fake smile (Springddy)

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(Toddy x Spring)

Sus ojos azulados se vieron pronosticados de una posterior llovizna. Las lágrimas se deslizaban minuciosas por la curvatura de su rostro, terminando su recorrido en su boca y mentón. Iba trotando, casi corriendo. En busca de algún sitio para esconderse. No quería que nadie la viera así. Tan destrozada, débil... Tan rota.

En su huída, miró hacia atrás.

La desazón solo aumentaba.

El dolor le desgarraba el corazón.

Llegando a hipar dos veces.

No sé porqué pensó que allí estaría.

Que a lo mejor le tendría un poco de compasión. Una cálida amabilidad como para tenderle la mano. Que la hubiera perseguido y aclarar las cosas. Y una disculpa... Una maldita disculpa que nunca llegaría.

Pero Meg prefirió dejarla marchar.

Después de todo...

¿Alguna vez le importó a alguien?

Se pasó las manos por sus mejillas.

Su maquillaje se diluía.

Tal cómo la careta de egocentrismo y vanidad que ella usaba a diario.

Un sentimiento amargo creció dentro.

Le dolía no poseer una belleza capaz de hacer que las personas se dieran vuelta a mirarla dos veces —realmente lo hacían, pero no eran más que miradas superficiales. Pero daba igual, ella también era así— o, al menos, esa inteligencia que despertará la admiración de alguien —¿por qué se menospreciaba? Siempre ambicionaba ser la número uno, hasta en el ámbito académico—. Ni siquiera tenía un talento para presumir (decir un centenar de frases sarcásticas o groseras por segundo no creía que pudiera contar). La moda, el teatro y la preparación de finas reposterías... Si, era muy buena en eso. Pero... sentía envidia de los diseños maximalistas de Ann, o el talento teatral de Meg... Era tan poca cosa a sus lados.

Sentía que su gusto por el minimalismo era insípido... Ausente de emoción, de vida.

Cómo lo veía, no había nada que hiciera destacar de las demás personas, cual una rayita con baja autoestima. Frunció sus labios, no... No sé permitiría decaer.

No quiere ni pretende victimizarse.

Ella es más que eso.

Puede reconocer que también obró mal.

Lo entendía. Ahora sí lo veía.

Compararse siempre es un grave error, porque los seres humanos somos únicos. Todos tenemos derecho a insultarnos —aunque podemos burlarnos con afecto de nuestras torpezas, claro—, pues alimentar ese desprecio hacia nosotros mismos es como dejar que un parásito crezca en nuestro interior hasta consumirnos.

Y ella no se iba dejar envenenar por prejuicios tontos o un victimismo barato en el que viviera en una realidad dónde todos están mal y ella fuera la única santa.

No iba a dejarse engañar creyendo ser la única víctima. Ya se canso de hallar miles de jufisticaciones para excusar su actitud de vanidosa excentridad. De hallar culpables ajenos de su comportamiento que ella mismo decidió tomar.

Si, Bon la engaño y no se tomó en serio su compromiso. Pero, ¿debía culparlo? Nadie escoje de quién enamorarse, ni tampoco es su culpa que él dejara de amarla. ¿Por qué perdería el tiempo en llorar por algo que su amigo de la infancia no pudo vaticinar?

La vida es más que victimizarse por amores no correspondidos. De todas formas, el rímel está bien caro como para gastarlo llorando por eso.

Y si, Meg nunca fue de ayuda. Nunca trato de acercarse a ella, entenderla, lo único que obtenía era que hablara a mis espaldas. Y cuando por fin la encaró... no hizo nada. Me dejó marchar, derrotada.

Pero, ¿acaso ella tampoco hizo el menor intento de congeniar con ella?

¿Y qué hay de Anne... ? ¿Ella acaso tiene la culpa de su vanidosa forma de ser? ¿Ella tiene la culpa de las trabas que le puso? Arruinando cada atuendo suyo, en cada concurso... solo, ¿para qué? Que sea la única que pueda recibir elogios y atención. Dejó escapar un suspiro que contenía todo el peso que le aquejaba. Al fin y al cabo, ambas queríamos ser el centro de atención. Entonces, se detuvo.

¿De qué servía hallar culpables?

¿De justificar sus tropiezos y actitud?

Una risa sardonica rasgó en el silencioso ambiente. Era tal cual como dice el dicho: "tirar la piedra y esconder la mano"

No, eso no. Era mucho más que eso.

Ya estaba lo bastante grandecita como para que le excusen todo. Nadie la obligó a tener su excéntrica y arrogante manera de ser –salvo, claro, su crianza en forma de obsequios y elogios que la volvieron una mimada consentida–, sin embargo, también tiene su parte de la culpa en su trato con Anne, con Meg y... Bon.

El primer paso a madurar era reconocer sus fallos. No a inventarse enemigos.

Lo bueno es que, por fin lo entendió... Apenas estaba empezando, pero, debía encontrar la forma de darle un giro a esa horrible historia: ¿si se estaba haciendo tanto daño con sus pensamientos autodestructivos, sería posible revertir el efecto? Decidió intentarlo. Empezar a crear una receta para sanar su alma, poniéndola en práctica de forma cotidiana hasta el día de hoy.

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Por unos segundos, al escuchar el relato de la joven, enmudeció. Absorto por lo que escuchó. Bastante impresionado.

Entonces, no se aguantó.

Las campanadas de una risa juvenil repercutieron por el salón en el que se habían escondido. El rubio al recuperarse, contempló orgulloso a esa bella morena. Recostado en sus muslos, la admiró a sus anchas. Era bonita, y mucho. Pero sus ojos, de un cielo imponente... le ofrecían un brillo hipnótico, uno diferente a la mirada de prepotencia que solía usar. Y le sonrió orgulloso. La vanidad se había esfumado de su airosa mirada. Sin dudas, estaba avanzando. Cambiando. Madurando.

Cerró los ojos, improvisando unos versos, y de sus labios brotó una melodía rítmica que pusiera en palabras sus sentimientos── Cuando estoy a tu lado el tiempo se desvanece, los segundos se aceleran y no tengo nada en mente. He caído en el embrujo de tus labios que llenan de poesía cada uno de mis años

FHS: THE SHADOWSحيث تعيش القصص. اكتشف الآن