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Los días pasaron sin penas ni glorias. La tranquilidad que surgía en la casa llenaba su vida de un gris que comenzaba a extenderse incluso por su alma, por su cuerpo y su espíritu.

Se recordaba a si misma, antes de Cipriano, habia disfrutado de la vida, las fiestas y sus amigas. Había bebido, besado y reído, como nadie, y sus ojos se habían vuelto tan azules como brillantes con la felicidad de los momentos vividos, incluso aquellos que habían sido acompañados por el par de amigos. Ahora todo era gris, incluso la opacidad en su mirada.

Era el 24 de Diciembre y su esposo habia estado en almuerzos importantes, juntas de último minuto, además de encargarse de los detalles de la fiesta que el director general, Harry, no habia podido terminar; por lo que debió prepararse y asistir a la fiesta con la supervisor de un chofer que se encargó de dejarla en la puerta del hotel donde se realizaría la fiesta.

Ajustó su abrigo de piel, sintética, a su alrededor, viendo los elegantes vestidos de las mujeres que acompañaban a su esposo, sintiéndose arreglada de más y ligeramente atrevida. Su cabello habia sido arreglado por los mejores estilistas, creando un volumen sensual que acompañaba al esfumado marrón y los labios rojos carmín.

Dio los primeros pasos y dio su nombre al recepcionista, viendo la mirada de deseo en los ojos del hombre, y aunque era una mujer casada y devota, eso fue un condimento interesante para aumentar el poco autoestima que aún quedaba en ella.

Fue guiada hacia la sala principal y entonces entregó el abrigo a el hombre, quien la observó fijamente de arriba hacia abajo antes de dar un leve asentimiento y retirarse. Tomó su bolso entre sus manos, con la fuerza necesaria para que sus nudillos se marcaran en blanco y comenzó a estudiar la sala, buscando entre la multitud alguna persona que reconociera.

Una mano en su espalda desnuda la sobresalto y el corazon le bombeó con fuerza en el pecho, haciéndola girar de manera rápida. Un brazo firme la sostuvo y tuvo que alzar su vista para poder encontrarse con la persona que la habia asustado y al encontrar aquel par de ojos verdes, el susto cambio a alivio.

— Harry —, murmuró, dando un paso hacia atrás, suspirando suavemente mientras llevaba su mano derecha hacia su pecho, intentando aligerarse.

— Rebekah, estas —, Harry buscó en su diccionario verbal, pero nada pareció describir la forma en la que ante sus ojos la mujer brillaba —, magnifica. No te reconocí.

Ella alzó una de sus perfectas cejas, haciendo que el hombre se diera cuenta de su mala elección de palabras casi de inmediato.

— ¿Debo tomarlo como un alago o un insulto? —, murmuro, haciendo que el rascara su nuca y riera, intentando buscar la forma de explicarse, arrepentido. — Es broma, Harry, por Dios, parece que vas a desmayarte.

Rebekah golpeo el codo alzado del hombre y él pareció respirar, sin embargo, alrededor de ella, el aire siempre le habia pesado mas. La observo a los ojos y se perdió en el cielo de ellos, antes de que la presencia de Cipriano los sacara a ambos del encantamiento.

— Rebekah, ¿qué demonios traes puesto? —, murmuró, entre dientes, tomando la cintura de su esposa y atrayéndola hacia él, sin siquiera llevar la mirada a su mujer, comenzando a ver hacia todos los lugares por si alguien, quien sea, estaba prestando más atención de la debida.

— ¿A qué te refieres? ¿No te gusta? —, ella se miró a sí misma y toda la confianza que habia parecido recobrar con el uso de la prenda y los buenos ojos masculinos, pasaron a ser el oscuro agujero de la inseguridad.

— Priano, no seas idiota, ella se ve increíble —, murmuró Harry, observando con ojos filosos la forma irreverencial la forma en la que su amigo trataba a la castaña.

— No es adecuado para una mujer casada, no es adecuado para mi mujer —, el hombre moreno movió sus manos rápidamente, haciendo que ella comenzara a desesperarse.

«¿Había ido demasiado lejos? ¿Era realmente demasiado? Era una completa estúpida. »

— Cariño, estás exagerando —, ella rió, sintiendo avergonzada por la forma en la que él parecía querer taparla e incluso alzaba su mano en búsqueda de su abrigo. —, Cipriano, por favor. —pero no pareció escucharla.

— Cipriano, estás haciendo una escena. —, la voz de Harry se vio ahogada por su mandíbula apretada y aquella sonrisa que intentaba llevar para fingir que todo era perfecto, mientras las personas comenzaban a mirarlos.

El hombre se sintió tranquilo cuando el recepcionista le tragó su abrigo y entonces ella intentó refugiarse en la seguridad que el estar cubierta le brindaba, sin embargo sus ojos seguían demostrando la vergüenza que sentía, incluso cuando todo el mundo ya habia dejado de ver y ahora su esposo se la llevaba.

Se limpió las lágrimas de su mejilla e intento que nadie la viera mientras caminaba hacia la mesa principal, donde Harry los habia escoltado. Tomó asiento y sus manos temblorosas la guiaron a dejar el bolso en el lugar apropiado, sentándose de la forma apropiada, en el lugar correcto, con la sonrisa perfecta.

Cipriano tomó el lugar a su derecha y Harry a su izquierda, observando con ojos severos al hombre que habia hecho una escena en frente de todos los inversionistas y empleados, sólo porque su esposa se veía demasiado bien para variar. Hablaría con él, lo reprendería y lo obligaría a pedirle disculpas, si aún tenía algo de buen juicio en su mente brumosa.

— Rebekah, cariño, ¿no tienes calor? La calefacción está demasiado fuerte —, la esposa de su contador abrió la boca y Harry quiso matarla, sin embargo el decoro de ser un caballero no le permitió tal falta de respeto.

— No, Selena, no te preocupes. He tenido frío todo el dia, debo estar por enfermar —, la sonrisa de Rebekah no llegó a sus ojos, nadie lo notó, nadie excepto él y el idiota que tenía por esposo.

— Deberías haberte quedado en casa, cariño, ¿te sientes bien? —, la mujer mayor edad la observaba como a una hija, con la preocupación latente.

— Por supuesto que esta bien, es una estupidez, ella solo está queriendo llamar la atención. —, la voz de Cipriano la silencio y ella se encogió de hombros, sintiendo la culpa carcomer fuertemente en sus entrañas, debido a que aquello era cierto. Ella habia disfrutado las miradas, ella habia escogido ese vestido por la desesperada urgencia de algo de pasión en su vida.

Trago saliva y sonrió, llevando sus uñas perfectas a la copa de agua, de la cual bebió para intentar aligerar el nudo que estaba obligándola a mantenerse en silencio, sumisa y perfecta, como la mujer que Cipriano se merecía y debía ser.

La conversación se desvió a una charla de negocios y cuando los primeros platos comenzaron a ser servidos la mujer se encargó de comer en silencio, cuidando cada uno de sus movimientos como una muñeca controlada por remoto. Asistiendo, sonriendo y hablando, únicamente, cuando y como era debido.

illicit affairs | Harry StylesWhere stories live. Discover now