XIV

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—Mira —le dijo después de que subiera las escaleras de caracol del torreón y se reuniera con él en la parte superior. Hizo un amplio gesto con el brazo⁠— ¿Has visto alguna vez un panorama más bonito que este?

La vista abarcaba varios kilómetros a la redonda.

Tenía la mansión a la espalda, pero prefería plantarse cara al viento para contemplar los árboles y la parte posterior de la propiedad hasta las tierras de labor que se extendían más allá, salpicadas de edificios, cercas y senderos serpenteantes.

El torreón era sin duda alguna uno de sus lugares preferidos; un lugar aislado en mitad de la naturaleza, donde sus problemillas y sus penas quedaban reducidos a cenizas para que el viento se los llevara.

No le gustaba compartir ese lugar con nadie, pero habría sido muy infantil mandar a Yoongi a paseo.

Por más que le hubiera gustado hacerlo.

Cuando de repente escuchó que lo llamaba desde abajo y se asomó para verlo, se le aflojaron las rodillas, le dio un vuelco el corazón y se quedó sin aliento un instante.

Era terriblemente consciente de su presencia física, sensación que aumentaba cuando lo tenía tan cerca, tan alto y tan masculino, ataviado con el traje de montar y sin sombrero.

No le gustaba esa sensación ni un pelo.

La pasión había estado muy bien cuatro años atrás, cuando se creyó enamorado y se lanzó de cabeza al fueron felices y comieron perdices para siempre…

¡Qué joven era en aquel entonces!

Pero en esos momentos denotaba una pérdida de control acompañada del temor a perder la sensación de absoluta independencia que tanto esfuerzo le había costado conseguir.

No estaba enamorado de Yoongi, pero no le cabía la menor duda de que despertaba en él un deseo vergonzoso.

No le gustaba.

No quería ninguno de los dos sentimientos; y mucho menos por un hombre que veía la vida como una constante fuente de diversión y que parecía albergar un pensamiento serio en contadas ocasiones.

Yoongi, marqués de Min, no se merecía su amor, aun cuando estuviera preparado para ofrecerlo.

Cosa que no estaba.

—No que yo haya visto durante mis viajes —⁠dijo él en respuesta a su pregunta, contemplando el panorama con franca admiración⁠— Veo que ya han recogido la cosecha y que algunos de los árboles comienzan a amarillear. Dentro de unas cuantas semanas la vista será aún más gloriosa. Vaya, lo siento. —⁠Giró la cabeza para mirarlo— No te gusta el otoño, ¿verdad?

—Solo porque el invierno lo sigue de cerca —⁠contestó⁠— El invierno siempre me recuerda… —⁠Sintió un escalofrío.

—¿Tu propia mortalidad? —sugirió⁠— ¿Has leído Los viajes de Gulliver?

—Por supuesto que lo he leído —⁠respondió.

—¿Recuerdas aquellos personajes que estaban condenados a vivir para siempre? —⁠le preguntó⁠— No recuerdo en qué parte del libro estaban exactamente, pero nacían con una marca en la frente que indicaba que jamás podrían morir. En lugar de despertar la envidia de los demás, los restantes miembros de su raza los compadecían. Nacer con esa marca era el peor de los destinos. Al parecer, Jonathan Swift era más listo que la mayoría de nosotros, y comprendió lo desatinado que es el deseo de vivir eternamente. Además, si vivimos con miedo, Minnie, ¿cómo vamos a disfrutar del tiempo que se nos ha concedido?

леко скандално YoonMinWhere stories live. Discover now