XXIII

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Lo que debería haber hecho, pensaba Yoongi, era apartarlo de la pared del acantilado y llevarlo de vuelta a la casa a través del valle, aunque hubiera sido a la fuerza.

Claro que esa habría sido la única manera de hacerlo.

Habría tenido que inmovilizarlo bajo un brazo o echárselo al hombro y esquivar sus puñetazos en la medida de lo posible sin responderlos, mientras hacía oídos sordos a sus insultos.

Pero al menos seguiría vivito y coleando cuando lo dejara a salvo en Penhallow.

Esa habría sido la opción responsable, y ya llevaba más de una semana ciñéndose al milímetro a la responsabilidad.

Se había convertido en otra persona, en un adulto maduro, en un marqués serio cuya vida la dictaba el deber.

Se había preparado para adoptar una tediosa respetabilidad y una temprana madurez.

¿Y qué estaba haciendo en lugar de arrastrar a Jimin de vuelta a la casa sano y salvo?

Escalando los acantilados con él, eso estaba haciendo.

En plena noche y sufriendo el recio azote del viento.

Y con el impedimento de sus faldones.

Aunque también se lo estaba pasando en grande.

¡Menuda estupidez!

¡La descarga de emoción que provocaba el peligro era increíble!

No era tan peligroso como parecía; sobre todo, visto desde arriba.

Aunque los acantilados eran escarpados, tenían un gran número de asideros seguros donde apoyar manos y pies.

El problema era que una vez que se comenzaba la escalada no había vuelta atrás.

En primer lugar, porque descender era muchísimo más difícil que escalar.

En segundo lugar, porque la marea ya llegaba a la desembocadura del río y el único modo de llegar al valle sería a nado.

No había aceptado el reto de la carrera.

Se mantenía tan cerca de él como le resultaba posible y ligeramente retrasado, como si creyera que de ese modo podría cogerlo en caso de que resbalara y se despeñara.

Aunque sí podría ofrecerle ayuda si se quedaba varado.

Claro que no pensaba decírselo.

No quería que su enfado lo distrajera.

Cada vez que se detenía, en ocasiones durante más de un minuto, él aguardaba en silencio.

Sabía que, en cuanto llegaran a la cima, se dejarían caer al suelo con las piernas flojas e inservibles durante un buen rato.

Y también que se tumbarían boca abajo, agradecidos de sentir la tierra bajo ellos y aferrándose a su presencia como si esperaran que algo los arrojara al vacío en cualquier momento.

Además, sabía que iban a jurar que jamás volverían a ser tan insensatos, lo mismo que él había jurado cada vez que escalaba la pared cuando era pequeño.

Los últimos metros eran los más difíciles, ya que la piedra estaba intercalada con zonas de tierra, hierba y guijarros sueltos, y el peligro de apoyar el pie en falso y de resbalar era muy real.

Recordó que la primera vez que subió por allí se pasó una media hora inmóvil a un cuerpo del borde, incapaz de mover un solo músculo mientras intentaba convencerse de que debía hacerlo si no quería sufrir la vergüenza de perder el control de la vejiga.

леко скандално YoonMinWhere stories live. Discover now