Harta de soportar a un marido infiel, una cuñada entrometida y a medio mundo que se puso en su contra, la condesa Miriel optó por planear un divorcio conveniente.
-Ella y el conde son unas víboras háganme caso y empaquen sus maletas- planeaba sacar...
Para proteger el tesoro robado a Khim, Gallahad Dulac se ofreció a buscar arquitectos mágicos para crear un sistema de seguridad que fuera imposible de abrir, incluso para los Pendragon que heredaron la fea costumbre de robar.
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Se recurrió a las familias vampíricas; los arquitectos Karnstein y a los cerrajeros Mircalla. Eran célebres por ser ellos, los artífices de la creación del infame Bastión y los bloqueadores de maná.
Al ser liberados de su prisión, juraron lealtad a los héroes y se ofrecieron a prestar sus servicios hasta la muerte.
Pasó un tiempo y muchos se enojaron con ellos, pues les fascinaba combinar rompecabezas mecánicos con las construcciones edilicias para dificultar la apertura de puertas y bóvedas que de fallar en su resolución, el nivel de dificultad aumentaba hasta el bloqueo semipermanente del lugar.
¿Quién mejor para evitar el robo que el mismo que los dejó pasar a propósito?
Gallahan confiaba en ellos y así se creó la bóveda más imponente en la actual Tierra Santa que según los rumores, guardaba aquello robado a Khim; su corazón.
Menuda desgracia sería para aquellos que propagaron el exterminio de las familias de héroes, de saberse que aquello no era una bóveda sino un complejo laberinto que de abrirlo, hallarían el horror de un juggernaut.
Recibiendo una profecía de la diosa Selene, los Karnstein no tardaron en construir otras seis bóvedas subterráneas desparramadas por el mundo y regar el chisme, por pedido de Arcturus, de manera cizañera entre cierto grupo de brujas.
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Así, cada una obtuvo una información diferente que se negaron a revelar a las demás por codicia. Entre ellas; Suaya, Ursa, Bennet, Talasa, Daigo, Xanabria y Angelique, establecieron sus territorios convenientemente en donde creían, estaba el tesoro.
Les resultó desesperante desconocer la combinación de las bóvedas y luego de la purga a los tres palacios, Xanabria atrapó a las herederas de los creadores que intentaban huir al imperio; Callighan Mircalla y Sheridan Karnstein.
Ambas eran amantes que luego de crueles torturas, negaron conocer la obra de sus antecesores. De igual forma, se vieron obligadas a servir a Monroe bajo un contrato de sangre para evitar que huyeran juntas o se confabularan. Les impuso separarlas y si tan siquiera se acercaban, la marca de esclavo las quemaría por dentro.
