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La mansión de lady Potford en Great Pulteney Street estaba a rebosar de invitados la noche de la fiesta de compromiso.

Había abierto el salón, su gabinete privado, un salón y el comedor para acomodar a todos los invitados.

Todas las estancias resplandecían a la luz de una miríada de candelabros.

La larga mesa del comedor con su prístino mantel blanco estaba repleta de una gran variedad de platos con suculentos manjares.

Junto a ella aguardaban dos criados, encargados de ayudar a los invitados a seleccionar las viandas y llenar sus platos.

Otros iban de estancia en estancia, portando enormes bandejas con copas.

Lady Potford estaba, tal y como les había asegurado en incontables ocasiones a Yoongi y a Jimin, y tal y como le había asegurado en una ocasión al duque Park durante su paseo matutino con él en la Sala de la Fuente, encantadísima por el feliz giro de los acontecimientos.

—Me aterrorizaba la posibilidad —⁠le había dicho a Yoongi— de que siguieras malgastando tu vida como has hecho durante los últimos años, catando los efímeros placeres de la vida sin darte cuenta de que se obtiene un placer mucho mayor al asumir el papel que se tiene en la vida y formar una familia propia. Volverás a Penhallow después de tu boda con lord Jimin, criarás a tus hijos allí y te encargarás de la administración de tus propiedades y del bienestar de tu gente. Es el novio perfecto para ti, Yoongi. Estoy muy contenta.

—Tengo un administrador muy competente, abuela —⁠había señalado él⁠— con el que mantengo una comunicación constante. —⁠Jim Saunders era, de hecho, la única persona que conocía su paradero en todo momento⁠— Lord Jimin tal vez prefiera quedarse en Londres… o tal vez no —⁠concedió.

Los invitados también parecían estar muy contentos.

No era habitual que se celebrara un evento de semejante magnitud en Bath; y mucho menos teniendo como protagonistas a dos personas tan ilustres como un marqués y el hermano de un duque.

Las alegres conversaciones y los coros de carcajadas se sucedían en todas las estancias.

La marquesa de Min, ataviada con un regio vestido de satén negro y un tocado de plumas del mismo color, parecía tan contenta como cualquiera.

Sonreía con emocionada alegría a todo aquel que la felicitaba y de vez en cuando se secaba una lagrimilla de felicidad con su pañuelo ribeteado de negro.

Depositó un beso en el aire junto a la mejilla de Jimin y cogió la cara de Yoongi entre sus manos antes de darle un tierno beso y asegurarle (a él, y a cualquier persona que pudiera escuchar) que su querido y difunto tío estaría orgulloso de él esa noche.

Justo antes de partir en busca del duque Park, que estaba en el salón.

—Me complace y alivia comprobar que juzgó oportuno venir a Bath con tanta dilación, Excelencia —⁠le dijo al tiempo que le tendía la mano.

El duque lo cogió y le hizo una reverencia, si bien no se la llevó a los labios.

—Señora —saludó.

—Lord Jimin ha revolucionado la sociedad de Bath —⁠comentó⁠— Es un joven tan dulce…

El duque inclinó la cabeza en respuesta al extraño cumplido, pero sus ojos plateados se mantuvieron inexpresivos y bastante inescrutables.

—Solo cabe desear —continuó la dama⁠— que sea tan feliz como se merece.

—Ciertamente, señora —convino con gélida altivez.

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