mañana volvía a ocurrirle: se despertó con las contracturas que tanto lo molestaban, amenazando romperle la piel. Su hombro latía como si tuviera pulsaciones propias. Y súbitamente, todo el dolor que sentía en los últimos meses se intensificó a raíz de una noche mal dormida. Y todo porque su madre no podía dejar de meter las narices en su puñetera vida.

—Me tomas el pelo, eso sí —Su voz reflejaba el rencor y la irritabilidad que le asaltaban.

—No te estoy tomando el pelo, Axel. Te estoy intentando ayudar y no lo ves.

—Tú modus operandi consiste en ir asumiendo y solucionando cosas que no te tocan. Mi vida es una de ellas. ¿Sabes cuál es tu problema, Sra. Merche? Es que necesitas sentirte útil e indispensable al punto de olvidarte de que tengo 34 años y que ya no soy un crío.

—Pero mira que te comportas como uno —añadió Merche, cansada de las malas palabras que su hijo siempre le dirigía.

—Claro, ¿cómo no? Y tú que dijeras lo contrario. Y si bien lo que lo demuestras en un deseo de ayudar, lo que encierra este supuesto altruismo, lo que tú tienes es un deseo de control, así como de sentirse superior —sostuvo él.

Merche bufó un largo suspiro.

—¿Control? Si tú no sabes lo qué es el control, Axel. No llevas las riendas de tu propia vida hace mucho tiempo y me vienes a mí hablar de control, ¡sinceramente! —exclamó ella—. Más te digo, para que exista un salvador también debe haber alguien que desee ser salvado o rescatado. Y empiezo a cansarme de ti.

—Vale... vale... —Axel estaba harto de discutir el mismo asunto, por lo que trató de darle una tregua—. Entonces, ¿qué sugieres? Que para que yo recupere el control de mi vida tengo que meter en casa a una chica que no conozco, ¿es eso? Que no tiene ni idea de lo que necesito. ¿Esto de qué va? Y luego me hablas de salvarme... lo que tú quieres es joderme. Querer salvar al otro es una manera de no querer ver las propias heridas, para no entrar en el propio dolor y enfrentarse a él —analizó Axel crudamente.

—Te estás sobrepasando, Axel —le regañó su madre.

Lo que esta actitud encubría, pensaba Axel, en realidad, era una necesidad desesperada de resolver en él lo que no se quería ver dentro de sí misma

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Lo que esta actitud encubría, pensaba Axel, en realidad, era una necesidad desesperada de resolver en él lo que no se quería ver dentro de sí misma. Para él, su madre seguía atormentada, hace casi cinco años desde que Noa había muerto, por la culpabilidad de aquella tragedia. Por no haber podido salvar la hija que más amaba, que más quería, la hija perfecta. Por no poder controlar que su hija predilecta había cambiado el destino de todos cuando anunció la llegada de lo que se había convertido en una pesadilla. Pero nada de eso importaba más, porque Noa ya no estaba, y con ella se había ido todo lo que un día resultó ser bonito para todos. Y ahora solamente les quedaba vivir de los fantasmas, de los reproches, de los controles descontrolados, de las vidas erráticas y de los dolores. Los internos y externos.

Combate de Amor | Terminada y completaWhere stories live. Discover now