XII

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El bautizo del Honorable Andrew Jerome Christopher Butler fue ciertamente todo un acontecimiento, tal y como Jimin predijo en cuanto los Park hicieron su entrada en la iglesia y tomaron asiento en sus bancos.

La iglesia estaba a rebosar con los vecinos y los familiares de Kit y de la vizcondesa.

Habían acudido el primo de esta, el joven vizconde de Whitleaf, y su abuelo, el barón Galton.

También se encontraban presentes todos los ilustres parientes que la vizcondesa había obtenido tras el segundo matrimonio de su madre: los duques de Portfrey, los duques de Anburey, el marqués de Attingsborough, los condes de Kilbourne, la condesa viuda de Kilbourne y su hija viuda, lady Muir.

Menudo alboroto, pensó Jimin, y todo por un bebé que no se dignaba a prestar atención a los honores que le rendían.

Estaba primorosamente ataviado con un largo faldón de cristianar de encaje, una antiquísima herencia familiar, pero se pasó toda la ceremonia dormido y solo despertó para chillar con indignación cuando le echaron el agua bautismal por la cabeza.

Aunque no tardó en volver a dormirse en los brazos de Kit.

Intentó no prestar demasiada atención al grupo principal, pero no podía evitar ver a Kit, henchido de orgullo y felicidad, ni a su vizcondesa (jamás había sido capaz de pensar en ella por su nombre de pila, Lauren), resplandeciente en su flamante condición de madre.

Debía admitir que la mujer poseía cierta belleza.

Tenía un lustroso cabello oscuro, un cutis perfecto y unos ojos de un sorprendente tono violeta.

Pero siempre se mostraba decorosa, la intachable dama comedida a la que jamás se le movía un pelo de su sitio ni pronunciaba una palabra más alta que otra.

En su opinión, carecía de carisma y de temperamento.

La odiaba; aunque solo fuese porque todos los demás parecían admirarla y quererla.

Bajó la vista a sus manos, cubiertas por los guantes y entrelazadas sobre su regazo, y fue en ese preciso momento cuando Yoongi aferró una de ellas, le dio un apretón y se la colocó en el brazo.

Lo miró con su expresión de aburrimiento más exagerada.

Él le sonrió y le lanzó una tierna mirada, mucho menos risueña y burlona de lo habitual, antes de cubrirle la mano con la que tenía libre.

En ese instante le habría dado de puñetazos de buena gana.

Sabía muy bien de qué iba todo aquello.

Le tenía lástima.

Esa mañana, justo antes de ayudarlo a subir al carruaje y percibiendo su malhumor y su irritación para con todo el mundo, le había dicho al oído:

—Ten valor. Tu Jerome se ha ido. Pero algún día aparecerá alguien para ti. —⁠En ese momento había sonreído⁠—. Y, entretanto, tal vez yo pueda serte de ayuda, encanto.

Creía que estaba triste por Jerome.

Y lo estaba.

O debería estarlo.

Había muerto siendo muy joven y de un modo la mar de estúpido: de una fiebre contraída tras rescatar a varias familias de arrendatarios que habían quedado aisladas por una riada.

Y lo había querido mucho.

Había sido uno de sus compañeros de juego mientras crecían.

Aunque se había plantado en lo respectivo a casarse con él, y Jerome tampoco había parecido muy ansioso.

леко скандално YoonMinWhere stories live. Discover now