Tu admirador secreto

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Decidida, salí del almacén en dirección a mi clase. No podía hacer nada y eso me frustraba. Recolecté mis cosas rápidamente y salí como un rayo hacia la puerta de salida, sin dejar de mirar mi móvil. Mi supuesto admirador tenía una caligrafía excelente que lograba despertar miedo en mí. David, que también salía, reconoció mi preocupación y comenzó a hablarme, pero no podía procesar lo que decía. En ese momento, el usuario escribió un nuevo mensaje, esta vez más aterrador.

Había una imagen: Lucas estaba de pie en la misma habitación, a sus pies un garrafón de gasolina y un charco que suponía también lo era. Su cara mostraba pavor y sus manos atadas intentaban comunicarse conmigo, pero no podía descifrarlas.

"La cosa se va a poner caliente", empezaba diciendo el mensaje. "Lucas ha resultado ser un pequeño obstáculo y eso no me ha dejado más remedio que seguir con mi trabajo. Una pena, ¿verdad? Creo que tú quieres estar con él, por lo tanto, te daré una oportunidad para encontrarlo. Pero cada dos horas, una persona de tu círculo o el de Lucas morirá. Así que date prisa, señorita, y recuerda:

Entre las páginas de la historia me desplazo,

en la biblioteca mi esencia se hace caso.

Blanco como el papel donde las letras danzan,

en las obras de arte, mi imagen se extravagancia."

Con las manos temblando y escalofríos recorriendo mi espalda, le di el móvil a David para que ojeara los mensajes, notando su atención y preocupación. Después de revisarlos, me abrazó, pero yo no tenía fuerzas para corresponder al gesto. En un tono seco y desalmado, le dije que no había tiempo que perder. 

La presión en mi espalda era abrumadora y sabía que no teníamos tiempo para tonterías, pero por alguna razón inexplicable, mis piernas se pegaron al suelo y sentía que no podía moverme. David intentó tirar de mí para hacerme avanzar, pero mis pies parecían estar enraizados al suelo, como si una fuerza invisible me retuviera.

Cuando finalmente logré moverme, David me dirigió hacia un edificio tan gris como el humo. Caminamos juntos hasta el patio, donde sacó las llaves de su mochila. Parecía decidido a entrar, pero por alguna razón, me pidió que esperara allí sola, en medio del frío y la niebla que empezaba a formarse bajo mis pies. Me sentí un tanto desconcertada por su solicitud, pero antes de que pudiera hacer preguntas, un hombre que parecía estar apurado chocó conmigo. Sin detenerse, me pidió disculpas y continuó su camino, llevando consigo una sudadera verde que pronto perdí de vista en la densa niebla.

Quedé mirándolo por un momento, preguntándome quién era y por qué estaba tan apresurado. La niebla empezaba a envolverme, añadiendo una sensación de misterio y tensión al ambiente. Aunque me sentía un tanto inquieta estando sola en ese lugar desconocido, sabía que tenía que esperar a David y confiar en que él encontraría respuestas dentro del edificio gris.

David, después de haberse cambiado de ropa, ahora lucía más ligero y elegante, una imagen que nunca antes le había visto. Su mirada se encontró con la mía, y en ese instante, noté un cambio en su expresión. Me miró fijamente, pero yo no aparté la mirada, lo que hizo que su nerviosismo aumentara.

En ese momento, sin poder contener más mis emociones, le confesé: "David, tengo miedo". Antes de que pudiera decir algo más, él me besó. El contacto de sus labios en los míos fue reconfortante, aunque la incertidumbre persistiera.

Después del beso, David intentó tranquilizarme diciendo: "Todo va a estar bien", aunque su seguridad no parecía completamente convincente. La niebla a nuestro alrededor añadía un toque de misterio y tensión al momento, pero en ese instante, sentí un atisbo de calma al estar junto a él. Con su apoyo, enfrentaríamos lo que sea que nos esperara dentro del edificio gris y descubriríamos la verdad detrás de todo este misterio.

Juntos caminamos hacia una biblioteca, pues el acertijo nos indicaba claramente dónde debíamos ir. Lo había memorizado y en mi cabeza trataba de encontrar su solución. ¿Qué podría ser? De manera apresurada, entramos. David cogió una silla y dejó su chaqueta. Empezamos a revisar todos los libros relacionados con arte, pero no encontramos nada.La tensión aumentaba mientras pasábamos las páginas de los libros, buscando desesperadamente alguna pista que nos llevara a resolver el enigma. El tiempo apremiaba y la niebla que se infiltraba en la biblioteca parecía envolvernos en un velo de incertidumbre

La cacofonía de teléfonos sonando llenó el aire de la biblioteca, aumentando la tensión que ya sentíamos. Uno tras otro, los teléfonos resonaban hasta que finalmente sonó el mío.Con un nudo en la garganta, revisé el mensaje que acababa de llegar.

Era simple, pero su contenido era impactante: "¿Qué es, Alex? ¿Qué es? Tan inteligente y en dos horas no puedes resolverlo?"

Las palabras del mensaje resonaron en mi mente, mezclándose con el zumbido de los teléfonos y la atmósfera enrarecida de la biblioteca.

El caos se apoderó de mí cuando llegó una nueva foto, una imagen que no quise ver. Una persona atada a una silla, con un dibujo de mi cara y sangre goteando de sus manos. La angustia me invadió por completo y, en medio de la desesperación, perdí el equilibrio y caí de la escalera al suelo, sintiéndome incapaz de enfrentar la situación.David vino rápidamente en mi ayuda, pero a su alrededor, todos en la biblioteca estaban mirándome. Las lágrimas brotaban por mis mejillas mientras luchaba por contener mi angustia. No dije nada, pero en mi mente resonaba una súplica silenciosa: "No, por favor, no".

on las manos temblando, metí mis manos en mis bolsillos mientras permanecía en el frío suelo. La incertidumbre me atenazaba: ¿Y si la persona en la foto era Lucas, o alguien más inocente, alguien que tenía una familia esperándolo en casa? Miles de pensamientos y posibilidades se agolpaban en mi mente, llenándome de frustración y desesperación. No podía permitirme quedarme paralizada por el miedo.

De repente, sentí un corte en mi mano, o más bien un pinchazo. Instintivamente, saqué lo que encontré en mi bolsillo, tratando de entender lo que estaba sucediendo. Sujeté en mis manos el trozo de tela; su grosor era más denso que el de un pañuelo, y la grapa que tenía en un lado confirmó mis sospechas: era un trozo de lienzo. Mire a David, que me observaba desesperadamente, buscando respuestas en mi expresión. La tensión en el aire era palpable mientras ambos intentábamos descifrar el significado de este hallazgo. La mente me daba vueltas, tratando de encontrar una conexión entre este trozo de tela y la situación en la que nos encontrábamos.  

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