|| Capítulo 12 ||

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No tenía idea a donde ir, quería ir a casa, pero no estaba lista para entrar sola

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No tenía idea a donde ir, quería ir a casa, pero no estaba lista para entrar sola. Había sido un día demasiado agitado y lo único que quería era estar en una cama y dormir.

Mi cabeza daba mil vueltas, lo único que quería era tener el maldito libro en mis manos. Era algo más que un simple objeto y se acercaba un día importante en mi vida y el hombre que se supone que me debería querer, lo arruinó, como siempre.

Aunque tal vez fuera inútil, debía ir a la casa de los vecinos y saber si alguien estaba dispuesto a venderme ese libro.

Fui casa por casa, le pregunté a cualquiera que pasara por mi casa, si un hombre alto y de buen físico le había vendido un libro con la portada de dos hermanas, pero no. Nadie lo había visto y ahora parecía que yo era una loca en busca de algo que ni existe.

Cuando caminaba con las manos en los bolsillos y la cabeza baja, triste de que no encontré el libro, vi una sombra cuando la noche estaba cayendo. Levanté la mirada y noté que Sheila me estaba esperando en los escalones de mi casa.

Nos observamos mutuamente y cuando se levantó, noté que en sus manos estaba el libro.

Me acerqué a ella sin poder creer lo que estaba viendo y sin pensarlo la abracé fuertemente. Nos separamos y sonreí.

—¿Qué haces aquí?

—Pese a que me ocultaste que te fuiste a la comisaría, me dijiste que te esperara aquí y eso hice.

—¿Por qué? Pudiste haberte ido y olvidarte de esta tontería.

—No parecía ser una tontería para ti, entonces para mí no lo sería. Además, aunque no lo creas, yo te aprecio y quiero que sepas que siempre podrás contar conmigo.

Sonreí de lado y extendió sus brazos para darme el libro.

—Imagino que quieres saber por qué es importante —asintió.

—No niego que tengo cierta curiosidad, pero si es algo tan importante prefiero que te guardes el secreto y cuando lo hayas superado, podrás contarme.

Cualquiera en su lugar habría abierto el libro y aunque no encontraría nada, porque solo yo entendería ese mensaje, el hecho de que no lo haya hecho, muestra que es una persona respetuosa en todos los sentidos.

—¿Vamos a mi casa o quieres quedarte en la tuya? —preguntó.

Miré la casa que estaba frente a mí y entendí una cosa. Ya no era mi casa, nunca fue mi hogar, porque faltaba mi familia, la que un día estuvo completa y me amó. La había perdido y desde entonces ninguna casa era un hogar.

Sin embargo, creo que eso cambió cuando Sheila me acogió en su casa con los brazos abiertos, sin importar los problemas o mi orientación sexual.

—Esta no es mi casa —sonrió de lado.

EL PRECIO DE LA LIBERTAD [LGTB]Where stories live. Discover now