24

94 9 10
                                    

Los siguientes dos días fueron intensos. No porque Rebekah y Harry hubieran tenido momentos intensos, si no porque el trabajo los tapaba y el tener que entrenar a la nueva secretaria no era tarea fácil, sobre todo cuando ella no era capaz de redactar un correo o reservar correctamente una mesa en un restaurante.

Rebekah estuvo en todos los detalles y aunque Harry moría por un minuto a solas con ella, considerando que solo tenían dos días antes de que ella vuelva a su castillo impenetrable, le fue imposible poder robársela al menos veinte minutos, sobre todo cuando la presencia de Cipriano parecía tan insistente.

Jamás lo había visto tanto en la empresa. Normalmente apenas se veían, incluso Harry ha tenido que ir por él a otros pisos o llamarlo por teléfono para poder pasar un momento con él, cuando aún deseaba pasar tiempo con él, porque ahora era diferente. Cipriano parecía un halcón, con ojos en todas partes, atento. Incluso aparecía en los momentos de almuerzo, llevando a Rebekah consigo y entonces aunque ellos hubieran hecho planes, les era imposible rechazarlo. Suficientemente molesto estaba con el hecho de que ella siguiera yendo, como para sumarle una molestia por la declinación de planes.

Una semana había pasado desde entonces y mientras Harry se acomodaba el saco sobre su camisa negra, supo que el día se vería incluso menos colorido que eso, porque ya no veía a Rebekah hacía ocho días. Ese pensamiento lo mantuvo en su mente mientras manejaba por la ciudad e ignoraba el hecho de que Kendall lo había estado llamando toda la mañana para verse, considerando que estaba en Londres luego de unos días fuera.

La idea de Kendall parecía lejana en su mente. Hacía tan solo unas semanas había ido con Rebekah a comprar el anillo de compromiso y ahora aquella pieza estaba enterrada en un cajón de su armario, sin ver la luz.

Se sentía un poco estúpido. Sabía perfectamente que Rebekah amaba a su esposo, él había sido partícipe de cada momento importante de sus vidas. Incluso había sido el padrino de la boda y quien había ido a ensayar pasos de baile con Rebekah cuando Cipriano estaba tan ocupado que no podía.

¿Qué se supone que debería hacer ahora? ¿Ir con Rebekah a elegir un traje para su boda, como si no estuviera muriéndose de amor por ella desde los 17 años? Claro que no.

Él había estado en esa situación. El la había visto probar pasteles y hablar de Cipriano como si comiera estrellas y cagara arcoíris, cuando él sabía exactamente lo contrario. No la pondría a ella en esa situación, pero tampoco podía ser tan inocente de creer que ella dejaría al hombre que amaba, a su mejor amigo, por él. Era una locura.

— Fiona, por favor envíame la copia de mi agenda para estos días —, le dijo, mientras caminaba a su oficina, viendo a la despampanante asistente que estaba sentada donde se supone debería estar Rebekah.

Fiona estuvo en su oficina cinco minutos después, con su café, su roll de canela y un mail perfectamente redactado con los detalles de cada día, incluso se había tomado el trabajo de hacer reservación para que el saliera a almorzar. Definitivamente había sido bien entrenada y solo le había costado dos días. Aun así, extrañaba a Rebekah y sus trajes de oficinista que le hacía olvidar por completo cualquier cita existente.

Harry había revisado los antecedentes laborales de Fiona. No estudiaba y estaba trabajando en un bar, lo que obviamente no era una sorpresa para Harry. El que Fiona estuviera allí no era más que una excusa para que Cipriano pueda acceder a sus amantes al igual que lo hacía con Vanessa.

El sonido de la puerta lo sacó de su trabajo y cuando vio a Kendall entrar supo que no había forma posible de poder evitarla ahora.

— No me has hablado en todo el día —, murmuró la mujer, caminando hacia él. Corrió la silla del escritorio y se sentó en sus piernas, sin que él hiciera nada. No podía apartarla, incluso cuando ella no era a quien el quería.

illicit affairs | Harry StylesWo Geschichten leben. Entdecke jetzt