|| Capítulo 08 ||

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Estábamos en nuestra habitación, la lluvia había azotado la ciudad, los relámpagos no dejaban de aparecer y los truenos de sonar

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Estábamos en nuestra habitación, la lluvia había azotado la ciudad, los relámpagos no dejaban de aparecer y los truenos de sonar. Nos estaban consumiendo lentamente.

La noche estaba oscura o tal vez mi mundo estaba oscuro, no estaba segura. Tenía miedo, mi mente daba miles de vueltas cada vez que me hacía la misma pregunta.

¿Eres libre?

No lo sabía con certeza, en clases nos habían mandaron a hacer un trabajo sobre qué significa la libertad para nosotros, ¿pero acaso sabía que era la libertad? ¿Alguna vez la había tenido? ¿Quién la tiene la valora?

Había tantas preguntas, tantas cosas que no sabía, pero Emily aunque no tuviera las respuestas, siempre trataba de ayudarme.

—Mamá nunca me aceptará, Em —dije, mientras miraba el techo pensando en cómo afrontar mi vida.

—Me tienes a mí, ¿eso es algo? —sonrió tiernamente.

—Sí, pero... —suspiré—, tengo miedo...

Emily corrió la sábana y el acolchado, para bajarse de la cama y se dirigió hacia la mía. Me quitó el libro de mis manos, lo colocó sobre la mesita de noche e hizo a un lado el acolchado de mi cama para poder acostarse a mi lado.

Sus brazos suaves y cálidos me envolvieron en un hermoso y confortador abrazo.

—Siempre estaré para ti, Thalía, incluso cuando seamos viejas y la muerte nos separe —me acercó más a ella y fue inevitable que las lágrimas no salieran de mis ojos.

La abracé fuertemente, mientras las voces que generaban dudas en mi cabeza, no cesaban, solo aumentaban con cada momento que pasaba sin decir la verdad.

Sentía que de alguna manera tenía cadenas en mi corazón, sentía que mi vida pesaba, ya no era liviana como una pluma, era pesada como uno de esos rascacielos de New York. Tenía miedo de todo, estaba a la defensiva y no sabía cómo actuar.

Creía que estaba bien si no decía nada, pero no...

—¿Siempre? —pregunté con recelo.

—Siempre —afirmó.

Ese recuerdo ya no valía nada, no tenía vida, ni alma, estaba muerto. Ya nada tenía sentido en esta vida y mi madre no ayudaba con eso.

—¿Cómo puedo apoyarte si te estás metiendo en donde no debes, Thalía?

La observé sin poder entender su postura como madre.

—Tú nunca me has apoyado, ¿por qué te preocupa tanto la denuncia? —dejé la computadora sobre mi cama y me levanté.

Me dirigí hacia mi madre lentamente.

—Si no estuviste ahí cuando más te necesité, ¿por qué habrías de estarlo ahora, que mi alma ya está muerta y enterrada?

—No hables así, hija —acercó su mano a mi brazo y comenzó a acariciarlo.

EL PRECIO DE LA LIBERTAD [LGTB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora