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Aquella promesa es cumplida incluso cuando todo su cuerpo les pide exactamente lo contrario.

Rebekah se recuesta y todo su mundo da vueltas como si se hubiera bebido una botella completa de su vino favorito. Quizá fue aquello lo que le inhibió cualquier tipo de sentimiento de culpa. Sin embargo aquello no es tan importante, porque una sonrisa estúpidamente satisfactoria posa en sus labios mientras mira el techo del elegante hotel a unos cuantos metros del dueño de aquellos últimos suspiros antes de caer dormida.

El siguiente día llega y así como así ambos parecen estar evadiendo lo obvio. Se han besado. No solamente eso. También han engañado a Cipriano. Y la culpa se ha despertado en ellos con la misma fuerza con la que brilla el sol en la ciudad.

Las reuniones comenzaron temprano esa mañana y aunque ambos tenían intenciones de que sus actividades nocturnas no frustraron sus planes, respecto al viaje y el importante contrato para la empresa, era imposible que sus mentes se desconectaran del mundo cuando los ojos se posaban sobre los ajenos. Sobre todo cuando la dinámica entre ellos era sumamente familiar y natural.

Actuaban como si hubieran trabajado toda su vida juntos. Quizás se debía a las largas horas de estudio nocturno que habían tenido en la universidad o al hecho de que tenían una misma visión de negocios. Sea cual sea la razón, eran una pareja única e imparable.

La última reunión llegó con la firma del contrato final y ambos estaban listos para descansar dos días en aquel hermoso hotel neoyorkino. Sin embargo era difícil pensar en cómo su estadía podía funcionar teniendo en cuenta que no se hablaba.

Se hablaban desde la mañana únicamente con lenguaje empresarial y aunque ambos tenían pensamientos encontrados respecto a lo que había sucedido la noche anterior, ninguno era lo suficientemente valiente para poner el tema sobre la mesa, incluso ahora, cuando estaban completamente solos, mientras Harry sosteniendo el volante entre sus manos y un nudo en la garganta que le impide respirar.

El sonido de la radio llena el vacío entre ambos y el ambiente es tan tenso como los minutos previos de un beso, sin embargo, sus bocas están tan lejos como sus mentes.

Una llamada cae al aire e inmediatamente Harry transfiere la llamada a los altavoces antes de siquiera ver la pantalla.

— Hermano — , la voz de Cipriano los trae al mundo real. Cada uno de los músculos de Rebekah se tensan y siente la rigidez en cada uno de ellos.

La culpa. La culpa puede ser una dura compañera.

— Cipriano ¿a que debo tu llamado? —, intenta sonar casual, sin embargo falla histriónicamente.

El ego del Italiano no parece notarlo. De igual manera las cosas han quedado mal entre ellos y él tiene un solo objetivo, marcar lo que él cree es su territorio.

— El hecho de que estas con mi esposa lejos de casa. Solo quiero saber como han estado —, la voz del italiano y aquel recordatorio sobre su esposa hace que Rebekah se remueva en el asiento, donde ha permanecido en silencio hasta ahora.

— Todo está bien, mi amor. Estamos volviendo de una reunión e iremos por la cena ¿cómo están las cosas allí? —, pregunta, pasando las manos por su pantalón azul noche.

— Rebekah, que sorpresa. No me haz respondido los mensajes. —, el italiano parece cambiar su buen humor, aparentemente, inmediatamente.

Harry la observó por el rabillo de su ojo y ve la frustración dibujarse en su cara. Inmediatamente quiere cambiarla por la expresión de la noche anterior. Flashes golpean su mente y le obligan a mirar hacia adelante.

— Lo siento, cariño. Esta mañana hemos salido temprano y hemos estado trabajando demasiado —, intenta excusarse. De cualquier manera ella le había estado escribiendo y él respondía esporádicamente. Pero eso es algo que esperar de Cipriano, no de Rebekah. La leal y devota esposa.

illicit affairs | Harry StylesWhere stories live. Discover now