Las lagrimas que todos tenemos

159 9 3
                                    

-Señorita Furina, cálmese un poco seguro la señorita Navia esta bien, ella siempre ah demostrado ser un hueso duro de roer - El hombre albino deja el abrazo pero antes de eso da una palmadita en la cabeza de la chica de cabellos celestes, entonces esta mira a su alrededor.

Había policías que estaban heridos, algunos casi al borde de la muerte, y otros simplemente se encontraban asustados, pero entonces se escucho la voz de una mujer hablar, la cual era Clorinde, la que anteriormente le informo de que no era una opción abrir la puerta de la opera.

-¡Todos escúchenme! La situación es seria, si bien es cierto que somos ingenuos ante lo que ocurrió allí adentro, ¡No podemos darnos por vencidos! Nosotros somos los que protegen esta ciudad rodeada por las aguas del océano, nosotros somos los que podemos dar fin a esta amenaza. Si no somos nosotros, ¡Quién lo hará! -La mujer de ojos azul marino gritaba en busca de animar a su compañeros.

Algunos habían comprendido su mensaje y asintieron sintiéndose responsables del papel que poseían como guardias y policías de la ciudad. Otros solo podían mirar como la lluvia caía y cubría cualquier signo de lagrimas en su rostro, estos mismos tratarían de levantarse a pesar de que tenían heridas o cansancio.

Esto consiguió que la chica de ropas azuladas sintiera más culpa en su corazón así que se levanto e intentaría hablar también, pero rápidamente Clorinde coloco su pistola apuntando hacia la frente de la joven.

-Si va a hablar, le recomiendo que lo haga después estamos muy ocupados como para seguir hablando de sentimientos, puede reconocer eso señorita Furina, ahora necesitamos pelear y planear una estrategia para olvidar aquella mentira que nos guardo durante tantos años, que digo años, ¡fueron siglos! -El tono y la acción que realizo la oficial en contra suya provoco miedo, pero también un sentimiento de ira.

Furina sentía como la ira crecía en su interior, su mente no podía evitar pensar en todo el odio que había recibido solo por querer liberarse, quebrándose así su mascara, ahora posee un ceño fruncido y unos ojos que rivalizaban con la ira de la oficial delante suyo.

-¡Crees que eres la única que ah sufrido! Todos aquí en esta ciudad afirman ser miserables, no importa la razón, pero ustedes no saben realmente que es serlo, si quieren saber que es sufrir, ¡mírenme a los ojos! Puede que para todos haya sido una mocosa maleducada, pero era solo ¡una maldita mascara! Tenía que usarla para que sus antepasados siguieran vivos, ¡Si no fuera por mi todos ustedes ni siquiera existirían o vivirían en la verdadera miseria! Yo soy la que cargo con todo el dolor y trague cada insulto, burla e incluso agresiones con tal de que esta ciudad permaneciera -El ojo rojizo de la joven brillaba mientras esta hacía presente su ira, ira que había guardado por mucho tiempo, las lagrimas en sus ojos y cara eran demasiadas, pero todavía mostraba el valor que tenía para no sentirse acobardada por el hecho de que estaba siendo amenazada por un arma de fuego.

Esto provocaría que la oficial bajara la pistola y la mirara fijamente, la chica frente suyo había ganado su respeto.

-Puede que nos hayas mentido antes, pero por tu convicción y valentía confió en tus palabras, diosa o no, sigues siendo la dama Furina, la chica que siempre estuvo apoyando esta ciudad, y que siempre estuvo presente en nuestras vidas. Tienes mis respetos señorita Furina -Clorinde hace un gesto de respeto y mira hacia el edificio de la ópera - Sarah, alerta a los demás usuarios de visiones en Fontaine y al carcelero, necesitamos todo el apoyo posible. No sabemos si esas puertas resistirán lo suficiente.

-Entendido, ¡oficial Clorinde! -Sarah la cual era una mujer de cabellos negros que llegaban hasta su cuello, y usaba una ropa similar que su superiora, saldría rápida cual bala en busca de completar lo pedido por la oficial.

El sol estaba por llegar al cielo, pero todavía se mantenía la lluvia que golpeaba el suelo. El Gran Juez permanecía callado, al ver como la puerta principal del centro de ópera estaba siendo empujada desde adentro, este se colocaría delante de la joven Furina para protegerla.

-Parece que la puerta no durara por mucho, oficial Clorinde le solicito que prepare a todos porque una vez que la puerta se abra... No se sabe que pasará después -Neuvillette afirma, sus ojos azules mostrando la seriedad que este sentía, pero se podía notar que habían unas lagrimas en su rostro.

La mayoría de soldados se pararon listos para luchar, Clorinde se encontraba en el frente, acompañada del Gran Juez y la falsa diosa, Furina no podía evitar sentir un poco de curiosidad por saber la razón del porque el hombre albino tenía lagrimas en sus mejillas.

-Antes de que la puerta se abra, puedo preguntarle algo señor Neuvillette, siempre eh sabido que llora, pero nunca la razón, ¿Porqué llora? -Los ojos de la joven se fijan en los azules del hombre que la protege.

-Mi razón... No quiero fallar otra vez, ya le falle a alguien, a usted también, ahora lo último que puedo hacer es proteger a usted y a esta ciudad, si fallo otra vez... -Neuvillette respondería con una voz algo melancólica mirando hacia al frente, tratando de quitar las dudas de su cabeza.

Así la puerta se abriría de un golpe, una cantidad de mujeres aladas saldría del lugar, no obstante los soldados dispararían a estas al instante, la oficial de cabellos purpura la cual era Clorinde desenfundo su espada la cual se imbuyo en rayos y esta rápida fue al atacar a todo vampiro en su camino.

-¡Sigan peleando! Nos hemos enfrentado a peores cosas, así que unos simples cadáveres no nos derrotaran, ¡Los ciudadanos confían en nosotros! -La oficial grita a sus soldados para mantenerlos con esperanza, ya que ella sabe que no pueden perder.

La batalla entre ambos bandos estaba casi desbalanceada, ya que las armas de fuego no servían de mucho, ya que solo las dejaban un poco heridas, más no fuera de combate, mientras que estas mordían y desgarraban matando, convirtiendo o dejando en coma a la guardia.

Al ver esto Neuvillette trataría de voltear la balanza, pisaría el suelo y así rápidamente las gotas de lluvia que caían y tocaban el cuerpo de las vampiras les provocaría quemaduras en la piel, consiguiendo que estas volviesen a la ópera.

-Pe-pero, ¿Qué sucedió? ¿Porqué retrocedieron? Usted sabe algo Gran Juez -La mujer cuyos ojos eran fríos y serios, demostró su confusión ante la tal huida de las bestias.

El Gran Juez no diría nada, no obstante su mirada demostró sorpresa al ver quien salía de la puerta, los pasos fueron escuchados por todos, Furina al ver quien era no pude evitar sonreír y correr hacia la persona que salió de allí.

Era la misma mujer rubia que se había quedado para evitar que las vampiras salieran, la misma que era necia a admitir la derrota, era la jefa de la organización Spina Di Rosula, Navia.

Sus pasos eran lentos, pero sus ojos rojizos se posarían en los de la menor que corría hacia ella, esto provoco una sonrisa en Navia, más no ella se sentía algo cansada por todo lo que tuvo que pasar allí adentro. Sus prendas estaban teñidas de sangre.

-¡Navia! Estoy feliz que te encuentres bien, t-tu aspecto a cambiado mucho, n-no eres alguien como ellas, ¿cierto? -Furina mostro duda al ver cuanto había cambiado la mujer delante suyo.

-Tranquila, estoy bien, cambie por tragarme el colgante -La mujer con prendas negras y rojizas afirma con una sonrisa y permite a la joven que le tome de la mano y la lleve con los demás.

Así después de una noche tan problemática, el día llegaría, el sol brillaría iluminando cada rincón de la ciudad. Las mujeres que habían sido infectadas se levantarían o saldrían de la ópera, parecían calmadas y normales.





La  sangre que baña las aguasWhere stories live. Discover now